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Nos movimos en silencio, con movimientos torpes y lentos, buscando nuestras prendas esparcidas por el coche. Cada roce de la tela contra mi piel era una pequeña vuelta a la realidad. Me sentía pesada, como si una nube densa me envolviera por completo. Jana también se vestía, sus ojos evitando los míos, mordiéndose el labio como solía hacer cuando estaba nerviosa o indecisa.

El ambiente dentro del coche era incómodo, lleno de una tensión que no sabíamos cómo manejar. Lo que había pasado nos había dejado expuestas, como si no supiéramos cómo seguir después de lo que habíamos hecho. Mis manos temblaban ligeramente abrochar mi vestido , y podía escuchar su respiración, lenta pero cargada de un peso emocional que ambos intentábamos ignorar.

Cuando finalmente salimos del coche, el aire frío de la noche me golpeó, dándome una sensación de frescura que contrastaba con el calor sofocante que aún colgaba entre nosotras. El silencio era insoportable. Jana se quedó junto a mí, pero a una distancia que me parecía extraña, como si no supiera si acercarse o mantenerse lejos. Ni siquiera sabía si estábamos más cerca o más lejos que antes.

Me crucé de brazos, miré al suelo y, después de unos segundos, sin poder soportar más esa incertidumbre, decidí hablar. Sentía la necesidad de saber, de entender qué significaba todo esto. No podía seguir así, con las emociones en el aire y sin ninguna claridad.

—¿Y ahora qué? —pregunté, sin rodeos, rompiendo el silencio. Mi voz sonó más áspera de lo que esperaba, reflejando el cansancio y la confusión que sentía por dentro.

Jana levantó la cabeza, mirándome con los ojos entreabiertos, claramente sorprendida por la pregunta. Su boca se abrió, como si intentara decir algo, pero las palabras no llegaron. La veía luchar internamente, intentando encontrar una respuesta que probablemente ni ella tenía.

—No... no lo sé, Gala —murmuró finalmente, su voz quebrada, con la misma inseguridad que yo sentía en mi pecho. Su honestidad me desarmó por completo, pero no lo suficiente como para calmar la oleada de emociones que me ahogaban.

Me mordí el labio, intentando procesar su respuesta. No sabía qué esperar, pero esa falta de claridad me golpeó más fuerte de lo que pensé. Nos habíamos separado porque creí que era lo mejor, para sanar, para aprender a querernos mejor... y ahora estábamos aquí, otra vez atrapadas en lo que sentíamos pero sin saber cómo avanzar.

El viento sopló ligeramente, moviendo mi cabello y enfriando mi piel, recordándome lo frágil que era este momento. Jana seguía sin mirarme directamente, y esa distancia emocional me estaba matando. Habíamos sido tan cercanas, tan unidas, y ahora todo parecía tan incierto.

—¿No sabes? —susurré, sin poder evitar que un toque de desesperación se colara en mi voz. No era una acusación, pero necesitaba algo, alguna señal de que esto, lo que habíamos compartido, significaba algo para ella, para nosotras.

Jana me miró, su expresión era de puro conflicto. Parecía igual de perdida que yo.

—No... quiero hacerte daño, Gala —dijo, con un hilo de voz—. Pero no sé si puedo hacer esto bien... no quiero seguir haciéndote daño.

Sus palabras me rompieron un poco más. La verdad era que ambas estábamos heridas, atrapadas en un ciclo que no sabíamos cómo romper. Habíamos dado un paso hacia atrás, pero sin una dirección clara.

Sentí una lágrima amenazando con escapar, pero la contuve. Tenía que ser fuerte, por ella, por mí. Pero no podía evitar preguntarme... si habíamos tomado la decisión correcta al alejarnos.

—Tampoco quiero hacerte daño... pero no podemos seguir así —susurré, mi voz temblando ligeramente. Estaba siendo honesta, tan honesta como podía ser en ese momento. No sabíamos cómo seguir adelante, pero el dolor de lo que no se decía nos estaba consumiendo.

Nos quedamos en silencio otra vez, cada una sumida en sus pensamientos, sabiendo que, aunque nos habíamos buscado esta noche, las respuestas que necesitábamos aún estaban fuera de nuestro alcance.

Volvimos al local intentando aparentar que no había pasado nada. Jana y yo caminamos con pasos firmes, como si no lleváramos encima todo el peso de lo que acababa de suceder. Mis manos aún temblaban ligeramente, pero hice un esfuerzo consciente por relajarlas, por mantener la calma. No quería que nadie se diera cuenta de lo que habíamos hecho en el coche.

Las chicas seguían bailando, riendo, disfrutando de la noche como si nada en el mundo pudiera alterarlas. Nos fuimos deslizando entre la multitud, buscando mezclarnos de nuevo con el grupo. El ruido, las luces, las risas… todo parecía abrumador ahora, después de ese momento tan íntimo y confuso. Aitana me miró de reojo desde el otro lado del salón. Su mirada no fue de reproche, pero había una chispa de conocimiento en sus ojos que me hizo apretar los labios. Sabía que nos había visto, o al menos, intuía lo que había ocurrido.

Pasaron los minutos, y tanto Jana como yo mantuvimos la distancia. Ella, por su lado, con sus compañeras, y yo, junto a Ewa. Intentábamos comportarnos como si no compartiéramos el mismo espacio, como si no hubiera pasado nada más que un simple reencuentro entre ex. Pero cada vez que la miraba, sentía el peso de lo que había sucedido. Esa urgencia en el coche, la forma en la que nos habíamos necesitado… todo eso seguía ardiendo en mi pecho.

Finalmente, la noche empezó a apagarse. Las chicas decidieron que era hora de volver a casa. Algunas se fueron en taxis, otras caminando, y algunas más, como Ewa y yo, habíamos venido en coche. Jana salió antes que yo, y la observé de lejos, alejándose sin mirarme de nuevo. Una parte de mí quería gritarle, correr tras ella y pedirle respuestas que ni siquiera yo entendía completamente. Pero no lo hice. Dejé que se fuera, y me quedé con Ewa.

—Vamos —dije con un suspiro, girándome hacia ella. Ewa asintió, lanzándome una mirada curiosa. Sabía que me conocía demasiado bien para no notar mi comportamiento extraño.

Nos subimos al coche, y durante el trayecto a casa el silencio era pesado, incómodo. Yo miraba por la ventana, perdida en mis pensamientos, intentando procesar lo que había pasado, lo que habíamos hecho. Las luces de la ciudad se desdibujaban a medida que avanzábamos, pero lo único que podía ver era el rostro de Jana, su tacto aún grabado en mi piel.

Cuando llegamos a casa, Ewa aparcó y salimos del coche. Caminamos en silencio hasta la puerta, pero algo en mí seguía tenso, como si el aire me pesara demasiado para respirar. Sabía que necesitaba soltarlo, hablar con alguien. Y aunque me doliera admitirlo, Ewa era la única persona en la que podía confiar en ese momento.

Abrí la puerta y entramos. Ewa se detuvo en el recibidor, observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación. Sus ojos claros me escudriñaban, buscando alguna pista de lo que pasaba en mi cabeza.

—Gala, ¿qué te pasa? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero cargada de esa preocupación genuina que siempre había tenido hacia mí.

No pensé mucho. Las palabras salieron de mi boca sin filtro, sin detenerme a considerar cómo sonarían o cómo me harían sentir después de decirlas.

—Me he acostado con Jana.

El silencio que siguió fue absoluto. Ewa me miró con los ojos muy abiertos, claramente sorprendida por mi confesión. Su boca se entreabrió como si quisiera decir algo, pero no encontró las palabras inmediatamente.

—¿Qué? —preguntó al fin, su tono incrédulo—. ¿Cómo que te has acostado con Jana?

Me crucé de brazos, sintiéndome vulnerable de repente. No había ninguna barrera entre mis emociones y lo que acababa de confesar. Todo estaba expuesto, y aunque había querido sacarlo, ahora me sentía desnuda ante la situación.

—Ha pasado, Ewa —susurré, mirando al suelo—. No sé cómo explicarlo. Después de tanto tiempo, de todo lo que intenté... simplemente pasó.

Ewa se acercó, su expresión aún llena de asombro. Sabía que estaba intentando asimilar lo que le había dicho, intentando entender por qué, después de todo, había terminado otra vez en los brazos de Jana.

—¿Estás bien? —me preguntó con cautela, como si tuviera miedo de que me rompiera en mil pedazos.

Negué con la cabeza, sintiendo el nudo en mi garganta hacerse más grande. No estaba bien. No sabía si alguna vez volvería a estarlo.
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¿Y si todo acaba aquí?🫢

Como me está gustando la nueva historia😁😁😁

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora