Capítulo 58

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—Revelando Secretos A Un Desconocido—

El viento soplaba rugiendo rabioso esa tarde. Las hojas bailaban de aquí para allá, y las ramas de los árboles despedían el invierno agitándose. En Hampsted la primavera anunciaba su llegada un tiempo antes de que su tren entrara en el andén a los habitantes y a los viajeros.

Las calles estaban tranquilas y vacías de gente a esas horas. Lo único que se movía eran los coches que de vez en cuando pasaban frente a las propiedades o las plantas. En el cementerio de Hampsted no era muy diferente. Ahí, el viento soplaba entre las tumbas, haciendo vibrar un sonido melodioso que solo se podría asociar a un lugar como ese. Al frente de todo, en la colina del cementerio, había una estatua de un ángel con las alas desplegadas hacia los lados, mirando hacia arriba, con un brazo extendido intentando alcanzar algo, que según la expresión de su rostro, era absolutamente divino.

Era grande, y estaba cubierto por la sombra de los grandes árboles. A sus pies se extendían casi dos kilómetros de tumbas. Cada una con una historia diferente y con una persona diferente. La mano libre del ángel, sujetaba lo que parecía un rollo de pergamino, con todos los nombres de los muertos escritos ahí. Literalmente.

En el vacío cementerio, solo había una persona en esos momentos caminando. Imogen iba sujetando su varita dentro del abrigo de algodón largo de color marrón caoba, mientras el frío viento le azotaba el rostro en el que comenzaban a aparecer las arrugas, casi impredecibles.

Se salió del camino que llevaba cogiendo desde que entró en el lugar, y caminó hasta la elevación en el terreno.

Bajó la colina pisando el césped con los cortos tacones de los zapatos, hacia la tumba que estaba a la sombra de un enorme sauce que parecía llorar por todas las almas condenadas de ese lugar

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Bajó la colina pisando el césped con los cortos tacones de los zapatos, hacia la tumba que estaba a la sombra de un enorme sauce que parecía llorar por todas las almas condenadas de ese lugar. Imogen, detuvo el paso cuando vio otra figura frente a la tumba que iba a visitar.

Continuó bajando, y acercándose más hacia la tumba de Julius. Cuando le faltaba menos de quince metros para alcanzarla, reconoció por la espalda al visitante de su difunto esposo. Era un hombre, vestido con una túnica de luto, completamente negra con dejes plateados en las mangas y posiblemente en la zona del cuello. Ese hombre que Imogen había reconocido, jamás lo había visto coincidir con ella yendo a visitar a Julius. De echo, Imogen pensaba que por la discusión que hubo entre ambos, Baltimore no se dignaría a aparecer.

Pero allí estaba, hablando entre susurros, no sabía si consigo mismo o con la tumba. Imogen siguió caminando y se posicionó justo al lado. Al instante, el hombre dejó de mover los labios, pero no apartó la mirada de la tumba.

—Imogen. —Saludó el hombre.

—Buenas tardes, Baltimore. Me alegra volver a verte. —Dijo la mujer mirando fijamente la lápida con el nombre de su difunto marido esculpido, junto con sus fechas. Unas que recordaba dolorosamente.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora