Capítulo cincuenta y seis

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Una vuelta tras otra sin parar a lo largo de mi habitación. Gota tras gota de llanto inconsolable caía sobre mis mejillas deslizándose hasta quedar cual mancha en mi camiseta blanca. El clima no ayudaba mucho a contrarrestar mi estado, la lluvia estrepitosa caía a cascadas golpeando sobre las ventanas y provocando un ruido que lograba acallar mi respiración agitada, más no mis pensamientos.

Las palabras de Tyler hacían eco en mi mente y me consumían desde el interior. Y esa mirada, esa enigmática y cautivadora mirada que se clavaba en mi como dagas al corazón me estaba volviendo loco.

No podía dejarme caer de nuevo, no en ese momento, debía ser fuerte. Tenía que verlo otra vez, pero había llegado a la conclusión de que sería mejor si él no se enteraba aún de que lo estaba buscando, y tenía mis razones para pensarlo.

Sentía una ligera capa de sudor cubrir mi piel y un dolor de cabeza punzante, más no había a quien recurrir a las 3 AM con mis delirios. No quería interrumpir el sueño de mis amigos y quitarles su merecido descanso, y lastimosamente no tenía a nadie más.

Sólo me quedaba esperar a que el sol ascendiera para intentarlo otra vez.

Cuando desperté a medio día no me apetecía asistir a la última hora de clases, sin embargo, ansiaba establecer comunicación con alguien.

Salí de la casa aseado y me dirigí a la escuela, donde esperé pacientemente a que se llegara la hora de salida. Al primero al que logré divisar en los pasillos fue a Ryan.

― ¡Ryan! ―lo llamé y caminé hasta alcanzarlo.

― Hola, Josh ―me saludó sonriente.

― ¿Has visto a los demás? Hay algo que tengo que contarles.

― No creo que se pueda. Gerard tendrá su audición para la obra de fin de cursos, Dallon tiene que cubrir sus horas de servicio social y Pete y Brendon irán a una reunión con sus padres ―explicó.

Mis ánimos recayeron de nuevo. No podía quedarme con todo eso guardado por más tiempo, sentía que en cualquier momento mi ansiedad iba a consumirme por completo.

― Pero yo estoy libre ―agregó.

― ¿De verdad? ―pregunté, entusiasmado.

― Sí, ¿por qué no vamos a mi casa y me cuentas que sucede? Sé que no soy la persona en la que más podrías confiar...

― No, no ―lo corté―. Sería genial poder hablar contigo, gracias.

Le dediqué una sonrisa sincera y él hizo lo mismo antes de partir a su hogar.

El camino fue tranquilo y relajante. Ryan me contaba sobre la gran exposición que había tenido en la mañana con tanto entusiasmo que me contagió al instante. Él era muy apasionado y dedicado en sus estudios, tenía muy en claro que para llegar lejos debía esforzarse al máximo. Era un buen chico.

Quince cuadras después llegamos a su morada. Me invitó a pasar y ambos subimos directo las escaleras a su habitación, pues no queríamos interrumpir a su madre quien hablaba por teléfono en la cocina.

Su cuarto era amplio, sus paredes estaban pintadas de un color azul dos tonos más arriba que el de mi cabello y no contaba con muchos muebles, sólo los necesarios. Su cama era grande y estaba bien hecha, la alfombra impecable y todo estaba en orden. Me sorprendí a mi mismo inspeccionando a detalle, pero a él no pareció importarle. Mi vista fue a parar hasta su colección de discos.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora