—Caligrafía—
Todo a su alrededor se detuvo en el acto en cuanto el rayo verde cruzó sin control hacia ella. Hesper no consiguió cerrar los ojos a tiempo y lo único que veía era el rápido serpenteo de la maldición asesina que venía sedienta de muerte hacia ella.
Hesper notó en aquellas milésimas de segundo como la muerte pasaba tres fríos dedos por su nuca, bajando hasta la espalda media, donde tiró de ella más fuerte, mezclándolo todo con el horror que la dominaba.
De pronto, se levantó una fuerte ráfaga de viento y la Avada Kedavra colisionó a cinco centímetros de su cara contra algo que se colocó entre ella y la maldición como una plancha metálica caída del cielo. Debido a la potencia del impacto, Hesper salió despedida hacia atrás por la onda sónica que se formó en cuanto la Maldición Asesina entró en contacto con el muro de energía que se había materializado frente a sus narices.
Hesper cayó tres metros hacia atrás de espaldas, aún con todo moviéndose a su alrededor a cámara lenta y sin poder cerrar los ojos vio como el muro de energía succionaba el rayo verde hacia su interior, extendiéndolo por su superficie colosal y haciéndolo desaparecer.
Estaba bastante aturdida como para centrar su atención en algo, y veía demasiadas cosas a la vez: manchas en el cielo que parecían huracanes en miniatura que iban a una velocidad límite en dirección del pueblo y de la escuela; los conjuros de los duelos que se batían en Hogsmeade contra los pueblerinos; Hogwarts siendo rodeado por más de uno de esos huracanes; el grito del mortífago que había enfrente de ella a una buena distancia con la varita apuntándola; y finalmente, un segundo rayo verde expulsado con furia y más intensidad, que apareció desde detrás un costado suyo, cerca del linde del bosque.
Hesper vio como (aún con su cerebro digiriendo todo a una velocidad imposible) el rayo verde golpeaba sin dar tiempo de reaccionar al mortífago, quién soltó la varita con un lastimero grito ahogado, antes de caer inerte hacia atrás.
Ella estaba tan chocada, que su calma era máxima. No actuaba como si estuviera en medio de un campo de batalla en el que casi acababan con su vida, sino como si estuviera tumbada en un campo de girasoles un soleado día de verano. Veía qué pasaba a su alrededor, pero no podía reaccionar en lo debido.
Julius corrió hacia Hesper con el rostro crispado del miedo y la preocupación. El hombre se dejó caer frente a ella imponente, acunándole la cara con ambas manos, antes de darle un largo beso en la frente y atraerla por la cabeza hacia él. Hesper reaccionó en ese momento, en cuanto sintió a su abuelo al lado y se dio cuenta de que no estaba muerta.
Cerró las manos fuertemente alrededor de la túnica de Julius dejándose estrujar por él, cohibida hasta la médula. Julius apretó la mano que tenía sobre la cabeza de Hesper demostrándole que nada le iba a suceder mientras él siguiera en pie.
—Hesper, mi niña, Hesper; vamos, ponte pie, no puedes quedarte aquí —le susurró su abuelo separándola con cuidado, pues ésta seguía aferrada a él como una lapa—. Cálmate, no ha pasado nada. No dejaré que te hagan daño, te lo prometo, pequeño saltamontes. Nadie te dañará.
Julius consiguió separar lentamente los dedos agarrotados de Hesper de su túnica, antes de ponerse en pie y levantarla con él del suelo, con los gritos bélicos de fondo rodeándolos. Estaban en un punto de cruce demasiado peligroso y evidente, por eso él no había visto venir al mortífago que había aparecido de la nada.
Hesper, con la segunda mayor conmoción de su vida, intentó escuchar a su abuelo, empujando hasta el fondo el miedo y el pavor que le circulaba con la sangre. Esa era la segunda vez que habían estado a punto de acabar con su vida para siempre. Sin saber qué demonios hacer, estando igual de perdida que una niña sin rumbo, apretó con muchísima fuerza la mano de su abuelo.
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...