LXXXIX

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Jana me miraba en silencio, sus ojos buscando algo en los míos, y de repente, con mucho cuidado, como si temiera romper el frágil hilo que aún nos unía, tomó mi mano entre las suyas. El simple contacto me estremeció, como si un calor inesperado recorriera mi cuerpo en un segundo.

No dijo nada al principio. Solo me miraba, como si estuviera decidiendo qué decir, qué hacer. Entonces, su voz salió suave, pero clara, cargada de una mezcla de incertidumbre y valentía.

—¿Qué sientes, Gala? —preguntó, su tono directo pero lleno de cuidado.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía que esa pregunta era crucial, y no podía evitar sentir que la respuesta que diera cambiaría el rumbo de todo. Me quedé en silencio durante unos segundos, dudando si debía decir lo que realmente sentía, si debía ser honesta con ella y conmigo misma. ¿Qué significaría eso para nosotras? ¿Qué haríamos después?

Jana no apartaba los ojos de mí, dándome el espacio que necesitaba, pero también esperando una verdad que sabía que debía salir.

Respiré hondo, solté el aire despacio, y aunque mi cabeza quería detenerme, mi corazón, ese mismo que había estado tan roto, tomó el control. La miré a los ojos, sin apartar la mirada, decidida.

—Te quiero, Jana —dije al fin, sintiendo cómo esas palabras pesaban y, al mismo tiempo, aligeraban la carga en mi pecho—. Te quiero con locura. No sé cómo dejar de hacerlo, y por más que lo intente, no puedo. Te quiero más de lo que puedo expresar, más de lo que puedo soportar.

El silencio volvió a caer entre nosotras, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de significado, de esas palabras no dichas que flotaban en el aire. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos, que se sintieron como una eternidad. El dolor seguía ahí, el miedo, la inseguridad… pero en ese momento, lo único que importaba era lo que sentíamos la una por la otra.

Entonces, Jana dio un paso adelante. Sin dejar de mirarme, se inclinó lentamente hacia mí, y pude ver cómo sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y algo más, algo que solo había visto en contadas ocasiones.

Su rostro estaba tan cerca del mío que sentí su respiración contra mi piel, y antes de que pudiera procesarlo, sus labios encontraron los míos. Fue un beso suave al principio, lleno de cuidado, pero pronto se volvió más profundo, más urgente, como si las palabras que no podíamos decir se estuvieran transmitiendo en ese instante.

Me aferré a ella sin pensarlo, como si temiera que si la soltaba, todo se desvanecería. Mis manos temblaban mientras la atraía más hacia mí, y por un breve momento, el dolor que había sentido durante semanas se desvaneció. Era solo nosotras dos, como había sido antes de que todo se complicara.

Jana

El beso fue intenso, como si todo el dolor acumulado entre nosotras se desvaneciera por un momento. Pero apenas unos segundos después, me separé. Sentí un nudo en el pecho, la culpa me golpeó de lleno. ¿Qué acababa de hacer? ¿Qué estábamos haciendo?

Agaché la cabeza rápidamente, alejándome de Gala, y me pasé las manos por la cara, intentando aclarar mi mente, pero no lo conseguía. Sentía que el peso de todas las decisiones equivocadas caía sobre mí. ¿Cómo había sido capaz de besarla después de todo lo que le había hecho pasar? Después de todo el dolor que había entre nosotras.

—Perdón, Gala —dije, mi voz rota por la frustración—. No tendría que haber hecho eso. Soy una egoísta. No paro de cagarla.

No podía ni mirarla a los ojos, el remordimiento me consumía. Me sentía como si hubiera cruzado una línea que no debía cruzar, como si al besarla solo estuviera siguiendo un impulso que no me correspondía. Sabía que lo que sentía por ella era real, lo había sido siempre, pero al mismo tiempo, me parecía injusto. No debería haberla arrastrado de nuevo a este torbellino de emociones, no cuando ella ya había sufrido tanto por mi culpa.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora