XV

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El despertador no sonó esa mañana, y al principio ni siquiera me di cuenta del problema. La habitación estaba envuelta en una luz suave, que indicaba que ya era bastante tarde. Cuando por fin abrí los ojos, me di cuenta de que Gala aún estaba dormida a mi lado, y el reloj en la mesilla de noche me hizo saltar de la cama de un brinco.

—¡Dios, Gala, despierta! —exclamé, con la voz un tanto alterada. Miré el reloj y no podía creer que ya eran las 9:30. La alarma había fallado, y eso significaba que nos habíamos perdido el desayuno, que solía ser a las 9 en el complejo. Mi corazón empezó a latir rápidamente mientras me vestía apresuradamente.

Gala se incorporó en la cama, todavía aturdida, y me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Qué pasa? —preguntó, frotándose los ojos.

—Es tarde—respondí, intentando mantener la calma mientras me ponía cualquier cosa a la velocidad de la luz. —El despertador no ha sonado

Gala se levantó rápidamente, desperezándose y frotándose los ojos mientras se dirigía hacia el baño. Nos movíamos tan rápido que apenas nos dábamos cuenta del ajetreo que estábamos causando. En nuestra prisa, no era raro que ambas estuviéramos un poco descoordinadas.

Cuando llegamos al baño, yo entré primero y Gala se me adelantó justo cuando me giré para salir. La colisión fue inevitable: me di de bruces contra ella, chocando de lleno con su torso. Me tambaleé hacia atrás mientras Gala se tocaba la ceja, con una mueca de dolor en el rostro.

—Dios, lo siento—dije rápidamente, tratando de recuperar la compostura. —¿Estás bien?

Gala se rió con algo de dificultad, todavía tocándose la ceja adolorida.

—Sí, estoy bien. Solo un golpe en la ceja. —dijo, sonriendo a pesar del dolor.

Fue un momento raro, pero no incómodo. Había algo cómico en la situación, en la manera en que ambas estábamos intentando seguir con nuestra rutina mientras chocábamos y nos apurábamos. El hecho de que Gala se riera y yo también comenzara a soltar una risa nerviosa, a pesar del dolor, hizo que la atmósfera se aligerara.

—¿Segura que estás bien? —pregunté, con preocupación en el tono mientras le ayudaba a salir del baño.

Gala asintió, con una sonrisa que parecía calmar el malestar.

—Sí, solo ha sido un golpe. —dijo, moviendo la cabeza como si intentara deshacerse del dolor. —Pero tenemos que darnos prisa.

Ambas continuamos preparándonos rápidamente. El caos de la mañana nos hizo olvidar un poco el golpe y, mientras corríamos por la habitación, intercambiamos miradas y risas, tratando de mantener el buen humor a pesar de la prisa. La energía de esa mañana, aunque caótica, nos unió de una forma que hacía que esos momentos fueran más memorables.

Bajamos al comedor a toda prisa, nuestras zapatillas resonando por los pasillos mientras intentábamos recuperar el tiempo perdido. Al llegar, nos topamos con el bullicio del desayuno, con todas las jugadoras ya sentadas, charlando y riendo entre ellas. Las miradas se volvieron hacia nosotras, y no pude evitar notar las sonrisas y risitas que se extendieron por el grupo.

Gala y yo intercambiamos miradas fulminantes con las que parecía que estábamos dispuestas a hacerles pagar el pequeño “incidente” matutino, aunque sabíamos que era solo parte de la diversión. Intentamos mantener la compostura mientras nos dirigíamos a la mesa y nos sentábamos.

En ese momento, Ona, que siempre estaba atenta a los detalles, se percató de un pequeño moratón en la ceja de Gala.

—Oye, Gala, ¿qué te ha pasado en la ceja? —preguntó, señalando con curiosidad el moretón que ahora era más visible.

Gala y yo nos giramos al mismo tiempo hacia Ona. Al ver el moratón, me sentí culpable y recordé el golpe de la mañana. Sin pensarlo, inconscientemente, acaricié la zona afectada, algo que parecía querer mitigar mi culpa.

—Lo siento mucho, Gala —dije, con sinceridad en la voz. — ¿Te duele mucho?

Gala, con una sonrisa cálida que desmentía cualquier malestar serio, me miró y respondió con tranquilidad.

—No pasa nada, Jana, no es nada grave-Dijo con una sonrisa cálida.

Ambas nos sonreímos, y la tensión en el aire se disipó un poco. Mientras volvíamos a centrarnos en el grupo, noté que todas las miradas estaban puestas en nosotras con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Las chicas comenzaron a susurrar entre ellas, lanzando miradas furtivas hacia Gala y hacia mí. A pesar del pequeño contratiempo, me sentí aliviada al ver que Gala estaba bien y que todo había sido solo una anécdota más en el ajetreado comienzo del día. La mañana continuó con risas y charlas, pero había algo diferente en la atmósfera.

Era como si el incidente del moratón, tan trivial en sí mismo, había creado un pequeño vínculo entre Gala y yo, un recordatorio de que incluso en los momentos caóticos, estábamos allí la una para la otra.

Gala

Los días habían pasado y la relación entre Jana y yo había ido creciendo con cada conversación y cada risa compartida. Nos habíamos hecho más cercanas, especialmente cuando estábamos solas en nuestra habitación. Las noches en que nos tumbábamos en la cama y hablábamos hasta tarde se habían convertido en una de mis partes favoritas del día.

Una noche, mientras estábamos acostadas, yo estaba tumbada de espaldas, hablando sobre las últimas anécdotas del entrenamiento y algunos planes futuros, cuando escuchamos un golpe en la puerta.

—¿Quién es?-Gritamos ambas al unísono sin querer levantarnos.

Desde el otro lado de la puerta, varias voces respondieron al mismo tiempo. Era imposible distinguir quién estaba hablando, pero sonaba como un coro de nuestras compañeras. Finalmente, me levanté y abrí la puerta, las chicas entraron a la habitación, pero lo que más me sorprendió fue la presencia de mi hermana entre ellas.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Jana, levantándose un poco para mirar a las recién llegadas.

—Nos aburríamos y vuestra habitación es la más grande, así que hemos decidido venir a invadiros —contestó Ona, con una sonrisa traviesa.

Las demás chicas se agruparon alrededor de la habitación, algunas se dejaron caer en la cama, mientras otras se acomodaban en los rincones. Mi hermana me miró con una mezcla de sorpresa y diversión, claramente entretenida con la situación.

—¿Así que habéis decidido formar una quedada en nuestra habitación en vez de salir un rato? —pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa con una sonrisa.

—Más o menos —dijo Ona, encogiéndose de hombros—. No te preocupes, solo queríamos pasar un rato juntas. Además, parece que hoy es el turno de vuestra habitación para ser el centro de atención.

Jana y yo intercambiamos miradas, entendiendo que nuestra noche de tranquilidad se había transformado en una pequeña fiesta improvisada. Aunque al principio me sorprendió, me di cuenta de que la compañía de las chicas, junto con el calor de la presencia de mi hermana, era algo que no quería cambiar.

Las risas y las charlas llenaron la habitación, y aunque las conversaciones se volvieron más animadas y caóticas, no pude evitar sentirme agradecida por el momento. Las chicas estaban felices, mi hermana estaba aquí, y Jana y yo compartíamos una noche que se había convertido en algo mucho más especial de lo que habíamos imaginado.

Mientras la noche avanzaba y las chicas seguían bromeando y riendo, supe que estos momentos de espontaneidad y conexión eran los que realmente contaban, y no podría pedir nada más que compartirlos con las personas que más me importaban.
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Amor a primera ostia

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora