—Sentimiento Indescifrable—
Su padre aparcó frente a un terreno abierto, donde antes había habido una mansión enorme que ya no estaba. Efectos del encantamiento Fidelio, pensó Hesper sintiendo los ojos secos ahí donde las lágrimas se habían secado por su cuenta. Se desabrochó el cinturón de seguridad, viendo que le había dejado la camiseta roja arrugada ahí por donde la había cruzado.
Abrió la puerta y salió del coche, con los ojos todavía dilatados como los de un gato en medio de la noche. Caminó hacia el maletero y esperó paciente para recoger la jaula de su gato y que su padre no tuviera que cargar con tanto. Dio un giro alrededor del coche y se encontró con su madre al otro lado, que al verla le sonrió con cariño. Hesper le devolvió una sonrisa con pesar. Amanda estiró el brazo y le tomó la barbilla mirándola a los ojos y acariciándole la barbilla con el pulgar de la misma mano, antes de acercarse y darle un beso en la mejilla a su hija.
Jody salió del coche estirándose el vestido con expresión enfurruñada y Hesper soltó una risita mirándola detrás de la espalda de su madre, y llamando la atención de sus padres que la miraron al sonrientes porque se le hubiera pasado el estado anterior. Jody levantó la mirada hacia Hesper con el ceño fruncido y una mueca en imposible de despegar de sus labios.
—No hace gracia, fenómeno. —Le dijo mirándola mala, a lo que Hesper solo rió más alto.
—Sí que la hace, Didy. —Dijo Hesper con una sonrisa iluminando su rostro. Stephen cerrando el maletero sonrió igual de amplio que su hija y las apremió para caminar hacia la entrada al terreno.
Hesper caminó detrás de sus padres, con Jody al lado. La miró frunciendo el ceño pensativa. Ella iba a cumplir dieciséis años y aún seguía siendo bajita, su hermana era mucho más alta que ella, eso no era justo. Hesper le llegaba a la nariz a Jody. Se encogió de hombros mentalmente sintiéndose bien con su estatura. Lo primero que debía hacer para aprender a ser ella de nuevo y no la estúpida niña caprichosa que no había dejado de llorar solo porque el inútil de su mejor amigo le hubiera dicho dos tonterías, era amarse a sí misma como nunca. Hesper se amaba. Ella era perfecta tal cual era, nadie iba a cambiarla.
¿Que era una mentirosa? Pues bien, aprendía más. ¿Que era una egoísta? Genial, más para ella. ¿Que era una antipática? Perfecto, alejaría a la gente como Gus y Lily de sí misma. ¿Que era el peor monstruo de todos? Fantástico, así les demostraría lo que hacían los monstruos a esos infelices aburridos de la vida.
Se posicionó al lado de su madre, con Jody en su lado derecho, y miró hacia delante. Todo parecía un jardín enorme y amplio, no veía ni la caseta de Midas. De repente, empezó a ver como una forma empezaba a aparecer en el vacío terreno abierto. La silueta de algo invisible que se iba formando, fue notándose poco a poco. Su casa empezaba a alzarse como si ella estuviera viendo una reproducción dentro del agua a cámara lenta y con muchas ondas. Parecía como si las partes de la casa apareciesen como manchas, viéndose la forma distorsionada e invisible de los bordes y las paredes, y luego, la mansión de los Kennedy que ella conocía apareció frente a ella en su magnitud completa. Entraron dentro del jardín, y al instante se escucharon los ladridos de Midas, antes de verlo aparecer por un lado desde el jardín trasero corriendo hacia ella contento. Hesper sonrió y dejó en el suelo la jaula de Willy Wonka para abrir los brazos a la espera de Midas, que se detuvo sentándose frente a ella con la cola meneándose alegremente.
—¡Que horror! ¡Ese chucho está sucio! —Exclamó Jody alejándose de donde estaba Hesper de rodillas acariciando con las dos manos a Midas que tenía la lengua fuera de la boca y que la había intentando alcanzar con algún que otro lametón que ella había esquivado divertida.
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Oblivion |Época De Los Merodeadores|
Fanfiction[En edición; solo la escritura y texto, no la trama] ❝Hay veces que no se sabe apreciar un momento hasta que pasa a ser un recuerdo; ni el recuerdo, hasta que se evapora en el olvido. Hesper Kennedy pierde todo lazo con la realidad, convirtiéndose e...