Capítulo 52 | Maratón 2/3

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—El boggart—

Hesper cogió a Marisa de los hombros y la alejó bruscamente de su amigo. La mujer sintió alguien cogiéndola desde detrás, después de un golpe sordo en la entrada. Trastabilló hacia atrás por culpa de los tacones, y su ira solo aumentó más al ver que quien tenía delante era Hesper. Volvió a levantar la mano dispuesta golpear a la chica que tantos problemas le había causado, pero James reaccionó más rápido y le sujetó la huesuda muñeca en el aire, mientras que Sirius tenía prácticamente la varita enterrada en su clavícula.

No supo por qué ni como, pero al ver la clara intención de la mujer desvergonzada que tenía enfrente, estuvo dispuesto a hechizarla sin importarle el Ministerio y sus leyes, y si le hubiera llegado a tocar un solo pelo a Hesper, entonces las consecuencias iban a ser fatales para esa arpía. Probablemente, su madre, Walburga, hubiera estado encantada al saber que la vergüenza de su familia había hecho pasarlo mal a un muggle, pero un sentimiento de enojo total lo invadió cuando vio que esa mujer sin escrúpulos pegar a Gus, al cual aunque molestaba y se burlaba, le empezaba a coger cariño.

Marisa se cayó sentada en el sofá de detrás cuando James la soltó, mientras Sirius la seguía apuntando con la varita.

—Baja la varita Sirius, no se merece tanta honradez. —Dijo Hesper suavemente, bajándole el brazo.

Aunque no fue contacto directo, y Hesper no lo hizo con ninguna intención, eso lo calmó, y para el asombro de James, Sirius El Alma Libre Black, obedeció una orden. El ojigris lo hizo casi inconscientemente, pero James sospechó igualmente, y decidió que más tarde le echaría el ojo encima.

Hesper, miraba analizando a esa cosa que se hacía llamar persona humana. El rostro de Marisa estaba crispado por un ligero temor en ese instante al verse rodeada. Hesper apartó con amabilidad a James y se agachó frente al rostro de la madrastra de su mejor amigo, para mirarle con impasibilidad, neutral, sin ningún rastro de enfado en el rostro, pero con la ira ardiendo en su ojos. Los claros ojos de la gárgola se fijaron en los de Hesper con fiereza. Retándola.

—Ni Gus ni ninguno de ellos son satánicos. Practican magia normal, magia blanca. —Susurró de forma que solo Marisa la oyera.— Pero yo no. Créeme, Marisa, podría hacerte vomitar tus intestinos y disfrutar viéndote si vuelves a ponerle un solo dedo encima a Gus. Ellos tiene límites, pero yo al igual que tú, no los conozco.

A Marisa le dio un tic en el ojo derecho, ahora muerta del miedo cuando escuchó lo que Hesper le había dicho. Sabía que esa niña no era normal. Sabía que era un peligro andante. Y también sabía que sería capaz de hacer lo que prometía.

Hesper, se alejó y sonrió asustando más a Marisa, antes de borrar esa sonrisa de un tirón. Se dio la vuelta, y vio que Remus había ayudado a Gus para ponerse en pie. El chico tenía él labio partido, y posiblemente se hubiera herido la mejilla dentro. Hesper se acercó a él y lo abrazó fuertemente. Gus correspondió sintiendo una ganas tremendas de llorar por todo lo que le pasaba. No había hecho nada malo para recibir tales tratos. No hacía nada malo, y aun así, se tenía que tragar golpe tras golpe como si fuera un saco de boxeo. Pero, esa vez logró no llorar, no le daría ese lujo a la demente de su madrastra.

Marisa los miró de nuevo con un odio atroz en los ojos. Sirius la miró con una mueca de repulsión, ¿qué le pasaba a esa? Lo que a esa mujer le ocurría era algo muy sencillo, no soportaba ver a Gus siendo querido por alguien. Quería dejarlo solo, amargarle la vida como pudiera, darle el envenenado final que Karen se merecía, para ver si conseguiría salvar a su querido hijito de ella. No quería que Gus se sintiera querido por nadie, no quería que nadie se acercara a él. Por ello, odiaba a Hesper con todo su alma. Esa mocosa hacía sentir al ser que vivía en su casa pertenecer a una familia que lo quería. Y Gus no podía ser querido. Por nadie. Y Hesper era quien lo hacía sentir eso.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora