—Nunca Fue Un Libro—
Decir que no se arrepentía de haberse puesto un pantalón que casi no abrigaba era una mentira, pero decir que se arrepentía de haber cogido la entrada sur del pueblo para su vuelta a Hogwarts, era una verdad un tanto extraña.
Hesper nunca se había sentido tan expuesta yendo por una calle sin compañía de nadie como en ese momento. Quizá si no hubiera visto a Sirius y a Marlene sentados en un banco que, para su increíblemente mala suerte, se encontraba en mitad de la calle, no se habría encontrado tentada de dar media vuelta y buscar otro atajo. No era como si no hubiera más gente, porque alumnos de la escuela no faltaban, pero después de cómo se habían quedado las cosas entre Sirius y ella, y desde que había sentido una pieza perdida durante años encajar en ella de golpe, Hesper no notaba la energía suficiente para sujetar montañas como lo había hecho en el pasado.
Peor todavía, fue el hecho de que Sirius la pillara mirándolo, como si alertado por alguien inexistente, hubiera desviado los ojos de Marlene hacia ella, que hablaba mirándose las manos. Igual que en todo, su mente realizó el rápido símil entre la reacción de su «yo» del curso pasado, su versión hasta ahora más reciente, que habría pasado por delante como si hubiera paredes a los lados y no personas, y su «yo» del presente inmediato, su versión más encontrada, que no veía como tenía que pasar frente a ellos y mantenerse indiferente; ya no entendía el idioma con que le hablaba la indiferencia.
Porque la indiferencia la había abandonado como una huidiza y cobarde amiga. Antes no lo había hecho, pero ahora que Hesper estaba despierta y consciente, no había sentimiento neutro o negativo que no tuviera que pugnar en su cuerpo y alma para ganarse su favor por encima de todas aquellas cosas que llevaban tiempo batallando para llamar su atención, cosas como el nerviosismo, la inseguridad y la poca confianza en sí misma.
Pese a que en otra situación estas otras cosas hubieran sido las tildadas de negativas, (porque lo eran) en esta, Hesper sabía que eran positivas. No porque la beneficiaran a grandes rasgos, que jamás, sino porque una pequeña dosis de nerviosismo afianzaría la confianza en sí misma y aplastaría la seguridad. Ese pequeño virus sería el detonante de una reacción por su parte más orgullosa, cara, que ni en mil siglos permitiría su presencia caer degradada ante nadie.
Y así fue como, esa altiva cara asomó. Hesper no había dejado de caminar hacia allí, pero había apartado la mirada en el mismo instante en que se cruzó con la grisácea de Sirius, dándose toda la imagen de alguien pillado infraganti. No había nada de malo en las personas que lo hacían porque les fuera inevitable; que ella no lo considerase correcto, se resumía en para y por ella, no era una norma aplicable a la mayoría universal. Cada ser humano reaccionaba de una manera distinta, y si Hesper despreciaba esa forma de reaccionar, era porque sabía que no era la suya.
Además, tras el retortijón de su estómago, Hesper sintió el escozor, aunque involuntario, de verlo con Marlene. En su día ella le cogió tirria por lo que le hizo a quien había sido su amiga, pero esta parecía haber decidido perdonarlo por la forma tan despreocupada con la que hablaban. Ese fue otro factor que contribuyó a la situación de aprisionamiento que percibía; no quería que Marlene la viera pasar por delante como a una perdedora, y por añadido a eso, con lo insistente que estaba últimamente por intentar arreglar las cosas entre ellas, le hablaría, y lo que Hesper no quería era encontrarse en la incómoda posición de verse ignorada por Sirius y obligada, por otra parte, a ser cordial cuando no le apetecía.
Sin embargo, su persona se formó sobre las contradicciones que nadie excepto sus ojos internos veían, y como tal, Hesper se dirigió hacia allí intentando parecer lo más campante posible y tratando de escabullirse entre las personas que salían de las tiendas para que Marlene no le viera. Pero ese día su suerte se había inclinado por la otra balanza, y el tiro le salió por la culata. Como a si a esta también le hubieran susurrado que Hesper venía por el otro lado de la calle, siguió los ojos de Sirius cuando él se distrajo, ya no mirando en su dirección, y dio con ella. Su rostro se iluminó, y Hesper llegó a ver que era una jovialidad sincera, pero la irritación que sintió fue imposible de retener.
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...