XXXIII

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Jana

En el coche, el ambiente era tranquilo después de una tarde llena de risas y buenos momentos. Gala conducía con esa tranquilidad que siempre había admirado en ella, mientras yo miraba por la ventana, disfrutando de las luces de la ciudad que empezaban a encenderse a medida que la noche caía.

Cuando llegamos a mi casa, Gala tuvo que aparcar un poco lejos de la puerta debido a la falta de espacio. Me desabroché el cinturón y, antes de que pudiera salir del coche, vi cómo Gala hacía lo mismo. Me giré hacia ella, un poco confundida.

—¿Qué haces? —le pregunté, esperando que me dijera que simplemente estaba sacando algo del asiento.

—Voy a acompañarte hasta la puerta —respondió con una sonrisa—. Es tarde y quiero asegurarme de que llegues bien a casa.

Ese gesto me sorprendió, llenándome de una calidez que no había anticipado. Me hizo sentir que, aunque nuestra relación era relativamente nueva, ya había un nivel de cuidado y consideración que me tocaba profundamente. La manera en que Gala se preocupaba por mí, a pesar de que era ella quien había estado en movimiento todo el día, me hizo apreciar aún más lo que estaba empezando a sentir por ella.

—No tienes que hacerlo —dije, intentando restarle importancia al gesto— luego vas a tener que volver sola al coche.

Gala se encogió de hombros, como si eso no le importara en absoluto.

—Me da igual —dijo con determinación—. Solo quiero que estés segura.

Me sonrió con esa mezcla de dulzura y confianza que siempre me hacía sentir que todo estaba bien. Me hizo sentir que el mundo se volvía más simple y agradable cuando estábamos juntas.

—Eres increíble, ¿sabes? —dije, sonriendo de vuelta, apreciando la sinceridad de su gesto.

Gala se rió suavemente, con un brillo en sus ojos que mostraba cuánto valoraba ese pequeño acto de preocupación.

Salimos del coche y comenzamos a caminar juntas hacia la puerta. La noche estaba fresca, y el paseo corto se sintió como una extensión natural de la tarde que habíamos pasado. Mientras caminábamos, hablamos de cosas triviales, sin prisas, disfrutando de la compañía mutua.

Al llegar a la puerta de mi casa, el silencio de la noche se sentía casi palpable. La oscuridad, suavemente iluminada por las luces tenues de la calle, creaba un ambiente de tranquilidad que contrastaba con la energía del día. El coche de Gala estaba estacionado un poco lejos de la entrada, y mientras nos acercábamos, un sentimiento de calma y expectativa se apoderó de mí. Era una despedida, pero también sentía que había algo más en el aire.

Cuando nos dimos un abrazo, el contacto físico fue inmediato y reconfortante. Me envolvía el calor de su cuerpo, y por un momento, me sentí segura y protegida. Era un abrazo que duró más de lo habitual, como si ambos quisiéramos aprovechar cada segundo. La cercanía nos permitía sentir el latido del corazón del otro, y en ese breve lapso, el mundo parecía detenerse.

A medida que nos separamos, el espacio entre nosotros parecía estar cargado de una electricidad sutil. Nuestras miradas se encontraron, y pude ver en sus ojos la misma mezcla de nerviosismo y deseo que sentía yo. La proximidad, el silencio de la noche y la intimidad del momento hicieron que la tensión fuera casi tangible. Sentía que cualquier palabra o gesto podría cambiar el rumbo de la situación, aunque ninguno de las dos parecía estar segura de cuál debería ser el siguiente paso.

Pero antes de que pudiéramos hacer o decir algo, un ruido repentino rompió el hechizo. El sonido nos hizo girar al unísono, nuestros cuerpos tensos ante la intrusión inesperada. Un gato, con su andar felino y su pelaje oscuro, apareció en la penumbra. Miró con curiosidad hacia nosotras, como si también quisiera ser parte de ese momento cargado de nervios. Después de una breve inspección, el gato continuó su camino, desapareciendo en la oscuridad.

La risa de Gala, nerviosa pero contagiosa, rompió el ambiente tenso. Era una risa ligera, casi como un respiro profundo después de un largo día. Su risa me hizo sonreír también, aliviando la tensión que había estado acumulándose. Era como si el gato, con su simple presencia, hubiera aliviado un poco de la presión que ambos sentíamos.

—Vaya, parece que el gato quería ser el centro de atención —dijo Gala, con una risa que aún llevaba un matiz de nervios.

Su comentario me hizo reír de nuevo, y el ambiente se relajó un poco. La ansiedad de la despedida se desvaneció, reemplazada por una sensación más ligera y alegre. A pesar de la tensión, la conexión que sentía con Gala seguía siendo fuerte, y ese pequeño momento de risa y descompresión nos permitió soltar un poco.

—Eso parece—respondí, mirando cómo el pequeño felino desaparecía en la distancia.

-Mejor me voy ya. Bona nit, Jana-Dijo con una sonrisa cálida.

El gesto de Gala, su tono ligero y su sonrisa genuina, hicieron que el momento se sintiera aún más especial. Aunque el desvío del gato había sido inesperado, su presencia había añadido una capa de normalidad a lo que estaba sucediendo entre nosotras. Era como si el gato, con su simple y mundano acto, hubiera recordado que, aunque los sentimientos eran profundos y complicados, la vida seguía con sus pequeños detalles y sorpresas.

Gala se alejó hacia su coche, y mientras la veía caminar, una mezcla de sentimientos me inundó. Había una profunda sensación de gratitud por el tiempo compartido, una sensación de que lo que estábamos construyendo era significativo. El pequeño nerviosismo que sentía también estaba acompañado de un fuerte sentido de anticipación. Sabía que esta noche, este momento, era solo el principio de algo más grande.

Cuando Gala se subió al coche y comenzó a conducir, sentí un último cosquilleo de emoción. Había una promesa en el aire, una promesa de que nuestras vidas seguirían cruzándose y de que lo que estábamos construyendo tenía el potencial de ser algo realmente especial. Mientras la veía alejarse, me quedé en la puerta, el corazón latiendo con una mezcla de emoción y esperanza.

El gato, que había sido el inesperado observador de nuestra despedida, se había ido, pero su presencia había sido el toque final perfecto para una noche que había sido, en su propia forma tranquila y serena, una de las más significativas que había vivido en mucho tiempo.

Entré en mi casa con la mente llena de pensamientos, cada uno más esperanzador que el anterior. Sabía que esta noche había sido solo un paso en un camino más largo, pero también sabía que estaba dispuesta a recorrer ese camino, a descubrir lo que nos esperaba a Gala y a mí, a medida que seguimos explorando lo que significaba estar cerca la una de la otra.
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Fokin gato😡

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora