Capítulo 50

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Anormal—

La tarde en la Guarida Aérea transcurrió entre muchísimas risas y estupideces y planes ingeniosos para sacar a Gus de la casa de su madrastra. El interior de la casa del árbol era un espacio cuadrangular con un sofá en un lado, una hamaca y una estantería con cosas, más un baúl en suelo lleno de las “armas de defensa” de la Guarida Aérea. Hesper, cerró la puerta detrás y se sentó en la hamaca junto a James, enfrente de Remus y Sirius. Aunque de nada sirvió, pues al cabo de diez minutos todos estaban sentados en el suelo escribiendo en diversos pergaminos estrategias o ideas, o incluso Hesper se puso a dibujar una fea réplica de Marisa, que en realidad, se le parecía muy siendo Hesper no muy experta en el dibujo. Eso era para Gus.

—¡Esto funcionará! —Gritó James eufórico.

Los otros se giraron hacia él para ver de que hablaba, cuando vieron el pergamino extendido frente al chico, que ladeó la cabeza hacia un lado para mirarlos sonriente.

—¿Como es? —Preguntó Hesper con los párpados más pesados que el plomo. Bostezó poniéndose la mano izquierda sin guante delante de la boca. Esa era la factura que pagaba por su insomnio.

Remus había visto como su amiga, estando al lado, parecía estar durmiéndose mientras escribía, parecía un niño sin haberse echado su siesta diaria y vital.

—¿Has dormido, Hesper? —Preguntó el chico sonriéndole.

Hesper giró la cabeza hacia Remus con el gorro rojo prácticamente sobre los ojos, y lo observo con un brillo de cansancio y una sonrisilla traviesa que solo tenían James y Sirius cuando iban o habían hecho algo que no debían.

—¿Estabas impaciente por verme que no pudiste dormir? —Dijo Sirius apoyando los brazos sobre la mesa y recostando la cabeza en ella para mirar a Hesper.

—No, Sirius. Eso no ha pasado y no creo que vaya a pasar. —Le dijo Hesper tranquilamente.

—¿Por qué no has dicho “nunca”? Hubiera sido más fácil de pensar. —Quiso saber James dejando el pergamino de la Misión a un lado para imitar a su amigo Sirius, y mirar a la chica.

—Nunca digas nunca. —Dijo ella colocándose bien el gorro que no dejaba de resbalarle de la cabeza.

Remus soltó una carcajada al oír la frase muggle de Hesper. Los otros simplemente miraron divertidos a Hesper mientras esta tenía un nueva de enfado a adorable en el rostro intentando poner bien el gorro, e intentando estar cómoda a la vez.

—Eres única, Hesper. —Le sonrió Remus.

—Todos somos únicos, nadie es igual a nadie. —Dijo ella, harta del gorro y lanzándolo contra la hamaca.

—¿Te va eso de repetir la misma palabra dos veces en una frase, verdad? —Preguntó Sirius con una mirada burlona.

Hesper, dejó de matar con la mirada al pobre gorro para mirar a Sirius, con el rostro que más le gustaba, esa cara de póker que únicamente recibía él. Y algún que otro más también, es más, Hesper era tan generosa que regalaba gratis esa dulce carita a todo el mundo.

—¿Lo veis? ¿Lo veis? ¡Solo lo hace conmigo! ¡Os lo dije! —Dijo el chico poniéndose derecho y señalándola con el dedo sin miramientos.

—No es verdad. —Contradijo Hesper calmadamente, metiéndose la mano en el bolsillo.— Se la pongo a todo el mundo, pero contigo con más frecuencia por... por ser tú y ya está.

Finalizó metiéndose un caramelo de cereza en la boca y mirando por la ventana que había detrás de la espalada de Remus. Se estaba haciendo de noche. Se subió la manga del abrigo, y luego con más dificultad la de la camisa, para mirar el reloj de muñeca. Eran las ocho de la tarde, habían estado ahí casi cuatro horas.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora