Capítulo 41

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J.S.K

Madame Rosmerta, les trajo el pedido y ambos niños fliparon con las cervezas de mantequilla que resultaron no saber a mantequilla como suponía Gus. Después varios minutos ahí, escucharon la el tintineo de la puerta abrirse, pero ninguno de los dos se giro a ver quienes eran, pues entraban clientes a todas horas, y además les daba pereza darse la vuelta. En cambio, Imogen, vio como una sonrisa se extendía por el rostro de James cuando la vio, y enseguida se estaba dirigiendo hacia allí con otro sonriente Sirius al lado. Detrás, venían también el hijo de Lyall y el chico de los ojos acuosos, el hijo de Alfred Pettigrew, jefe del departamento de Cooperación Mágica Internacional.

—¡Señora Kennedy! —saludó James dándole un abrazo como si fuera su propia abuela, cosa que molestó a Hesper y a Gus.

—¡Chicos! —dijo esta levantándose y abrazando a Sirius después de James, y luego a Remus, pero cuando llegó a darle el abrazo a Peter, fue el colmo para Hesper.

—¡Pero si no los conoces, abuela! —le dijo indignada.

—¡Hesper! —le regañó Imogen cuando escuchó impresionada el genio de su nieta.

Hesper giró el rostro hacia otro lado cabreada. Estúpido Peter que se había atrevido a darle un abrazo s su abuela, y los otros también, ¿quien se creían que eran para llegar y tratar a su abuela como si fuera la suya?

—Que amable estás hoy, eh —se mofó Sirius mirándola fijamente.
—Hola chicos —les saludó Remus con una sonrisa nerviosa. A Gus se le heló la sangre al oír la voz del chico, pero no levantó la mirada de la mesa, igual que su amiga, hasta que sintieron la asesina mirada de Imogen sobre sus nucas.

—Hola —murmuraron a la vez.

Remus deshizo su sonrisa lentamente al ver que ni le habían mirado y que ese saludo había sido forzado; se estaba sintiendo realmente mal. Notó las manos de la abuela de Hesper acunarle el rostro y girárselo en su dirección. Le acarició las cicatrices recientes con el pulgar, y lo miró con ternura, mientras Sirius y Gus se vacilaban entre sí.

—No se están alejando de ti, cariño —le dijo suavemente, y se le fue cualquier felicidad que pudo haber sentido al salir del castillo, cuando se dio cuenta de que se lo habían contado a su abuela—. No hace falta que te preocupes, solo dales su tiempo.

Trago en seco y miró a los ojos castaños de la mujer que hablaba. No había ni miedo ni rechazo ni asco, solo ternura, y sin saber por qué, sintió alivio, pero también sintió ganas de llorar al saber que la mujer también conocía su condición.

—¿Se lo han contado? —pregunto nervioso.

—Sí, pero no te preocupes, cielo, no lo sabe ni sabrá nadie más —le prometió mirándolo sinceramente.

—¿No le preocupa que sus nietos estudien cerca de alguien como yo? —soltó sin poder contenerse.
—¿Alguien como tú? Remus, cariño, eres una persona. No hables de ti mismo como si fueras... —la interrumpió.

— ... un monstruo —dijo apenado.

—No, como si fueras un extraño. No te menosprecies, la confianza y el amor son cosas muy importantes. Y si de algo realmente me preocupo, es de lo que te puedan hacer ellos a ti, y no al contrario —le sonrió y este correspondió un tanto aliviado.

—¡Abuela! —gritó alguien desde detrás, haciendo que los siete miraran hacia allí para encontrarse con Rick corriendo.

—Ricky. —Después de soltar a Remus, abrazó a Rick, el cual se le tiró a los brazos como sin fuera un chaleco salvavidas.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora