Capítulo 40

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—Hogsmeade—

Estuvieron toda la semana desaparecidos. Sirius y James intentaron abordarlos en más de diez ocasiones y en ninguna lo conseguían, porque si estaban en los jardines, simplemente corrían al bosque y se transformaban y desaparecían, y si estaban por los pasillos, corrían hacia la las Sala de los Menesteres, nada más los veían acercarse. Iban a comer cinco minutos antes, para terminar justo cuando los alumnos iban entrando, y en la cena igual.

Entre los dos escribieron la carta a su abuela diciéndole que requerían de su presencia urgentemente en el pueblo de Hogsmeade aquel Sábado, y ésta, contestó rápidamente que ahí estaría, esperándoles en Las Tres Escobas.

Remus, intentó hablar con ellos muchas veces, pero en todas, encontraban el modo de ni mirarse ni estar a menos de cuatro metros cerca de él. Empezaba a asustarle la idea de que se iban distanciando, de qué ni siquiera lo miraran. Se alejaban de él en el momento en que le veían el pelo en algún lado, pero no era ese el motivo, él por qué desaparecían y ni cruzaban miradas con casi nadie era porque estaban concentrados en su trabajo de intentar ayudar a su amigo.

Habían pasado todo el tiempo posible en la biblioteca o en la Sala que Viene y Va, porque necesitaban soledad. Se trabajaba mucho mejor en silencio y bien concentrado. Justamente, el viernes por la mañana encontraron algo que los alegró muchísimo porque era el primer progreso que hacían desee que habían comenzado su investigación ultra secreta.

A los cuatro días, cuando James y Sirius se dieron cuenta de que ni Hesper ni Gus iban a revelar el secreto de Remus a nadie, comenzaron a dejarlos en paz, pero no por ello los iban a vigilar menos. Llevaban toda una maldita semana concentrados en algo. En las clases se pasaban papelitos hablándose de algo, James intentó interceptar uno de esos papelitos, pero como era obvio, la loca de Kennedy los había hechizado y mordían si no eras el remitente original. Luego, incluso los espiaron en la biblioteca hasta que la señora Wilman los echó por no hacer nada productivo más que molestar a sus compañeros.

Y lo mejor llegaba ahora. Dos tardes antes, el Miércoles, los siguieron bajo la Capa de Invisibilidad y descubrieron el lugar secreto al que desaparecían sus compañeros. Quedaron alucinados con la Sala de los Menesteres, que se convirtió en uno de los lugares que conocían de hoy en día. Ya tenían los siete pasadizos para salir del castillo, y ahora incluso una Sala que les proporcionaría una privacidad impenetrable.

En cambio, ni Hesper ni Gus se dieron cuenta del echo de que habían descubierto su Sala Secreta, porque esa mañana de Viernes, estaban ocupados leyendo un libro en el que habían encontrado algo que les beneficiaba tanto a ellos como a Remus.

—Hesper, mira esto —comentó Gus sentándose al lado de su amiga con un libro abierto—. Léelo.

Hesper miró a su amigo ceñuda y con ojeras. Los dos tenían pintas horribles, no dormían mucho y se pasaban las horas metidos entre montones de libros y pergaminos. Hesper cogió el libro y lo colocó delante suyo para leer lo que ponía.

«Un licántropo puede suponer un peligro para un ser humano o incluso para mismo, si pierde él autocontrol. Los licántropos son seres nocturnos bastantes amenazantes, pero también tienen su lado de la convivencia. Un hombre lobo puede atacar a una persona sin pensárselo dos veces, pero, su comportamiento con los animales es diferente. Es por eso, que no daña ningún animal sin darle una razón, quiere decir, que un licántropo puede estar cerca de un pájaro, y no intentar ni siquiera rugirle —Terminó de leer el párrafo.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora