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Los días de vacaciones fueron una mezcla de descanso y preparación mental. Mientras me distendía de las tensiones y críticas pasadas, la emoción de saber que pronto estaría con la selección para la concentración de antes del Mundial me mantenía alerta. Cuando llegó el día de partir, me encontraba a la vez emocionada y nerviosa por lo que estaba por venir.

El viaje desde Alemania a Madrid fue largo y agotador. Los kilómetros parecían interminables mientras el avión cruzaba ciudades y países, pero cada minuto en el aire me acercaba un poco más a la realidad de estar con el equipo nacional. La espera en el aeropuerto de Madrid, rodeada de otros viajeros y conjeturas, solo aumentaba mi ansiedad.

Finalmente, el avión aterrizó y pude sentir cómo la emoción y el cansancio se mezclaban en mi interior. Al salir del aeropuerto, me dirigí directamente al lugar de concentración, con la esperanza de encontrar a algunas compañeras ya instaladas. Sabía que la llegada no sería un evento solitario; varias jugadoras habían llegado antes que yo.

Cuando llegué, la escena era un bullicio de actividad organizada. Varias de las jugadoras ya estaban allí, y al verlas, mi ansiedad se convirtió en una cálida sensación de bienvenida. Entre ellas, reconocí a varias del Madrid y del Atlético de Madrid.

Nos reunimos en una de las áreas comunes de las rozas, donde las conversaciones empezaron a fluir de manera natural. Hablamos de todo un poco: desde cómo había sido el viaje para cada una hasta las expectativas y ansiedades por el próximo torneo. La conversación se movía de un tema a otro, mezclando risas con un toque de nerviosismo.

También se comentó sobre la distribución de habitaciones, y se discutió quién podría compartir con quién, dependiendo de quién había llegado y quién aún estaba por llegar. El ambiente era relajado a pesar de la anticipación, y el hecho de estar rodeada de compañeras que compartían el mismo sueño y la misma pasión hacía que el momento fuera especial.

Mientras esperábamos a que llegaran las demás jugadoras, el tiempo pasó rápidamente entre historias, bromas y recuerdos. Sentía cómo la camaradería comenzaba a formarse, a pesar de que aún quedaba mucho por delante. Cada conversación y cada risa era un recordatorio de que, a pesar de la presión y las expectativas, estábamos todas allí por un propósito común: conseguir representar a nuestro país en el Mundial.

Jana

El viaje de Madrid a Barcelona fue breve. A pesar de la rapidez del viaje, noté que Aitana estaba visiblemente tensa, su cuerpo rígido y sus manos apretadas contra el asiento.

Mientras el autobús que nos llevaba a las rozas avanzaba por la carretera, la mirada de Aitana estaba fija en el paisaje que pasaba rápidamente, pero no parecía verlo realmente. La preocupación era palpable en su expresión. Decidí acercarme a ella, preocupada por el malestar que podía sentir.

-Aitana- le dije suavemente-¿todo bien?

Ella giró lentamente la cabeza hacia mí, su rostro mostrando una mezcla de ansiedad y preocupación.

-Sí, es solo que... me asusta un poco volver a ver a Gala. Hace mucho que no hablamos, y me preocupa que toda la confianza que teníamos se haya desvanecido-Dijo con una angustia notable.

Comprendí de inmediato el peso de sus palabras. El distanciamiento entre hermanas, especialmente cuando se trata de algo tan profundo como la relación entre Aitana y Gala, no es algo que se resuelva fácilmente. La tensión en su voz reflejaba un miedo genuino, uno que muchas veces se arrastra con el tiempo.

-Es probable que al principio haya un poco de tensión-le respondí, tratando de ofrecerle algo de consuelo.-Pero recuerda, es tu hermana. El amor que se siente por una hermana no desaparece así como así, no importa cuánto tiempo pase o qué haya sucedido entre vosotras.

Aitana asintió lentamente, aunque su mirada aún mostraba inquietud.

-Lo sé. Pero a veces me pregunto si las cosas han cambiado demasiado. Nos hemos distanciado y todo ha sido tan complicado-Dijo aún nerviosa.

-Las cosas pueden haber cambiado, sí- le confirmé-pero eso no significa que el vínculo entre vosotras se haya roto. Las relaciones, incluso las más cercanas, atraviesan altibajos. El importante es el esfuerzo y el deseo de reconectar.

La conversación brindó algo de alivio a Aitana, aunque la tensión seguía allí. A veces, el simple acto de hablar sobre nuestros miedos y preocupaciones puede ser un primer paso para enfrentarlos. El trayecto continuó, y el tiempo se desvaneció mientras la conversación fluía, ayudando a aliviar un poco de la ansiedad que sentía Aitana.

Cuando finalmente llegamos a las Rozas, el destino que todas esperábamos con una mezcla de emoción y nerviosismo estaba a la vista. Aitana parecía algo más tranquila, aunque todavía no estaba completamente deshecha de sus temores. Pero la charla sincera había hecho que, por lo menos, el peso en su pecho se sintiera un poco más ligero.

Con cada paso que dábamos hacia el lugar de concentración, el ambiente cambió, y la realidad de lo que estaba por venir se hizo más tangible. Pero la confianza de que el vínculo entre hermanas no se pierde tan fácilmente era un consuelo que Aitana podía llevar consigo, mientras nos preparábamos para enfrentar la nueva etapa que nos esperaba.

El lugar pronto se llenó del bullicio típico de una llegada tan esperada, y el aire estaba cargado de emoción y anticipación. Saludé a varias compañeras cuando llegamos vestíbulo, y el ambiente se llenó de abrazos y risas.

Sin embargo, al ver que Aitana permanecía a mi lado, noté que su expresión era inusualmente tensa. Me sorprendió ver cómo su mirada estaba fija en un punto específico del grupo, sin moverse ni siquiera para saludar a las jugadoras que ya estaban allí. Seguí su mirada y vi a Gala, que estaba conversando con algunas de sus compañeras, esperando junto a un grupo de jugadoras.

Aitana no se movía, su postura rígida y su rostro denotaban una mezcla de nervios y preocupación. Me sorprendió que, a pesar de la proximidad, no diera el paso para acercarse a su hermana. La tensión entre ellas era palpable, y el miedo al rechazo parecía estar claramente presente.

Mientras las demás jugadoras se acercaban a saludarse y a acomodarse, Aitana permanecía en su sitio, observando a Gala desde la distancia. El contraste entre el bullicio alegre del vestíbulo y la evidente indecisión de Aitana no pasó desapercibido para mí.

Era evidente que el reencuentro con su hermana era un momento cargado de emociones para Aitana. Observé cómo Gala, al notar la presencia de Aitana, levantaba la vista con una expresión de sorpresa y expectativa, pero aún sin moverse hacia ella. La distancia entre las dos parecía amplificarse con cada segundo que pasaba.

Mientras seguía observando, me di cuenta de que la preocupación de Aitana era palpable. El miedo al rechazo y la ansiedad por el reencuentro estaban claramente afectando su comportamiento. Era una escena llena de tensión y emoción.

La dinámica entre las dos hermanas, la lucha interna de Aitana y la reacción de Gala eran un recordatorio de las complejidades de las relaciones familiares. La situación se estaba desarrollando lentamente, y me preguntaba cómo se resolvería este momento crucial entre ellas.
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¿Hay tensión o miedo?🫢

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora