—Las Cosas Tienen que Cambiar—
—Tú no eres el sujeto de prueba, Hesper. Eso se llevó a cabo tiempo atrás, cinco años antes de que tu llegases a Hogwarts. Fue un experimento que salió adelante, un éxito total. —comentó Julius—. Ya sabían que funcionaba. Bellatrix Lestrange fue el sujeto de pruebas, pero tú eres su otra arma secreta. Instruida debajo de las narices del mismísimo Dumbledore. No es una coincidencia que te hayan cogido a ti.
El malestar era una sensación que cumplía a las mil maravillas con su propósito. A Hesper, por si alguien no se había enterado todavía, ese malestar llevaba mermando su capacidad de aprovechar como cualquier otro estudiante sus últimos dos días en Hogwarts. Claro que ella tampoco había pasado por Hogwarts como cualquier otro estudiante. Había hecho de las suyas, y también de las que no era suyas. A decir verdad, se había ganado el título de la infame bruja de su generación a pulso; solo esperaba que la gente le diera un final de redención en su historia si esta circulaba como mito de la escuela porque realmente no sabía cómo iba a aguantar que la vieran como a un mal bicho, que era exactamente en lo que se había ido convirtiendo sin darse cuenta.
«Casi quemas vivo a alguien. Casi cometes un asesinado. Casi...»
Hesper carraspeó y desvió los ojos hacia el techo de la casa de su abuelo para cortar esos pensamientos. Ahora tenían un tono distinto, un tono de reproche y vergüenza. Antes, cuando tenía ciertos pensamientos, podría decirse con total seguridad que era otra persona hablando con su voz, influenciándola. Aunque la influencia llegaba hasta un grado determinado, pensó; el resto dependía de la persona y para ella la tentación de la venganza y de demostrarles a todos que era alguien sin ellos, que podía y triunfaría por encima de todos, que haría lo que quisiera y no tendría frenos...
Frunció el ceño al perder el hilo de aquella enumeración mental.
Tampoco era complicada la conclusión: se creyó poderosa y la realidad le dio una lección de humildad por las malas. No se enteró de que no podía volar sin ser un animal hasta haber saltado.
La arrogancia y en lo que ello había derivado.
No era mentira que el trauma de aquella noche todavía se le aparecía. Hesper no había vuelto a acercarse a ese balcón donde una vez estuvo sobre su barandilla y, donde esa misma vez, obedeció, bajo encantamiento imperio, el suicidio que Mulciber quería que se le achacara. Encontrar alternativas para evitar ese pasillo también se le había dado muy bien; los demás se habían dado cuenta de ello, no indagaban más allá de lo debido.
Julius rio suavemente, llamando su atención. Hesper lo miró atenta, a la espera de saber cuál era la razón de su risa.
Había hábitos que no iban a cambiar en ella, eso lo había aceptado tiempo atrás.
Pero ya no tenía ese vil coraje con el que se enfrentaba y castigaba a sus padres para decirles ahora que ella había sido el horrocrux de alguien en cuyo nombre no quería pensar.
Se sentía abusada.
Julius dejó la taza de su té sobre la mesa y le tendió el plato de las galletas. Hesper declinó la oferta y él se llevó una galleta a la boca con indiferencia.
Las señales de la edad eran ya más que evidentes en él. A Julius le gustaba mantener ese pelo entrecano a pesar de habérsele vuelto totalmente gris hacía un tiempo.
—No voy a poder hacer nada para evitar que te mortifiques a ti misma por lo que ha pasado. Que te valga de lección —dijo. Hesper había aceptado que no iba a ser todo rositas y buenos tratos una vez crecidita; había ocasiones en las que su abuelo la trataba como la adulta que era y eso no siempre implicaba un tono agradable ni dulce—. Lo que no voy a tolerarte es ese bucle de recriminación en el que te has metido. Lo hecho, hecho está. No va a cambiar, Hesper. Vas a tener que vivir con ello. Solo el tiempo lo hará más llevadero. Ahora te sugiero que me prestes un poco de atención porque lo siguiente que voy a contarte es importante.
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...