Capítulo 87

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—Al Borde Del Abismo—

Decir que Hesper sentía el corazón desbocado, era quedarse corto; demasiado. Le temblaban hasta los dedos de los pies dentro de los zapatos de los nervios. Vale, nunca había perdido los estribos sobre su control de esa manera. Aquello era nuevo para ella, pero tenía mucho que perder. Si una sola gota de esa poción llegaba a encontrar una grieta en su defensa, estaría arruinada. Revelaría que usaba magia negra; que la intentaron matar y que ella se vengó; que fue quien le cosió la boca a Marlene. Y el peor y más peligroso de todos, podría revelar la existencia de su abuelo después de que todos creyeran que había muerto hacía décadas.

No. No podía dejar ni una sola brecha, para eso su abuelo se había esforzado entrenándola. Ella les vencería, ella era mejor. Nadie iba a ordenarle qué responder si ella no quería hablar.

Dumbledore seguía sentado en su posición cómoda y tranquila, mientras que McGonagall cogió un vaso y vertió en él agua hasta la mitad. Dejó la jarra de agua en su sitio, y cogió una botella diminuta que contenía otro líquido transparente, del que echó tres gotas. Hesper se ofendió de una forma monumental. ¿Por qué? Porque desde hacía tres días, llevaba oyendo a la gente decir que McGonagall echaba dos gotas de Veritaserum en su vaso de agua, y a ella va y le echa tres. Aquello era traición, pero a su profesora no le importó, sino que se acercó a ella con paso decidido y una mirada igual de dura que las piedras, para ofrecerle el vaso.

Hesper lo cogió, y se lo llevó a los labios, bajo la atenta mirada de tres pares de ojos. No se lo bebió como bebería cualquier vaso de agua. No. Julius le había enseñado que el primer paso para poder evadir la fuerza posesiva de la poción, era el orden en la que se debía beber el líquido. Discretamente, Hesper siguió ese orden. Ligeros sorbos, sorbos largos. Respiraba. Vuelta a empezar, respirada, bebía y así hasta que se lo terminó. Aún con el vaso frente a la cara, pegado a sus finos labios, Hesper notó que ninguno de los tres adultos presentes se había percatado de su ritmo de bebida. Lentamente, alejó el vaso y lo fue dejando sobre el escritorio, hasta que sintió que la última gota del líquido incoloro le llegaba al estómago.

—Hesper, debe responder con sí o no. —Informó Dumbledore con amabilidad, cosa que Hesper no llegó ni a atisbar en sus palabras. Para ella eso no era amabilidad, no cuando la utilizaban para sacar provecho a base de un interrogatorio amañado.

—Vale. —Respondió fijando su mirada en la del director. El segundo paso era que no debía alejar la mirada en ningún momento de quien formulaba las preguntas.

—Perfecto, comencemos. —Dumbledore entrelazó sus largos dedos huesudos sobre la mesa, con aire taciturno.— ¿Fue usted, Hesper Imogen Kennedy, la causante del fuego cargado contra la vida de Otto Mulciber?

«Sí, fui yo, Hesper Imogen Kennedy Esas palabras tironearon de su lengua con fuerza e insistencia para salir de su boca, pero Hesper no podía dejarlas en libertad. Ella era dueña de sí misma, ninguna poción por muy potente que fuera iba a mandar sobre su persona. Clavó los ojos en el territorio enemigo, y mantuvo la calma de sus neuronas, de sus impulsos y de sus emociones. Parpadeó en una milésima de segundo, y forzó su cuerpo a expulsar algo irreal. Totalmente falso. Casi podía ver la respuesta cierta flotando en aire frente a ellos, e incluso veía que los profesores parecían leerla. Empujó todo el odio hacia fuera, todo el desagrado que le causaba esa gente por hipócrita y por usarla, y plasmó unas enormes letras rojas sobre la respuesta original.

—No. —Dijo ella resuelta, con lentitud, dándole especial énfasis al adverbio de negación. Hesper notó victoriosa como Dumbledore tensaba en una fracción de segundo un músculo del rostro, por lo que para rematar su victoria, añadió:— No fui yo.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora