Contra el tiempo

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27 de septiembre, 8:40 am

El día apenas iniciaba y ya estaba yendo en picada como un presagio de lo que pasaría horas después. Itzel ya tenía una rutina establecida para cada mañana antes de ir a la escuela. Como su madre salía a trabajar a primera hora del día, optó por no darle más trabajo y preparar su propio desayuno por su cuenta. Ella era lo suficientemente grande como para hacer uno decente. Sin embargo, toda su agenda matutina podía salirse de control si dormía pocas horas como la noche anterior. A pesar de que había puesto la alarma, despertó tarde. Bueno, tardísimo.

Faltaban 25 minutos para que iniciara su primera clase y el problema era que su casa no quedaba tan cerca de su escuela como para solo ir corriendo. En un día cualquiera no le hubiese importado, pero su situación se veía complicada con el hecho de estar en detención. Si estabas castigado, las sanciones se duplicaban con la intención de que el estudiante no volviera a cometer ese acto inmoral, como decía el director Gibbons. Así que sin darle más vueltas al asunto, Itzel salió de su cama en un salto para aparecer en su baño y luego ir a su armario y sacar su uniforme. También, se dio el tiempo para enviar un corto mensaje.

Quedaban 15 minutos e Itzel seguía en su habitación. Bajó las escaleras evadiendo gran parte de los escalones y corrió con su maleta colgando en su hombro a su jardín para recoger su bicicleta. Se hizo un moño rápido, dio un profundo respiro antes de emprender su viaje, pedaleando lo más rápido que podía. Y rogando que no hubiera ningún obstáculo en el camino.

10 minutos, no podía detenerse a descansar.

5 minutos antes del toque de la campana.

Solo le faltaba una cuadra para llegar.

Logró cruzar la entrada con éxito, así que colocó de inmediato su bicicleta en el lugar correspondiente antes de salir corriendo hacia su salón. Al menos, no tenía que subir escaleras. No había sido de las mejores en las clases de atletismo, pero en ese momento pensó que todo aquel sufrimiento rindió frutos para ese día. Solo faltaba un minuto y con un poco de suerte, entró a su aula antes que el profesor. Simplemente se dejó caer en su asiento, tratando de recuperar el aire.

Su compañera de carpeta de inmediato colocó una botella de zumo encima de su carpeta y un muffin de arándanos por debajo, al mismo tiempo que la bombardeó con preguntas. Itzel no le respondió ninguna en el momento, seguía recuperando el oxígeno en sus pulmones. Apenas pudo decir su nombre en un leve susurro mientras hacía una seña para que dejara de hablar por unos minutos.

—Entonces, ¿qué pasó ayer? —le preguntó de nuevo cuando la pelirroja volvía a la normalidad. Itzel aprovechó en agradecerle por conseguirle algo para desayunar después de clases, aunque estaba sorprendida de que Freya no estuviera enterada del problema de ayer.

Aparte de Kyle, Freya era su otra mejor amiga que completaba el grupo. Solo que tuvo la oportunidad de conocerla primero en el kinder. A diferencia de Itzel, tenía una lacia cabellera de un tono rubio oscuro que hacían contraste con sus ojos cafés. Tenía un rostro dulce, aunque su personalidad estaba muy lejos de ser uno. Se dejaba guiar por los impulsos, no tenía filtro al hablar y era el alma de las fiestas. No era el claro ejemplo de ser una amistad con buena influencia, pero aún así, era imposible no llegar a quererla.

—Lo más probable es detención —continuó Freya—. ¿Qué castigo te otorgó Calvin?

—¿Desde cuando llamas al director por su nombre? Yo apenas me enteré. —Su amiga se encogió de hombros, así que continuó apoyando su cabeza sobre la carpeta—. Bueno, un combo de detención por cuatro meses y ayudar al comité del baile. Ni imaginas cuántas ganas tengo de arruinar sus planes.

¿Fue parte del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora