XCIII

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Había pasado toda la noche en vela, dándole vueltas a lo que había pasado. No podía seguir así. Todo lo que había sucedido entre Gala y yo en los últimos meses me había destrozado, pero también me había hecho darme cuenta de algo: si seguíamos dejándonos llevar por los celos, las inseguridades y el miedo, nunca íbamos a encontrar la paz que ambas necesitábamos. Y yo no quería perderla.

Decidí que tenía que ser valiente. Por mucho que el orgullo me gritara que lo dejara estar, sabía que si no hacía algo, me arrepentiría el resto de mi vida. Necesitaba hablar con Gala, pedirle perdón por todo el daño que mis dudas y mis inseguridades habían causado. Pero más que eso, necesitaba decirle que quería empezar de nuevo, sin todo ese peso sobre nosotras. Sin miedos ni incertidumbres. Solo nosotras.

Así que, sin pensarlo mucho más, me dirigí a su casa. Mientras caminaba, intentaba encontrar las palabras adecuadas, pero ¿cómo resumir meses de confusión, de sentimientos encontrados, de errores y arrepentimientos en una sola conversación? No tenía ni idea, pero iba a intentarlo.

Cuando llegué, mis nervios estaban a flor de piel. Me detuve frente a su puerta, tomando aire profundamente antes de tocar el timbre. Lo que sea que fuera a pasar hoy, tenía que ser sincera, y eso me aterraba tanto como me daba fuerza.

Esperé unos segundos que parecieron eternos. Finalmente, la puerta se abrió, y allí estaba Gala. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no podía descifrar del todo. Nos miramos en silencio durante un par de segundos, ese tipo de silencio que pesa, que lo dice todo y a la vez nada.

—Hola —dije, con la voz un poco temblorosa, pero decidida.

—Hola —respondió ella, más suave de lo que esperaba.

Podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho, como si fuera a explotar en cualquier momento. La miré a los ojos, y sentí que todo el discurso que había preparado en mi cabeza se desmoronaba. Lo único que quería era pedirle perdón.

—¿Puedo pasar? —pregunté al final, mi voz más baja, casi suplicante.

Asintió y me dejó entrar. La casa estaba tan familiar, y a la vez tan extraña. Cada rincón me recordaba a nosotras, a todo lo que habíamos compartido, a todo lo que habíamos roto.

Nos quedamos de pie en medio del salón, y el peso del silencio volvió a caer sobre nosotras. Tenía que decir algo, no podía quedarme allí quieta. Así que tomé una respiración profunda y decidí que era el momento.

—Gala, yo... —comencé, buscando las palabras adecuadas, pero no fue fácil—. Yo sé que todo esto ha sido un desastre, y sé que gran parte de eso es culpa mía. Mis inseguridades, mis celos, todo... Te hice daño, y lo lamento más de lo que puedo poner en palabras.

Ella me miraba con una mezcla de sorpresa y cautela, como si no supiera qué esperar de lo que venía.

—No es justo lo que te hice pasar —continué—. Sé que te alejé, sé que te hice sentir como si no confiara en ti. Y eso... eso nunca fue mi intención. Yo confío en ti, Gala, pero me dejé llevar por mis miedos y todo lo que venía con ellos.

Me detuve un momento, tratando de calmar el nudo en mi garganta.

—Quiero empezar de nuevo —dije finalmente, con una voz que casi parecía romperse—. Quiero que lo intentemos, pero de verdad esta vez. Sin miedos, sin incertidumbres. Solo nosotras, aprendiendo a querernos de nuevo, pero bien. Te echo tanto de menos, Gala, y sé que lo que teníamos valía la pena, pero lo arruiné.

Mi corazón estaba en sus manos ahora. Había dicho todo lo que sentía, todo lo que había estado guardando. La miré, esperando, sin saber qué haría o qué diría. Pero lo único que me importaba en ese momento era que había sido honesta, que le había mostrado todo de mí, sin máscaras.

—Lo siento —añadí, con la voz más baja, mientras las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos—. Lo siento de verdad.

Había puesto todo sobre la mesa, y ahora solo quedaba esperar.

El silencio entre nosotras parecía interminable, uno de esos silencios que lo llenan todo y te hacen dudar de cada palabra que acabas de decir. Mi corazón latía tan fuerte que sentía que podía escucharlo en la habitación. Gala no había dicho nada aún, y los nervios me estaban matando.

La miré, con los ojos brillando por las lágrimas que había intentado contener mientras hablaba. Sus facciones estaban serias, pero algo en sus ojos me hizo sentir que estaba escuchando, que de alguna forma me entendía.

Y entonces, después de lo que parecieron minutos eternos, Gala asintió despacio.

—Jana —comenzó, su voz era suave pero firme—. Yo también he pensado mucho en todo esto, en lo que pasó entre nosotras. Cuando decidí que lo mejor era separarnos, lo hice porque pensaba que así dejaríamos de hacernos daño. Pero nunca dejé de quererte. Nunca dejé de pensar en ti ni un solo día.

Mi respiración se volvió aún más pesada al escuchar sus palabras. Sentía una mezcla de alivio y emoción, pero también miedo.

—Sé que cometimos muchos errores —continuó Gala—. Las inseguridades, los celos... Nos envenenaron poco a poco. Pero no quiero seguir viviendo con eso. No quiero que lo que teníamos se destruya por nuestros miedos.

Me tomó de las manos, su contacto fue delicado, casi como si estuviera asegurándose de que yo realmente estuviera ahí, que esto no era solo una fantasía.

—Vamos a trabajar en esto, Jana —dijo finalmente, mirándome directamente a los ojos—. Vamos a aprender a querernos de una manera mejor, más sana. Pero lo más importante es que lo haremos juntas. No quiero que esto sea un "tú" y un "yo". Quiero que seamos un "nosotras". Porque a pesar de todo lo que ha pasado... te sigo queriendo, y no quiero perderte.

Mis labios temblaron al escucharla decir eso. Todo lo que había deseado, todo lo que había soñado durante semanas, ahora estaba frente a mí. Gala me estaba dando una oportunidad, pero también me estaba pidiendo lo mismo: compromiso, esfuerzo, y un amor sin reservas, sin barreras.

—Gala, yo… —intenté hablar, pero mi voz se quebró. Las palabras ya no parecían necesarias. Me incliné hacia ella y la abracé con fuerza, sintiendo cómo el peso de los últimos meses se disipaba, aunque solo fuera un poco.

Nos quedamos así, abrazadas, por lo que pareció una eternidad. Sentí su corazón latir contra el mío, sincronizados de nuevo.

—Lo haremos juntas —repetí en su oído, como una promesa, mientras nuestras respiraciones volvían a calmarse.

Y en ese momento supe que, aunque el camino por delante sería difícil, estábamos dispuestas a luchar por lo que teníamos. Estábamos dispuestas a amarnos, bien esta vez.
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Hoy se acaba esta historia😔

Al menos no me he pasado tanto como en la anterior de Jana😈

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora