Capítulo seis

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Miré el lugar donde me encontraba, luego el papel arrugado que contenía la dirección, y de nuevo dirigí mi vista hacia el lugar sin poder creerlo. ¡Me encontraba frente a una gran y elegante librería!

Al entrar lo primero que percibí fue el delicioso olor a café y a libros nuevos. Una señorita pelirroja con una coleta alta y una linda sonrisa me recibió en el mostrador, y un hombre de traje tomó mi abrigo para guardarlo.

Avancé por un corto pasillo hasta llegar a otra puerta de cristal que me llevó a los grandes estantes de madera abarrotados de libros de todo tipo y al subir al segundo piso me encontré con una sala dividida en tres secciones: la de la derecha al fondo, donde se encontraban escritorios con computadoras modernas para poder trabajar en ellas. Otra que estaba justo al lado de esa, con el suelo tapizado por una alfombra roja y sobre ella sofás cómodos para poder disfrutar de una lectura tranquila. Y por último, frente a mi estaba una gran sala llena de pequeñas mesas con sillas de asientos rojos para poder disfrutar de un café o chocolate caliente proveniente de la barra que se encontraba al lado de las escaleras.

Seguí hasta sentarme en una de las mesitas junto a los enormes ventanales y me dediqué a admirar la hermosa decoración que consistía en decenas de relojes de todo tipo colgando del muro rojo frente a mi y algunos cuadros pintados a mano de paisajes naturales. ¿Cómo era posible que nunca antes supiera sabido de la existencia de ese maravilloso lugar?

No pasaron más de diez minutos cuando vi al oficial Schmidt llegar a mi mesa. Me puse de pie para estrechar su mano y después tomamos asientos uno frente al otro.

― ¿Te gusta este lugar? Pareces muy impresionado ―me preguntó sonriente y yo asentí repetidas veces.

― No sabía que existía un lugar así aquí en el pueblo ―respondí emocionado.

― Bueno, ahora tienes un escondite nuevo.

Me agradaba el oficial Schmidt, es decir, sabía que apenas lo había conocido esa misma mañana y que sólo habíamos hablado por unos minutos, pero se comportaba muy amable y era la única persona hasta ahora, además de mis amigos y yo, que se preocupaba por Tyler, aunque ese fuera su trabajo.

― Entonces...

― Oh soy Josh, Josh Dun.

― Josh ―asintió sonriendo mientras sacaba un pequeño cuaderno forrado de cuero y un bolígrafo gris―, me dijiste que eres amigo de Tyler ―asentí―, ¿hace cuánto lo son?

― Hace casi cuatro meses, bueno, él y yo estamos en el mismo taller desde que inició el ciclo escolar, pero nunca hablamos antes.

― ¿Por qué? ―quiso saber y yo me encogí de hombros, recargando la espalda en el respaldo de la silla.

― Tyler nunca fue muy abierto con los demás y siempre trataba de pasar desapercibido, pensé que no querría que me le acercara y que me evitaría, como a los otros chicos.

― ¿Y quién dio el primer paso para ser amigos?

― Yo ―volví a sentarme recto y continué―. Una noche al salir de un bar... biblioteca ―mentí― me lo encontré afuera tratando de buscar como volver a casa y me ofrecí a llevarlo, luego de eso trate de hablar y pasar más tiempo con él dentro del taller y de la escuela. Unas semanas después ya teníamos nuestros números y nos hablábamos seguido y... ―me detuve antes de revelar más de lo necesario― todo se dio como cualquier amistad, supongo.

El oficial anotó algunas cosas en su cuaderno y luego volvió su vista a mí.

― Eras su único amigo en esa escuela, según lo que pude entender esta mañana, y sé que esto tal vez sea difícil para ti, pero ―guardó unos segundos de silencio y se inclinó un poco hacia mi― ¿puedes contarme sobre ese incidente que mencionó una de tus compañeras esta mañana? Cuando Tyler intentó evitar una pelea con un compañero.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora