Capítulo 28

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—Volviendo A La Sección Prohibida—

Eran las tres menos cuarto de la madrugada cuando Hesper salía del terrorífica aula escondida en las mazmorras, junto con Evan Rosier. El castaño aguantó como pudo las maldiciones, todas menos la de la boca sellada, esa te cosía los labios literalmente y prefería no arriesgarse.

Hesper iba delante callada. No sabía que pensar después de lo sucedido. Un Slytherin la había ayudado a hacer bien sus prácticas y no había mandado en su dirección ningún insulto por su condición sanguínea. Eso era raro, y lo fue aún más cuando Rosier se ofreció como conejillo de indias.

— Quieta. — Susurró el chico tomándola por el brazo.

Hesper se giró hacia él con confusión notaria. Este, estaba igual de impasible que ella y la miraba —como llevaba haciendo toda la noche—, directamente a los ojos.

— ¿Qué? — Inquirió ella con su típico tono calmado, como si no estuviera sucediendo nada. Pero no era así, estar a solas con ese chico, en un pasillo de las mazmorras del colegio, de noche era algo que producía en ella un sentimiento, aunque muy pequeño, de temor.

— Te veo dentro de dos días aquí. A las once de la noche. — Y sin más la soltó y cruzó el pasillo en dos zancadas hasta desaparecer en la oscuridad.

Cerró los ojos intentado ahuyentar el sueño que tenía. No sabía como había terminado en esa situación. Por puro despiste, un alumno la había pillado infraganti, y no cualquier alumno sino de la casa de los más odiados, Slytherin. No la insultó ni se burló de ella, la ayudó, y eso era lo más extraño. Ella conocía a otra serpiente, Severus Snape, pero había mucha diferencia entre él y Evan Rosier. Severus era buen chaval, o eso le decía Lily, no era agraciado físicamente y caminaba encorvado. Evan era todo lo contrario. No sabía si era buena persona o no, pero hasta que no se demostrara lo contrario aún no confiaba en él. Aún luchando contra sus impulsos, debía admitir que el chico no era feo, es más, era guapo. Su forma de andar era totalmente esbelta y sincronizada. Ágil.

Sacudió su cabeza de esos pensamientos, y se acordó de que aún seguía de pie en medio de un pasillo a oscuras. Respiró hondo tranquilizandose como podía.

Echó a andar entre las sombras. Subió escaleras, cruzó largos pasillos y torció esquinas hasta llegar a la Torre de Gryffindor. Cuando se acercó lo suficiente vio a la Dama Gorda durmiendo en dentro de su cuadro.

— Calamar Gigante. — Dijo Hesper cada vez con la voz más ronca.

La Dama Gorda se despertó y entrecerró los ojos con sueño para ver quien era el que venía a esas horas a despertarla.

— ¡No deberías estar fuera de la cama, ya te lo he dicho! — Le reprendió por segunda vez esa noche mientras el retrato se habría hacia el interior.

A Hesper le ganaba el sueño y lo que le dijeran ya no le importaba en absoluto. Solo quería echarse en su cama y cerrar los ojos. Solo quería transportarse al mundo de los sueños, su mundo favorito.

Encontró su cama igual de deshecha que como la dejó. Se quitó la ropa en un corto tiempo, y se metió debajo de las colchas solo con una camiseta puesta encima. Se tumbó mirando hacia arriba, hacia el marco de dosel que cubría su cama como si fuera una fortaleza. Y entonces, una idea le asaltó.

Recordó su lista de cosas por hacer antes de morir. En su casa ya tenía un cielo sobre su cama, el que podía ver a través de la ventana del techo inclinado de la buhardilla. Pero ahí, ahí necesitaba un cielo que observar.

Un idea se le vino a la mente antes de caer rendida sobre el colchón. Al día siguiente, tenía una conversación pendiente con los libros de la biblioteca, en especial los de la Sección Prohibida, donde se encontraban los libros de magia muy avanzada, tanto blanca como negra.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora