XCIV

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Cuando nos separamos del abrazo, el calor de su cuerpo aún se sentía en mi piel, y por un segundo nos quedamos quietas, mirándonos en silencio. Sus ojos, brillantes y oscuros, me decían más de lo que cualquier palabra podría expresar.

La respiración aún pesada, pero más tranquila, me hizo darme cuenta de lo frágil y a la vez fuerte que era ese momento. Era como si todo el dolor, la confusión y las dudas que nos habían alejado estuvieran ahí, suspendidos entre nosotras, pero listos para desaparecer.

Gala me miraba con una mezcla de ternura y determinación que nunca antes había visto en ella. Sus labios temblaban un poco, y por un segundo pensé que iba a decir algo, pero no lo hizo. No lo necesitaba.

Con una suavidad que me sorprendió, se acercó a mí despacio, acortando la distancia que quedaba entre nosotras, y cuando sus labios rozaron los míos, fue como si el tiempo se detuviera. El beso fue tan suave, tan delicado, que parecía una caricia. No había prisa, no había desesperación, solo una necesidad profunda de reconectarnos de la manera más pura.

Cada segundo de ese beso me transmitía todo lo que no había podido decir. El "te quiero", el "te echo de menos", el "lo siento". Todo estaba ahí, encapsulado en la suavidad de sus labios, en la manera en la que me sujetaba con delicadeza, como si no quisiera romper el momento, como si me estuviera prometiendo que las cosas serían diferentes.

Mis manos, casi temblorosas, se deslizaron hacia su rostro, sosteniéndola suavemente. No quería que este beso terminara nunca. Sentía que cada segundo que pasaba, algo dentro de mí se recomponía, algo que llevaba roto demasiado tiempo.

Cuando finalmente nos separamos, nuestros labios aún rozándose ligeramente, mantuvimos la mirada, respirando el mismo aire, como si todavía estuviéramos sincronizadas en ese pequeño espacio que habíamos creado solo para nosotras. No había necesidad de hablar.

En ese momento, lo entendí todo: este era nuestro nuevo comienzo, y esta vez, lo haríamos bien. Juntas.

Gala

Me sentía más preparada que nunca, como si de repente algo dentro de mí hubiera hecho clic. Estaba lista para enfrentar todo lo que significaba volver a empezar con Jana, para asumir cada reto, cada conversación difícil, cada momento de vulnerabilidad. Pero por encima de todo, estaba segura. Segura de que la amaba.

Mirarla ahora, sabiendo todo lo que habíamos pasado, me hacía comprender lo mucho que había crecido mi amor por ella, a pesar de las dudas, los miedos y las inseguridades. Cada vez que pensaba en ella, algo en mi pecho se llenaba de una calidez indescriptible, un sentimiento que había estado ahí siempre, incluso en los peores momentos.

Quería recuperarla al cien por cien, no solo a medias, no con las barreras que nos habíamos puesto antes. Quería poder mirarla y sentir que todo estaba bien, que lo habíamos superado juntas. Quería ser capaz de sostener su mano y que no hubiese más silencios incómodos o palabras no dichas. Quería que cuando la vea sonreír, saber que esa sonrisa es solo para mí, sin ninguna sombra de inseguridad entre nosotras.

Iba a hacerlo bien esta vez. No quería cometer los mismos errores, no quería dejar que los celos, las dudas o el miedo vuelvan a separarnos. Quería poder decirle a Jana todo lo que siento sin miedo a ser rechazada, sin miedo a que las cosas salgan mal. Porque ahora sé que la quiero, más de lo que nunca he querido a nadie.

Y no solo eso. Quiero que todo el mundo lo sepa. Quiero poder decir, sin temor ni duda, que estoy enamorada de Jana Fernández. Quería gritarlo, quiero vivirlo, sin esconderlo. Porque no hay nada más importante para mí que estar con ella, y si eso significa tener que enfrentar cualquier obstáculo, lo haré.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora