Capítulo 84

4K 411 190
                                    

—Jamás Le Des Ideas Al Descontrol—

Después de terminarse el desayuno, Hesper subió de nuevo hacia su dormitorio por su varita, que había olvidado bajo la cama. Eso, y dar de comer a Willy Wonka. En ese mismo momento, salía a través del hueco del retrato de la Dama Gorda hacia las escaleras encantadas. Hesper iba con su rollo de pergamino en la mano, lista para entrar en el aula y dejárselo al profesor en la mesa y librarse de esa tortura por fin. Había trabajado duro en él, como se había prometido hacer con todo. Mientras tanto, Hesper iba bajando tranquilamente escalón a escalón, ajena a la persona que iba detrás, directa hacia ella.

De repente, sintió un fuerte golpe desde la espalda, y se tropezó con sus pies, yendo a parar a la barandilla bruscamente, dándose en el estómago y soltando el rollo de pergamino, que cayó hacia el vacío entre las escaleras. Hesper intentó atraparlo casi tirando medio cuerpo por encima de la barandilla, pero no tuvo éxito. Lo rozó con las yemas de los dedos, pero era demasiado tarde.

—¿Ahora pasas el rato con fantasmas como tú? —Se burló Marlene mientras seguía descendiendo por la escalera sin mirar a Hesper.

—Cierra la boca. —Espetó Hesper entre los dientes siseante.

—Intenta cerrármela tú si puedes, taburete de segundas. —Se mofó Marlene.

Había sido ella la que la había empujado con el hombro, la que había causado que su trabajo cayera por la barandilla. Hesper sintió una cólera extensiva, se había tragado y aguantado mucho, demasiado. Ese trabajo le había costado noches sin descanso y días sin pausas. Pero, lo que más la cabreó, era eso. ¿El qué? El hecho que siempre la subestimaran por ser pequeña, pensando que podían con ella. Eso la enfurecía, y Marlene lo había había hecho en ese momento, mirándola desde atrás con asco y encima la empujó porque sabía perfectamente que con un cuerpo tan flacucho como el suyo iba a ser fácil hacer que se fuera hacia delante. Inspiró bruscamente, sintiendo la ira bullir en su interior.

Le habían tocado la dignidad con ese comentario. Marlene se había pasado de lista esa vez, y Hesper podría soportar cualquier insulto hacia ella, cualquier humillación, pero no pensaba soportar el que la trataran como a la mierda. Ella merecía más respeto que esa puta rebajada, ¿y la trataban de esa manera? Nadie la iba a mirar a ella de inferior, ni en sus mejores sueños. Jamás. «Recuerda, Hesper: Autocontrol» le susurró una voz en su cabecita, suave, arrullando, pero muy lejos esa vez.

—¡A la mierda el autocontrol! —Gritó temblando de la histeria. Algunos de los cuadros se sobresaltaron y otros la reprendieron por el mal vocabulario, pero Hesper no estaba para tratar con personajes parlanchines.

Apretó los dientes con fuerza, respirando agitada. Sacó su varita de la bota y convocó el rollo de pergamino, pero no vino. Lo intentó más de una vez, y ninguna dio resultado. Se enfadó muchos más, y por si fuera poco, odió a Marlene hasta el nivel de ir tras ella y tirarla por la barandilla, pero la rubia ya había desaparecido dejándola a ella sola en las escaleras con sus demonios. Le vibraron las pequeñas aletas de la nariz del enojo que le recorría el cuerpo como una descarga eléctrica. Se colocó mejor el bolso que por suerte no se había caído, y miró sombría hacia las escaleras, antes de bajarlas hacia la clase a la que ya llegaba tarde por culpa de Marlene. Pero no le importaba, porque se lo iba ha hacer pagar a esa hija de puta. Le iba a cobrar todas sus deudas, todas las humillaciones y burlas hacia ella, y no pensaba quedarse corta. Avery y McKinnon eran los siguientes de su lista, y debido aquel ataque de ansiedad que por poco le daba en medio de un piso sola, ya se le había ocurrido qué hacer.

Mataría dos pájaros de un tiro, y caerían con fuerza hacia abajo.

«De mi no te libraras esta vez, Marlene. Te juro por mis santos muertos que lo pagarás caro.» Pensó Hesper bestialmente. «Espera y verás, zorra. Espera y verás

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora