Sabor agridulce

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Sin o con el desenlace de la noche anterior, Brandon ya tenía planeado un viaje antes de su regreso a Dublín. Un lugar que no le quedase demasiado lejos, lo suficiente para los días libres que tenía. Incluso armó su maleta de último minuto con lo necesario para pasar la noche en su destino, aunque todavía no estaba seguro en dónde lo haría. Había adquirido el hábito de dejar que todo sucediera de acuerdo al azar, incluyendo su vida social.

Tampoco es que tuviera muchas expectativas de su viaje. Su plan era despejar su mente en un lugar donde nadie lo conociera ni pudiera interrumpir su tranquilidad, lo que le sonaba más a un viaje de retiro espiritual. Sin embargo, el comienzo de su pequeña travesía fue estresante. Apenas llegó a tiempo de subir a su tren luego de quedarse atascado en el tráfico por casi una hora. Y por si no fuera poco, había escogido un vagón que estaba repleto de niños completamente entusiasmados con su viaje. Podía soportar la presencia de un par, pero todo un grupo ya era demasiado.

El único lado positivo era que su asiento quedaba lejos de todo ese barullo. Y lo mejor era que iba a tener todo el espacio para el solo. O al menos así fue por los primeros diez minutos desde que el tren partió. Ya había sacado lo necesario para distraerse en el trayecto, así que se puso de pie para guardar su maleta en el compartimento que estaba arriba. Al ver de reojo que una persona se aproximaba por el pasillo, le dio un poco de espacio para que pudiera avanzar, pero la persona se acercó a él. No pudo entender bien la pregunta con los audífonos puestos, pero le pareció oír algo respecto a los asientos.

Entonces bajó la mirada para pedirle que le repitiera la pregunta, aunque no fue capaz de decir alguna palabra. Dentro de su cabeza se preguntó sobre cuáles eran sus posibilidades de encontrarse con Itzel por casualidad. Siempre decía que eran mínimas, pero la volvía a tener delante de él, compartiendo la misma expresión de sorpresa.

—¿Los sábados no tienes que hacer voluntariado? —preguntó al recordar ese pequeño fragmento de información.

—Lo estoy. Otro día de excursión —contestó mirando a todos lados como si estuviera...—. Por ahora me estoy ocultando ¿No te molesta si me siento contigo?

En eso qué asentía, un niño caminaba por el pasillo buscando en cada asiento a la señorita "Ketchup". No había necesidad de preguntar a quién se refería, pero Itzel no parecía muy contenta de que un niño estuviera detrás de ella por la maldición que soltó en voz baja. Antes de que llegara hacia ellos, hizo que la pelirroja se sentara al lado de la ventana y luego, se sentó a su lado para cubrirla. Al menos, funcionó, porque el niño regresó por el mismo camino.

—¿Qué fue eso? ¿Un niño te aterroriza?

—Lo estarías, si ese niño fue quién te dejó un ojo morado —dijo Itzel notoriamente cansada—. Solo me tiene un poco harta, no me deja ni respirar.

—¿Quieres que le diga un par de palabras?

—Es todavía un niño, no quiero causarle traumas a su edad.

—No tenía planeado asustarlo, pero está bien ¿También van a Wisconsin Dells?

—Sí. El plan es visitar el Deer Park, los niños estaban emocionados con la idea de alimentar venados y otros animales...ya luego tendrán que regresar a sus casas por la noche

—Me da la impresión que no estás dentro del mismo grupo que regresa ¿O me equivoco?

—Tal vez estés en lo correcto.

—¿Mark sabe que estás aquí?

—Se fue a visitar a mi padre con la idea de que voy a regresar hoy a la casa. Así que espero que no se llegué a enterar. —Y entonces, le lanzó una mirada furtiva.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora