LXXXIV

895 80 10
                                    

Salí de casa de Jana con el corazón pesado, cada paso que daba parecía resonar en mi mente como un eco de las palabras que acabábamos de intercambiar. A medida que me alejaba, una mezcla de tristeza y liberación me invadía. Había tomado la decisión de separarnos, convencida de que era lo mejor para ambas. Aunque el dolor me acompañaba, sabía que este tiempo de distancia era necesario.

Cada recuerdo de nuestras risas y momentos compartidos me atravesaba como un rayo, pero al mismo tiempo, sentía que nos estábamos ahogando en inseguridades y malentendidos. No podía permitir que nuestras dudas nos destruyeran. Necesitábamos aprender a querernos mejor, a construir una base sólida que no se tambaleara ante la primera tormenta.

Caminé por la calle, sintiendo la brisa acariciar mi rostro, como si el mundo a mi alrededor tratara de consolarme. En el fondo, comprendía que esta decisión no significaba que ya no me importara. Al contrario, la quería más que nunca. Pero necesitábamos tiempo para crecer por separado, para entender quiénes éramos fuera de nuestra relación.

Quería que Jana supiera que, aunque nos distanciábamos, siempre ocuparía un lugar especial en mi corazón. Lo que habíamos compartido era real, y nada podía cambiar eso.

Me detuve en un parque cercano y me senté en un banco. Miré a mi alrededor, observando a las personas que pasaban, algunas riendo, otras solas, pero todas con su propia historia. En ese momento, comprendí que no estaba sola en esto. Todos enfrentan sus propias batallas, y a veces, la mejor forma de luchar es dar un paso atrás.

A pesar de la tristeza que sentía, también había una chispa de esperanza. Tal vez este dolor era el primer paso hacia algo más grande. Tal vez, si aprendíamos a cuidarnos primero a nosotras mismas, podríamos reencontrarnos con más amor y fuerza en el futuro.

Me levanté del banco, respiré profundamente y decidí que me daría permiso para sentir lo que necesitaba. Hoy estaba permitiéndome llorar, pero también estaba eligiendo la posibilidad de sanar. Volví a casa, sintiéndome un poco más ligera, lista para enfrentar lo que vendría, con la esperanza de que, algún día, podría volver a encontrarme con Jana y construir una nueva historia, una que estuviera cimentada en la confianza y el amor verdadero.

Era el primer día de entrenamientos después de las vacaciones, pero para mí, el regreso se sentía más como un recuerdo lejano. Había pasado toda la pretemporada en casa, lidiando con molestias en el cuádriceps que se habían negado a desaparecer. El equipo se preparaba para una nueva temporada, mientras yo me quedaba al margen, sintiendo cómo se alejaba un poco más el juego que tanto amaba.

Aitana estaba en casa, y aunque me alegraba verla, no podía evitar que un nudo en el estómago se formara cada vez que pensaba en Jana. Sabía que Aitana había estado en contacto con ella, y que había estado dándole apoyo en mis ausencias.

-¿Cómo está Jana?- le pregunté, intentando sonar casual pero sintiendo la tensión en mi voz.

Aitana se detuvo un momento, observando cómo mis dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de mi pantalón.

-Está bien, pero… la he notado un poco distante. Es como si estuviera tratando de lidiar con lo que pasó entre vosotras, pero no sé si lo ha superado del todo-Dijo mirándome con comprensión.

Mi corazón se hundió. No quería que Jana estuviera sufriendo por mi culpa, pero a la vez, no sabía cómo arreglar las cosas entre nosotras.

-¿Y ha hablado de mí?-Preguntó con un nudo en la garganta.

-No tanto. A veces, menciona cómo le gustaría que estuvieras aquí y cómo le preocupa tu recuperación. Pero no ha entrado en muchos detalles-me explicó Aitana.-Creo que necesita un poco de tiempo. Es un proceso, Gala

Me pasé una mano por el cabello, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza.

-Sigo pensando que debería haber hecho algo diferente. Quizá si le hubiera demostrado que la necesitaba, no estaríamos en esta situación-Aitana se acercó y se sentó a mi lado en el sofá.

-No te culpes a ti misma. Las cosas no son tan simples. Ambas necesitabais espacio para entender vuestros sentimientos. Pero, ¿sabes? Ella te quiere. Eso no ha cambiado-Esa afirmación me llenó de esperanza, pero al mismo tiempo, el miedo se aferraba a mi pecho.

-¿Y si ha encontrado a alguien más? O… ¿y si realmente se siente mejor sin mí?-Aitana sacudió la cabeza.

-No creo que sea así. La he visto mirar su teléfono varias veces, como si esperara un mensaje tuyo. Me parece que está más confundida que nunca-Dijo confundiéndome aún más.

Me dejé caer hacia atrás en el sofá, sintiendo el peso de la incertidumbre.

-No sé cómo hacer que todo esto funcione, Aitana. Solo quiero que vuelva a ser como antes-Dije notando como se me aguaban los ojos.

-Lo será, pero tienes que ser paciente. Y también tienes que cuidarte, Gala. Enfócate en tu recuperación y luego habla con ella. No la dejes escapar-dijo mi hermana con firmeza.

Asentí lentamente, aunque en el fondo sentía que las palabras eran más fáciles de decir que de seguir. Sabía que debía concentrarme en mí misma y en mi salud, pero la idea de perder a Jana me aterraba.

-Gracias por estar aquí- le dije, sintiéndome un poco más ligera al compartir mis inquietudes.

Aitana sonrió y me dio un pequeño abrazo.

-Siempre estaré aquí para ti. No te preocupes, todo se resolverá. Solo sigue adelante y cuídate-Dijo en el abrazo

Con un suspiro profundo, decidí que, aunque no podía estar en el campo entrenando con el equipo, había cosas en las que podía enfocarme para volver a ser la mejor versión de mí misma. Mientras tanto, esperaría el momento adecuado para hablar con Jana y tratar de reconstruir lo que habíamos perdido.

Jana

A medida que cruzaba la puerta del vestuario, una oleada de nervios me recorrió. Había estado esperando este día con ansias, pero ahora que estaba aquí, la realidad me golpeó. A pesar de que me repetía constantemente que estaba empezando a acostumbrarme a vivir sin Gala, sabía que era solo una fachada que trataba de mantener. La verdad era que la echaba de menos, y mucho.

Al llegar, el bullicio de risas y conversaciones se mezclaba con una sensación de vacío en mi pecho. Cuando vi a Gala al otro lado del vestuario, riendo con Ewa, sentí como si un cuchillo me atravesara. Ella se veía radiante, como siempre, y eso solo aumentaba la herida que llevaba dentro.

Ewa era su mejor amiga, lo sabía, y trataba de repetírmelo como un mantra. Pero cada vez que veía a las dos juntas, esa afirmación se convertía en un puñal. Intenté ignorar la punzada de celos que me recorría al verlas. Me obligué a sonreír y saludar a algunas compañeras, pero mi mente no dejaba de regresar a Gala y cómo todo había cambiado tan rápido.

Mientras me cambiaba, escuchaba las risas de Gala resonar en el vestuario, y el eco de sus palabras me hacía sentir una mezcla de nostalgia y tristeza. A veces me preguntaba si la decisión que tomamos había sido realmente la correcta. Aún así, no podía dejar de pensar que el tiempo que pasamos juntas, aunque lleno de altibajos, fue especial. Ahora, esas memorias se sentían como un sueño lejano.

El entrenamiento comenzó, y traté de concentrarme en cada ejercicio, pero cada vez que giraba la cabeza y veía a Gala con Ewa, sentía que mi corazón se rompía un poco más. Me decía a mí misma que no era mi lugar sentir celos, que Gala tenía derecho a seguir adelante, a ser feliz. Pero esa voz de la razón se desvanecía ante la intensidad de mis emociones.
____

Que pasará🤭🤭

Pues no era el último😝


𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora