Capítulo cincuenta y tres

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Al despertar me di cuenta de que Dallon y Brendon ya se habían ido, no sin haber dejado una nota. Ordene un poco el lugar y subí las escaleras encontrandome con la casa completamente vacía, era hora de irme también.

Después de una agradable ducha me puse a pensar que le diría a Pete. No sería nada fácil hablar con él, era el más terco de nosotros y también el más inteligente, sería todo un reto.

Por la noche caminé hasta su casa y le arroje unas piedras a su ventana para que saliera, una de ellas impactó en su lámpara de estudio cuando abrió el vidrio.

― ¿Josh?

― Hey, ¿Pete puede salir a jugar?

― ¿Eres idiota?

― Algo ―sonreí―. ¿Vienes?

Sonrió rodando los ojos y salió por la ventana, bajando por el árbol que había frente a ella. Me preguntaba si algún día una de esas ramas se rompería y Pete terminaría atorado en el columpio que colgaba de ella.

Comenzamos a caminar sin rumbo, con solo el sonido de unos cuantos autos de fondo. Era una linda noche, el cielo estaba despejado dejando ver las estrellas brillar sobre nosotros, la luna se encontraba en su punto más alto y el aire era frío, pero no demasiado.

― Lo siento ―dijimos los dos al mismo tiempo, haciéndonos reír.

― Olvidalo, todo está bien ―sonrió.

― No, de verdad lo lamento ―suspiré―. Sé que a veces puedo llegar a ser muy tonto y que tienes razón, debo pensar mejor las cosas. Lo estoy intentando.

― Yo también lo lamento. Lidiar con mi mal humor y negatividad no debe de ser nada sencillo, a veces me canso de mi mismo ―encendió un cigarrillo y le dio una calada antes de continuar―. No quiero que piensen que no me importa Tyler o cualquiera de esos chicos, porque de verdad deseo que estén bien y vuelvan a casa, es sólo que... tengo miedo.

Levanté la mirada del asfalto y lo miré, confundido.

― Es difícil tratar de mantener una imagen, ¿sabes? Tú, Bredon, Dallon y, bueno, todos en general creen que soy un chico genial, pero no lo soy. Antes de la preparatoria yo solía estudiar en casa, mis días se basaban en materias escolares y juntas con mi padre, lo más cercano que tenía a una amiga era la señora del aseo ―se tomó un momento para inhalar el humo que había expulsado hace un segundo por su boca―. Era muy bueno aprendiendo sobre los negocios de mi padre, malditamente bueno, pero no por ser bueno en algo significa que debas hacerlo. Él lo entendió, al igual que mi madre, fue ahí cuando decidieron dejarme asistir a una escuela. No tenía idea de cómo sería, estaba muerto del miedo, los únicos modelos de referencias que tenía eran las películas que veía en televisión, así que me encargué de lucir, hablar y actuar como ellos. Debiste verme el primer día de clases, Bredon dice que parecía Zac Effron en la película "17 Otra Vez" ―río, recordando―. Para mí sorpresa eso funcionó. Todos querían hablar conmigo y ser mis amigos, me invitaban a un montón de fiestas y las chicas me daban sus números de teléfono, era como un sueño. Lamentablemente, como todo sueño, este llegó a su final. Tenía resaca todo el tiempo, no podía dormir ni concentrarme, faltaba a clases, sólo comía una vez al día y con suerte llegaba a casa a dormir. Era un completo desastre. Para cuando toqué fondo me topé con Brendon en la sala del director. Lo había visto antes, en las juntas a las que me solía llevar mi padre y en un par de fiestas, me di cuenta de que él me reconoció al instante, pero ninguno dijo nada al respecto. Esa misma tarde el director me dio un ultimátum, si volvía a tener otro problema dentro de la escuela me echaría afuera y tendría que repetir año. Estaba jodido. Al salir de su oficina fui a la fiesta de un tipo que ni conocía, de todas formas se había acabado todo, ¿qué más daba una última fiesta antes de condenar mi futuro?

Nos detuvimos antes de cruzar la calle y me tomó de los hombros mirándome a los ojos.

― ¿Sabes que pasó esa noche en esa fiesta, en mi última noche de libertad y en mi única oportunidad? ―preguntó y yo negué con mi cabeza― Brendon Boyd Urie.

Me soltó y mi cara se convirtió en un rostro lleno de confusión.

― ¿Bredon? ―dije, para comprobar si había escuchado correctamente.

― Bredon ―reafirmó―. Me encontró vomitando en el baño y al terminar me sacó de ese lugar. Nos tiramos sobre el pasto de algún jardín del vecindario y comenzamos a hablar. Le conté todo, absolutamente todo, desde mi vida antes de la escuela, la farsa que intentaba sostener, hasta que me encontraba a punto de ser expulsado. Luego pasó algo que no me esperaba, él me habló sobre su vida y lo duro que era tratar de ser el hijo que su padre deseaba, y quien quería ser el realmente. Eso me abrió los ojos. Al fin había alguien que me entendía y que pasaba por una situación similar, alguien con quien podía hablar sobre lo que pasaba en mi cabeza sin necesidad de pensar dos veces si eso era algo que diría El Pete Wentz, porque con Brendon solo era Pete, era yo.

A ese punto las lágrimas de Pete eran incontenibles, al igual que las mías. Nos abrazamos con fuerza.

― Pete, yo nunca...

― Lo sé ―sonrió, separándose para poder limpiar su rostro―. Brendon me prometió que nunca le diría a nadie sobre lo que hablábamos entre nosotros, pero creo que es tiempo de que conozcan la verdad. No soy tan fuerte o valiente o arriesgado como creen, me asusto fácilmente y me siento vulnerable, en especial cuando las cosas se me salen de control, pero ya aprendí que hay cosas que no puedo manejar, en especial a ti ―golpeó mi brazo con cariño―. No quiero perder a las únicas personas que me importan, porque aunque sean unos idiotas, son mis idiotas. ¿Lo entiendes?

― Sí ―sonreí, limpiando las lágrimas en mis ojos―. Gracias por contarme esto, Pete.

Continuamos nuestro camino a ningún lugar disfrutando de la compañía del otro.

No podía creer que al fin había sido capaz de sostener una charla tan profunda con el más reservado de mis mejores amigos, y se sentía tan bien, malditamente bien.

― Sí te hace sentir mejor, sigues siendo el tipo más genial que conozco ―dije.

― Lo hace. Gracias, Josh.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora