—Las Cosas Tienen que Cambiar—
Hesper se quitó su camiseta, ancho pantalón vaquero y se deshizo de las viejas botas sin molestarse en desatar los cordones. Se tiró sobre su cama de espaldas, extendió las extremidades a los lados como el hombre de Vitrubio, tratando de alcanzar una realidad inexistente y contempló el mini cielo mágico que tenía sobre ella. Segundos después, sintiendo que algo fallaba, se llevó la mano a la cabeza y se quitó la goma de pelo, antes de volver a tumbarse.
No cerró los ojos, pero sí relajó todo el cuerpo. No había nadie más con ella en la habitación; era la hora de la cena. Había quedado en verse con Sirius y el resto en el Gran Comedor, pero después de la que había montado ella solita con Evan se le habían quitado las ganas de estar en medio de una multitud. Nunca había herido a alguien tan querido y no sabido qué hacer para remediarlo; nunca se había planteado que Evan algún día fuera a convertirse en la espina y no la rosa, que fuera causarle temor y no calma.
Cuando sintió que las lágrimas que había ido reteniendo todo el camino estaban a punto de desbordarse, tampoco cerró los ojos. Se le deslizaron por las sienes hasta las orejas; tenía los dedos fríos y lo único que buscaba en ese momento era que alguien le uniera las piezas de aquel desagradable puzle para que ella entendiera qué estaba pasando, de qué sueño había despertado y qué curso seguía el mundo en ese momento.
Lo que había sucedido con Evan era fruto de una conjetura de emociones que había sentido hacia él últimamente. Ninguna era afectuosa o siquiera amigable. Que ahora no tuviera dos personas en la cabeza solo había levantado un velo que, con Evan, Adele y Quirinus, Hesper hubiera deseado que siguiera bajado. No podía negarlo; Evan era un mortífago. Alguien que estaba dispuesto a hacer daño por sus ideales, que estaba dispuesto a seguirlos y no amedrentarse por nada. Adele también. Quizá ella lo hiciera con su apatía; tenía buen corazón, pero tampoco le importaba demasiado en qué bando estuviera.
Hesper estaba odiándose por encontrarse en semejante encrucijada. Barty Crouch era horrible como persona; grotesco, en el mejor de los casos. Y Rabastan igual; desagradable e invasor. Mulciber y Avery eran los matones que una distinguía a leguas, eran los perros que más ladraban, pero Evan, Barty y Rabastan eran del tipo silencioso. Se colaban en tu vida y no sabes ni por qué puerta lo han hecho.
Se llevó las palmas de las manos a los ojos y sollozó sin reprimirse. ¿Había, con los años, aceptado ese bando sin darse cuenta?
Quería a Evan y también a Adele; a Barty y a Rabastan los apreciaba, también, pero ahora no podía mantenerse imparcial con ellos. No ahora que veía todo con claridad, que era ella la que juzgaba aquello que atravesaba sus retinas; y lo que sus ojos veían en ellos era gente maligna.
Se lo habían admitido repetidas veces, por Merlín, pensó, presionándose más las palmas contra los ojos y apretando los dientes para no gritar de la histeria que le estaban causando esas realidades desatadas y que habían estado amordazadas durante años por quién intentó convencerla de que aquello que sus "amigos" hacían no estaba tan mal después de todo, solo eran diferentes.
Que era inofensivo.
Hesper se volvió sobre el estómago y ahogó los sollozos apretando el rostro contra la almohada. ¿Qué mierda había de inofensivo en la discriminación y el odio y el repudio? ¿Dónde estaba la inocencia de todo eso? ¿En qué narices había estado pensando durante todos esos años?
Eran adultos: sabían qué hacían, qué estaban eligiendo y lo hacían por voluntad propia. A sus versiones de cuarto les podría haber encontrado una excusa, pero ahora ya no. Era imposible. Creían en eso, en que eran superiores. Ella quizá fuera una excepción entre la escoria para ellos, pero ¿hasta cuándo? Y más importante, ¿Dónde estaba el bien en ser la que no se parece a los que son cómo ella?
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...