Capítulo 86

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—El Ministerio De Magia Mete Las Narices—

Hesper aterrizó en picado cual sombra entre los árboles del oscuro bosque de Hogsmeade. Nada más recobrar sus piernas, echó a correr zigzagueando entre ramas gigantes y saltando sobre raíces descomunales, hasta alcanzar el linde del bosque. Se paró a recobrar el aliento, a la vez que miraba La Casa de los Gritos alzarse a veinte metros tan destartalada e inestable como siempre. Inspiró fuertemente y volvió a ordenar a sus piernas a realizar en movimiento que más rápido la llevaría a la casa.

Subió los escalones del porche de dos en dos, y sacó la varita a medio camino para murmurar un Alohomora que abrió la puerta chirriante. El largo pasillo oscuro seguía igual que siempre, y el centro de la casa también. Nada había cambiado en absoluto. Las escaleras de madera carcomida gimieron bajo su peso al subirlas apresuradamente. Llegó hasta el piso superior y entró tan deprisa que por poco se comía el suelo al tropezarse con una tabla suelta en el suelo. Ni se avergonzó ni lo demostró, era lo último que le importaba. Se puso en pie de un salto a la vez que escuchaba una risa ronca frente a ella. Levantó la vista con la cara iluminaba cual árbol de navidad.

Julius estaba igual que siempre que acudía a esa vieja casa que tanto recuerdo escondía entre sus paredes. Nostálgico y arrepentido, pues fue allí donde comenzaron sus primeros inventos, donde nadie acudía por el rumor que consiguió canalizar él a través del pueblo, diciendo que el primo de Peeves habitaba la casa. No fue gran cosa, pero funcionó; todo el mundo tenía suficiente con Peeves como para encontrarse con un familiar suyo igual o peor que el poltergeist.

Julius sonrió ampliamente al ver como Hesper llegaba desde el bosque corriendo como alma que lleva el diablo. Eso le hacía ilusión, ver el entusiasmo con el que ella acudía siempre a esa casa para verlo le encantaba. Sentía que tenía un cero coma tres billones de ceros, y, al final un uno de posibilidades de reencontrarse con su familia de nuevo. Conocía a todos sus nietos ya, y fue de mera coincidencia, porque ellos siguieron a Hesper. Eso para él era suficiente, para la amarga soledad que lo consumía día tras día, era como oro líquido pasándole por la garganta. Hesper había sido su llama de la felicidad en esos últimos años, y habiendo conocido personalmente a Rick y a Jody, no pedía más. Pero eso era una mentira incluso para él; estaba deseoso de ver a sus hijos, pero sobre todo, quería ver a Imogen.

—¡Abuelo! —Exclamó Hesper con una sonrisa de diablillo saltándole encima como un mono.

Hesper cerró los brazos alrededor del hombre tan fuertemente que sintió ganas de llorar. Con él no tenía que fingir, no tenía que hacerse la fuerte, porque ella no lo era. Sabía que practicar magia negra no la hacía mejor, pero era la única salida que había encontrado para ser mejor que ellos. Estaba desolada de nuevo, y su miedo no hacía más que crecer. Había conseguido conciliar el sueño esa noche durante dos horas de milagro. Enterró el rostro el cuello de su abuelo, aspirando ese olor magnífico que solo lo caracterizaba a él. Lo había echado de menos, muchísimo, y siempre que pensaba en Julius, automáticamente su cabeza formaba la imagen de su abuela también. Le hubiera encantado que supieran la verdad, que pudieran verlo y abrazarlo como hacía ella. A veces se sentía como una entrometida, pues su abuela y su padre y tío lo conocieron antes.

Julius al ver que Hesper no lo soltaba, supo de antemano que algo andaba mal. No sabía si era por haber estado incomunicado con ella, pero sospechaba que algo debió de sucederle en su ausencia. Levantó una mano y comenzó a pasársela por la espalda tranquilamente, gesto que solía hacerle a Stephen o a Edrien cuando eran más pequeños y tenían alguna pesadilla. Eso sí, siempre funcionaba. Notaba la tensión en los músculos de Hesper como una tira de cuerda de acróbata, por ello, decidió bajarla lentamente, y mirarla a los ojos. Un carga eléctrica le recorrió la espalda al ver el mal estado en el que se encontraba la chica. Con penumbra y todo, Julius consiguió ver el cerúleo rostro de Hesper marcado por dos ojeras tan anotadas que parecían haberle asestado a su nieta un puñetazo en cada ojo.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora