Todo es diferente de nuevo

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28 de abril

No tenía que pensar demasiado para entender que algo estaba sucediendo con la repentina ausencia de Itzel en su día a día. De un momento para otro había dejado de hablarle, ya no se cruzaban en los pasillos durante los recesos y todo su tiempo libre empezó a usarlo para ayudar a otros compañeros como solía hacer antes. Poco a poco comenzaba a distanciarse y parecía que cada vez era más difícil alcanzarla. Intentó hablar con ella al respecto, pero lo único que logró ver fue su espalda mientras se alejaba con prisa. Brandon ya no sabía como llegar a ella.

Ya había pasado casi un mes desde la última vez que intercambiaron un par de palabras. Extrañaba su sonrisa, pero lo peor era oír su voz llena de alegría cuando estaba con sus amigos. Tenía envidia de que ellos tuvieran tal preciada oportunidad, mientras que él solo podía ver todo de lejos. Era realmente frustrante para él que todo estuviera yendo por ese lado, así que decidió quedarse con unos familiares durante el fin de semana en Kildare para ver si así podía dejar de pensar en la pelirroja.

Su plan era quedarse en casa ayudando a sus tíos a cuidar a sus pequeños primos. Eran la distracción perfecta mientras se quedaba ahí, sin embargo, la esposa de su tío lo obligó a salir a conocer un poco el barrio y hacer unas compras para la gran cena que tenía planeada para el día siguiente. No estaba en condiciones para negarse, era un invitado que llegó de último minuto, así que tomó el paraguas de la puerta y salió con la esperanza de hallar algo interesante. Tal vez el castillo que estaba como a 15 minutos caminando valdría la pena. No era un fanático de las estructuras antiguas, pero algo podía aprender que pudiera decirle a su hermana cuando regresara a casa.

Sólo miró la ruta del lugar antes de salir para tener una referencia de adónde debía caminar sin terminar del otro lado de la ciudad, el resto lo dejaba a su suerte. De cualquier modo llegaría, y si no fuera así, al menos conocería otro lugar. Todavía era temprano, así que podía tomarse el tiempo para mirar la ciudad. Prefirió evitar las calles aglomeradas e ir por las más tranquilas, aunque en un momento perdió la orientación hacia donde estaba dirigiéndose por mantenerse alejado de las personas. El único lugar a la vista donde podía ir a preguntar era una biblioteca que quedaba cruzando la calle, donde justo un señor salía a recoger su bicicleta. El buen hombre le indicó por dónde tenía que irse desde ese punto y lo hubiera seguido si no fuera que algo llamó su atención.

Normalmente no prestaba mucha atención a los detalles cuando salía a caminar, menos cuando se trataban de objetos de otras personas. Miró de reojo la bicicleta del señor que le estaba indicando, pero su mirada se enfocó en la otra que estaba estacionada al lado. No había nada extraordinario en ella a simple vista, era una de muchas que podías ver recorriendo en las calles, solo que esta tenía una particular calcomanía en el tubo superior. Calcomanía no era la palabra correcta, se trataba de una bandita de caras sonrientes aseguradas con cinta adhesiva que él mismo recordaba haber puesto en la bicicleta de alguien que conocía. Pero, ¿qué hacía en esa ciudad? Eran como dos horas de viaje ¿Acaso alguien se la había robado? Tal vez debía comprobar con sus propios ojos quién era el dueño.

Entró a la biblioteca sin ninguna expectativa, aunque mentiría si decía que no albergaba una pequeña esperanza de que sus sospechas fueran ciertas. Saludó a los encargados con un leve gesto y empezó a caminar mientras veía todo a su alrededor menos las repisas de libros. Sus ojos volvieron a concentrarse en la figura pelirroja que está sentada en unos de los sillones ubicados al final. Estaba tan enfocada en su lectura que no se dio cuenta que se acercaba, lo que era bueno, porque podía ver la expresión de su rostro disfrutando del libro o al menos hasta que alzó la vista.

¿Por qué lo miraba como si fuera una clase de monstruo? Pero qué importaba, ella volvía a fijar su mirada en él después de un tiempo. Y entonces le preguntó cómo había llegado hasta ahí o si ya sabía que estaba en ese lugar con un tono de alarma como si estuviera preocupada de algo. Ni siquiera tuvo oportunidad de contestarle, porque se apresuró en preguntar si Sierra lo estaba acompañando. Lo negó en ese momento, sin saber la causa de esa extraña pregunta ni entender porque se mostró más aliviada de oírlo. Al menos, se veía dispuesta a seguir hablando con él, así que intentó pedirle un poco de su tiempo en vez de seguir metida en una librería por el resto del día. Lo dudó unos segundos, pero el castillo terminó convenciéndola.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora