—Pringado—
Después de varios días más en casa de sus padres, Hesper y Gus se fueron por fin a pase lo que les quedaba de vacaciones con su abuela. Estuvieron la tarde recogiendo sus cosas, fueron a casa de Marisa a coger el baúl de Gus y su ropa y de allí, Stephen los dejó en la casa de Imogen, a las afuera de Londres.
Esos últimos días de vacaciones fueron sencillamente maravillosos para ambos chicos. Limpiaron el sótano a lo muggle juntos, cocinaron deliciosas galletas que Imogen les había dejado dar la forma que más les gustara a ellos. Y finalmente, estuvieron el último día poniendo en práctica su magia —que al estar en casa de una bruja los del Ministerio de Magia no podían saber que eran ellos y no la adulta—, ayudando a su abuela en el inventario de nuevas fórmulas, dándole ideas y de nuevas pociones.
El último día antes de volver a Hogwarts, Gus y Hesper iban a salir de compras con Imogen, porque, decidieron llevarle un regalo de Navidad atrasado a Hagrid, quién les había regalado a ambos un ejemplar de “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos” para no tener que pelearse por uno solo.
Esa misma tarde, estaban intentando realizar un bonito nudo con cinta de regalar sobre su regalo, pero era casi imposible, y cuándo lograron al fin realizarlo, les salió una chapuza adorable. Dentro de la caja agujereada por todos lados, se escuchó una especie de gemido, y Gus, levantó la tapa con prisa para meter la mano dentro y acariciar al dueño del gemido que había cesado.
(...)
—No os portéis mal. No habléis con extraños si se os acercan. No habléis mal. Y no ideéis planes malignos contra nadie, ¿entendido? —Amanda tenía a ambos niños cogidos cada uno por un brazo mientras los avisaba.
—Sí, mamá. Ahora suéltanos que no encontraremos un vagón vacío. —Murmuró Hesper cansada de la décima vez que su madre le decía aquello a Gus y a ella esa mañana.
Durante todo el camino de casa de Imogen hasta Kings Cross, na madre de Hesper no había dejado de advertirles sobre todo y les repitió la misma frase cuarenta mil veces.
Cuando les dio un último beso de despedida en la frente, ambos niños se encaminaron con paso emocionado hacia los vagones del tren que silbaba llamando na atención de muchos.
Se pasaron casi veinte minutos buscando un maldito compartimiento vacío hasta que se rindieron y decidieron entrar en el siguiente que encontraran.
Gus corrió la puerta movediza y se encontraron con una sola persona sentada en el interior del lugar, que nada más verlos, se puso en pie y salió del compartimiento con sus cosas.
—Que raro. —Comentó Hesper
—Pues mejor, así lo tenemos todo entero para nosotros. —Reiteró Gus sonriente.
En chico se sentó en el extremo del vagón para poder mirar por la ventana y ver a los padres de Hesper y su abuela, saludar hacia él sonriéndole. Hesper se sentó enfrente y se dejó caer con la caja agujereada al lado.
Ambos niños se pasaron la mañana hablando de estupideces cómo que objetos hechizar para que los alumnos los tocasen o cómo tendría la cara Marisa después de lavarse la cara.
—Seguro que parecería un muerto. —Dijo Gus.
Después de hablar de cosas sin sentido, cada cual se centró en algo. Gus cogió una libreta y se puso a escribir en ella cómo si su vida dependiera de ello, y Hesper, sacó la diminuta caja negra que su abuela le había regalado y la abrió una vez más para ver que los polvos rosas seguían allí. Se lo pensó mucho durante veinte minutos, cuando decidió probarlo.
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...