Capítulo 46

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—Descifrando Iniciales—

Hesper se encontraba esperando frente a la puerta del despacho del director mientras McGonagall y Slughorn le iban contando todo lo que ella se había inventado. Estaba segura de que cuando volviera a los dormitorios Lily iba a dejarle el pelo liso de la reprimenda que le iba a echar antes de pasar a ver como estaba Marlene. Luego, posiblemente le tocaría lidiar con los cuatro increíbles y por último pero no menos importante, con Evan.

Hesper estaba apoyado contra la pared justo enfrente de la puerta mirando hacia el suelo pensativa, a como debería reaccionar. La puerta se abrió de repente dejando paso a McGonagall y Slughorn.

—Puede pasar. —Le dijo la jefa de su casa.

Hesper levantó la mirada hacia ella, y después caminó hacia la puerta dispuesta a entrar. Cuando estuvo dentro, Slughorn cerró la puerta dejándola en el interior de aquel despacho sola con el hombre que la mirada con una ligera sonrisa, sentado detrás de su escritorio.

—Bueno días, señorita Kennedy. —Saludó Dumbledore.

—Buenos días, profesor. —Saludó ella quieta donde se había parado, al lado de la puerta.

—Puede sentarse. —Hesper caminó sin hacer ruido y se sentó en el asiento frente al hombre barbudo. Este, le acercó un tazón con caramelos de color rojo.— ¿Un caramelo de cereza?

Hesper no había mirado al hombre todavía a los ojos, no era por si la descubría, sino porque su mente seguía en su modus operandi. Le tenía miedo a Dumbledore, eso era obvio, pues tenía miedo de qué le podría pasar si la descubrían jugando con la magia negra. Aunque ahora más que jugar, la había aprendido a dominar. Era cierto eso de que la magia oscura era impredecible, por eso en el Libro Censurado, recordada una y otra vez que el mago o la bruja practicante debía estar en perfecto estado de ánimo. Si esa persona se encontraba frustrada o enfadada o cualquier otro sentimiento que se relacionara con esos, habría fatales consecuencias.

Estiró la mano y cogió un caramelo. No eran como los suyos, pero seguían siendo de cereza, y además estaban buenos. No se lo comió, sino que lo mantuvo entre sus manos, que estaban en su regazo fuera del alcance de la vista de Dumbledore, para que no pudiese ver lo nerviosa que se encontraba en ese momento.

Hesper no dejó de mirar hacia el profesor, pero no mirándolo a él, sino al cuadro que estaba detrás de su hombro. Dumbledore vio que la chica no tenía intenciones de hablar, por lo que decidió hacerla hablar él mismo yendo directamente al grano.

—Digame, señorita Kennedy —comenzó el hombro echándose hacia delante como si fuera a contarle un secreto—, ¿por qué le ha mentido usted a los profesores Slughorn y McGonagall?

—Digame, señorita Kennedy —comenzó el hombro echándose hacia delante como si fuera a contarle un secreto—, ¿por qué le ha mentido usted a los profesores Slughorn y McGonagall?

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Hesper en ese momento posó su mirada directamente en la azul de Dumbledore. El hombre no parecía enfadado, es más, parecía como si estuvieran hablando y charlando de cualquier cosa por pasar el rato.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora