Una despedida

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La noticia de que era adoptada, no causó tanto impacto en la pelirroja. Tal vez se debía a las bromas que hacían sus compañeros de escuela cuando veían lo diferentes que eran o por el trato que recibía de su abuela a comparación de sus otros nietos. En el fondo también era partidaria de esa idea, era demasiado distinta a su familia materna, aunque todavía estaba el hecho que no conocía a su familia paterna. Ellos podían ser la causa de sus rasgos, o quizá solo era uno de esos casos excepcionales.

Su madre, aún la llamaba así y lo haría en lo que resta de su vida, le contó toda la historia detrás de su adopción. De cómo conoció a su madre biológica y se hicieron amigas, la relación con aquel bastardo y la noticia de que no podría tener hijos, y la decisión de su padre biológico al tener que dar en adopción a uno de sus hijos porque no sentía capaz de poder cuidar a dos niños por su cuenta mientras su mundo se venía abajo. En un inicio se sintió molesta con él, pero luego su madre le mostró todas las cartas que le había enviado preguntando por ella. Siempre pendiente de cómo le estaba yendo en todo aspecto como cualquier padre preocupado por sus hijos. Cuando se puso en contacto con él, conversaron sobre temas triviales para conocerse un poco más. Poco a poco empezó a preguntar más sobre ellos, en especial, de su hermano. Había crecido como hija única, así que la idea de tener un hermano, sobre todo mellizo, la hacía sentir nerviosa y feliz. 

Ya no tenía la edad para jugar con él, aunque tendría alguien para cuidar su espalda. Esperaba que no fuera complicado llevarse bien con él, ya que no podía ignorar que era una total extraña aún si supiera de su existencia. Lo menos que deseaba era que la viera como una enemiga que llegaba a robarle toda su vida.

Sin embargo, aún le quedaba la duda de por qué aquel hombre la trató tan horrible. Su madre parecía saber la razón, solo que parecía ser demasiado dolorosa para que ella pudiera contarle. Y probablemente, era mejor quedarse con esa duda.

27 de julio

Todo su viaje fue organizado por completo por su padre. Debía llegar al aeropuerto temprano para subir al primer vuelo de la mañana y encontrarse con su familia. Lo cual la ponía nerviosa y emocionada, porque no sabía que pasaría cuando viera a su padre. Tenía miedo de que volviera a ocurrir lo mismo que cuando conoció a aquel hombre.

Su madre la acompañó hasta el aeropuerto después del desayuno. Allí se encontraría con Freya y Callum. incluso George, que fue un invitado sorpresa. Había optado por no comentarle nada, pero estaba contenta de ver un rostro familiar.

—No pensé verte aquí —dijo Itzel un poco avergonzada al volver a verlo cara a cara—. Creí que ya no me hablarías después de todo.

—No, claro que no —dijo George y golpeó su frente con un poco de fuerza—. Eres una gran amiga, así que no te preocupes... tienes George para rato —Itzel no pudo evitar reírse por lo último.

—Es bueno escuchar eso, en serio. Las cosas no me han salido del todo bien los últimos días.

—Imagino que esa preocupación tiene nombre y apellido ¿Sabes si va a venir?

—No lo sé —respondió desalentada—. Puedo entender si no viene.

—Bueno, quizá se le hizo tarde... —George miró hacia los lados—. Yo no estaría aquí si no fuera por él. No esperaba que volviera a acercarse a mí, pero me pidió que te diera algo. —Itzel reaccionó con sorpresa, especialmente cuando George le entregó una cadena con dije de un sol que se le hacía familiar.

—¿Por qué te daría esto?

—No lo sé, él no es del tipo que vaya dando explicaciones a chicos que trataron de quitarle a la chica que le gusta, pero por la forma que me lo dio... estoy seguro que él vendrá. No creo que vaya a perder esta última oportunidad de verte.

—Pero ya la está perdiendo, ya tengo que ir a mi puerta de embarque —indicó Itzel mirando al reloj y la cadena que colgaba de su mano—. Gracias por hacerme llegar el recado.

—Suerte en tu viaje.

Quería evitar una triste despedida, así que cuando terminó de hablar de George se fue directo a la zona donde debía subir a su vuelo mientras se colocaba sus audífonos y buscaba la canción que deseaba escuchar al inicio de su recorrido. No tenía a quién más esperar y no tenía muchas esperanzas de ver a Brandon antes de irse. Tampoco le quedaba mucho tiempo para esperar, porque sonó la primera llamada.

Aceleró el pasó con su maleta en manos para llegar a su puerta de embarque. A medida que se acercaba, sintió que su celular vibraba al interior de su bolsillo. Al inicio lo ignoró, tenía que apresurarse, pero tuvo que contestar casi a la entrada de su puerta ante la insistencia. Ni siquiera revisó el nombre que apareció en la pantalla, solo contestó, mientras hacía fila para ingresar con el resto de pasajeros.

—Itzel. —La voz retumbó dentro de su cabeza. Debía de tratarse de un error, así que revisó su celular para confirmar lo que ya sabía. Brandon—. No cortes la llamada.

—¿Dónde estás? —preguntó mirando hacia todas las direcciones, mientras era empujada hacia el interior. Escuchaba que estaba corriendo por el sonido de sus pasos, pero no lograba divisarlo. Maldijo el momento que decidió no llevar puestos los lentes, pero sonó el segundo llamado. Tenía que entrar—. Brandon... no queda mucho tiempo... la puerta.

—Lo sé —contestó él a media voz delante de la puerta, con su celular pegado al oído, solo que esta ya estaba cerrada—. Tardé más de lo esperado, pero pude verte.

—No tenemos mucho tiempo...tengo que..

—Todavía hay tiempo, ¿recibiste el...

—Sí, ¿por qué? —Entonces, recordó porqué le era conocida esa cadena. No era la primera vez que la había visto.

—Era originalmente tuyo, solo no tuve oportunidad de entregarlo. —Brandon se acercó un poco. Se escucharon voces llamando a los pasajeros, pero Itzel permaneció en su lugar—. No te puedo obligar a quedarte, pero te esperaré... Solo recuerda, que a pesar de todo soy un idiota que te quiere, porque no quieres que te diga que te amo.

Itzel sintió que sus lágrimas amenazaban con caer sobre su rostro mientras sonreía. Le hubiera gustado abrazarlo, pero era más de lo que merecía. Brandon le contestó y se dibujó en su rostro una sonrisa tan real que dolía por todas emociones que se podía percibir, pero Itzel no llegó a escuchar lo que dijo. Miró hacia su celular que acababa de quedarse sin batería. Solo le quedaba despedirse con un gesto mientras desaparecía de su vista. Tal vez, el destino quería romper sus corazones.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora