Capítulo 112 |Maratón 3/3|

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-El Cuento de esta Noche-

Dándole vueltas a esa peculiar idea, Hesper llegó al Gran Comedor, prácticamente vacío de no ser por un par de alumnos salpicados aquí y allá. Vio a Adele, en la mesa de Slytherin, enfrascada con un objeto extraño que desde la distancia no llegó a distinguir. Como siempre, Remus y Peter estaban repasando juntos en el extremo más alejado de la mesa de Gryffindor, con un par de muffins y arándanos para motivar al segundo a estudiar.

Hesper se acercó a ellos y dejó sus libros, pergaminos y plumas de repuesto sobre la mesa, al lado de Remus. Este levantó la vista, comprobando quien era, y la bajó casi al segundo, instando a Peter a repetirle las propiedades del veneno pulverizado de los escorpiones, que se había quedado también mirándola como en un estado de ensoñación.

-Hola, chicos -saludó.

Peter sonrió, y Remus contestó con un débil «buenas tardes» .

Repelida por la expresión de Peter, que a Hesper no le gustó en absoluto, decidió sentarse, sacar el material necesario y comenzar a hacer la tarea.

Veinte minutos más tarde, sintió el agradable calor del pergamino hechizado contra su vientre. Lo sacó, haciendo su mejor esfuerzo por aparentar normalidad. Nada más ponerlo sobre la mesa, casi sintió los hombros de Remus tensarse bajo el jersey viejo que llevaba puesto. A pesar de ello, él también disimulaba de maravilla, porque continuó con la lección que le estaba dando al despistado Peter como si no le prestase atención.

Hesper desenvolvió un caramelo de cereza y se lo comió, antes leer lo que había escrito Julius.

Estoy hasta la coronilla de las quejas de Gordon, fenómeno. ¿Sabes la ardua tarea que llevo a cabo aguantando sus estupideces?

El bufido de risa que se le escapó fue totalmente real. Su abuelo había imitado de una forma casi idéntica las cartas que le enviaba Jody, que en las pasadas semanas no dejaba de protestar por las quejas sobre el trabajo con las que Gordon llegaba todos los días. Atraído, Remus volvió la cabeza y dejó caer los ojos directamente sobre el pergamino, sin perder la oportunidad.

¿Vas a dejar de quejarte algún día de las quejas de tu novio? Estáis hechos el uno para el otro

Su abuelo contestó con otra frase que, si Hesper no había oído salir un millón de veces de la boca de su hermana, que le cayera un rayo encima. Aguantándose la risa, Hesper continuó escribiendo hasta bien entrados diez minutos, cuando Julius simuló una frase airada de Jody y se despidió de ella en el acto.

Hesper se irguió entonces, estirándose y pilló a Remus in fraganti, con la mirada puesta sobre el pergamino. El chico, ruborizándose de la vergüenza, se aclaró la garganta y se humedeció los labios, sin saber qué decir. Peter los contemplaba a ambos con sus acuosos ojos, que iban alternándose entre ellos, los arándanos y el muffin.

-Era Didy -explicó Hesper, rompiendo el hielo y doblando el pergamino para guardárselo en la túnica-. Estaba reprochando, otra vez, que su novio no hace más que bombardearla a quejas sobre su nuevo trabajo.

Remus esbozó una sonrisa trémula, visiblemente aliviado.

«Wow», pensó Hesper, con los pelos de la nuca erizados, «sí que sospecha de mi abuelo».

-¿Y cómo le va? -preguntó él, acercándole el bol de arándanos y haciéndole una oferta que ella declinó suavemente.

-Pues como siempre. Ya sabes cómo es Didy, moda por aquí, belleza por allá, odio a los fenómenos, pero en el fondo tengo un corazón que no quiero que nadie vea -dijo Hesper, con una sonrisa plasmada en su cara. En los últimos años había aprendido a apreciar tanto a Jody que no se imaginaba una vida sin ella, como antes, de niña, hacía.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora