Capítulo 74

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—Despedida Profanada—

Habían pasado ya dieciocho días exactos desde el último encuentro que Hesper tuvo con su abuelo. Al volver a casa notó un comportamiento demasiado raro para su gusto en sus padres, incluso en su hermana. Lo primero que le preguntó su padre era con quien estaba en Hogwarts en ese último trimestre. Hesper le había contestado tranquilamente que con nadie excepto Rick, que se pasaba a quedarse algunas tardes con ella, si no tenía que estudiar para sus ÉXTASIS de séptimo, y eso estando un año antes. Sí que deberían ser difíciles si la gente estudiaba un año antes. No le importaba, también le dijeron que los TIMOs había que tomárselos a muerte, cuando ella con solo que estudiar Pociones, Astronomía y mentiras un fin de semana entero sin distracciones, ya estaba segura de que si hubiera una nota más alta al tope impuesto, ella la obtendría. Había hablado más veces con su abuelo, había hablado consigo misma más veces. Se acabó la modestia, como le dijo Lily, no hacía falta mentir. No se mentiría, ella sabía que era la mejor de todo su curso, tal vez algo igualada con Quirinus, pero los superaba a todos si ponía su cabeza donde debería estar. Y eso haría, Hogwarts conocería otra cara por su parte. Se acabó el ser la niñita adorable, verían al monstruo que todos ansiaban. Y se arrepentirían. La criatura que habitaba su interior, estaba a un suspiro de ser libre. Las palabras malinterpretadas de su abuelo eran las dagas que la liberaban.

Había ido al funeral de su abuelo, y se había puesto un vestido. Uno negro como el color que adquiría su alma, como el color que tenían las malas ideas que cubrían con creces como un manto a las buenas. Hesper tenía miedo, estaba dejando a su yo más agresiva y violenta en libertad, y sabía que su poco autocontrol se perdería si esa otra tomaba el control. Podría haber una catástrofe tanto dentro de su cabeza como fuera de ella, porque la otra expresaba sus emociones y pensamientos a lo grande, todo lo que se le ocurriría hacer, lo haría bajo cualquier coste que no pagaría ni pensándolo. Hesper temía por si misma y por las únicas personas que todavía la trataban como a una persona humana y no como a una pared más de piedra. Lo dicho, fue al funeral vestida de luto destacando en ella tan solo su piel clara y los brillantes ojos azules. Lo que vio en ese funeral la hizo inclinarse más hacia su otra yo, la hizo sentir algo más negro que el fondo de un pozo.

Ese día, era la despedida de su abuelo Glenn. Su madre lloró a mares sin conseguir controlarse, Hesper vio a su padre abrazándola por los hombros, escondiéndola de la realidad y diciéndole cosas susurradas para que solo ella las oyese, limpiándole las lágrimas al mismo tiempo con la mano. Su hermana había ido con Gordon, quien le había caído muy bien a su abuelo Glenn, puesto que los dos pasaban el tiempo juntos hablando de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Jody también lloró como si no hubiera mañana. Su abuela lloró, su tía Gema lloró incluso vio llorar a Rick. Pero ella no lloró, no que va. Se lo dijo muy claro a sí misma, no lloraría. Las lágrimas no acudieron, porque su mente mantenía repetidamente las palabras de su abuelo. Él mismo le hizo prometerle que nunca lloraría por él cuando el día de su viaje llegara, cuando tuviera que partir al otro mundo. Le prometió dejarle un mapa para que supiera encontrarlo cuando el día de su partida llegara, y Hesper se concentraba en encontrar ese mapa.

Pero eso no fue lo que la indignó de tal manera hasta cabrearla. No, no. Lo que enfureció a Hesper, fue mirar de refilón a una lado y encontrarse a Gus y Lily más allá, vestidos de luto igual que todos los que estaban ahí. ¿Como se atrevía Gus a poder ir después de haberle dicho lo que le había dicho? ¿Como podía tener tal cara? Glenn era y fue su abuelo, eso Gus debía tenerlo claro. Fue SU abuelo, y de nadie más que suyo y de su hermana. Gus sobraba ahí, eso era un funeral familiar, no deberían estar forasteros, mucho menos ellos dos. Hesper sabía que su madre los había invitado, en todo caso había invitado a Gus porque lo consideraba como su hijo. «Pero no lo es. Gustav no es su hijo, ella es mi madre, y solo mía. Él no tiene madre, que viva con ello» pensó mordaz en ese momento, girándose hacia delante con la mirada gacha, porque prefería que nadie viera el asco que se había abierto paso por sus ojos. ¿Querían sinceridad? ¿Querían la verdad? Ella las regalaría a diestro y siniestro. Se lo echaría todo en cara, a TODOS. Nadie era su amigo, ella ya no tenía amigos, se había quedado sola y así lo prefería. Su amigo fiel y verdadero era su abuelo.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora