Capítulo noventa y tres

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Tyler

Desperté poco a poco al sentir humedad en mi espalda, bajo la camiseta. Al abrir mis ojos lo primero que vieron fue un nublado cielo azul sobre mi a través de unas ramas de pino, seguido de eso un punzante dolor de cabeza se hizo presente al igual que la resequedad en mi boca.

Me senté con sumo cuidado sobre las hojas en el suelo, pensando como había ido a parar ahí. No fue hasta que me percaté de los vendajes sobre mis manos, que recordé lo sucedido. Rápidamente miré hacía todas direcciones buscando algún rastro de vida, pero no había nadie más que yo.

Cada hueso y extremidad de mi cuerpo dolía inmensamente, pero no podía permanecer en la misma posición, tenía que buscar un lugar seguro. Ni siquiera sabía a donde me dirigía y no podía pensar con claridad, todo lo que ocupaba mi mente era la imagen del ser que más amaba haciéndome daño.

Me di cuenta de que estaba a la mitad de la ciudad y corrí con más velocidad, sin importar la estruendosa lluvia que me cubría de pies a cabeza. Al final de un largo y difícil recorrido logré llegar a mi edificio, ahí me detuve a observar la ventana de mi habitación desde la penumbra. Ver a ese hombre de nuevo terminaría de destrozarme por completo, pero no tenía ningún otro sitio a donde ir y quedarme afuera no era una opción.

Sin más, subí por las escaleras de servicio hasta mi cuarto, donde entré por la ventana y me derrumbe.

¿Era malo? Mi abuela me había dicho que las cosas malas sólo les pasan a las personas malas, si fuese así, entonces yo debía ser el peor ser humano.

No tenía más ganas de sonreír o de respirar, cada exhalación que salía por mis poros era como un recordatorio de la vida que me había tocado llevar. ¿Me lo merecía?

Nunca jugué con los sentimientos de nadie, había sido honesto, respetuoso, resguardado y amable, entonces ¿en qué fallé? Tal vez había cometido algún error en el pasado sin darme cuenta, y ahora las estaba pagando.

"Lo siento", decía en mi mente como una oración al cielo, "Prometo que he aprendido la lección. Duele mucho".

Las lágrimas volvieron a fluir al mirar mi reflejo desnudo en el espejo del baño. Manchas de distintos colores adornaban mi anatomía, algunas más grandes que otras, y aún quedaban rastros de sangre entre mis piernas, como muestra de mi impureza. Sentado sobre la tina dejaba que el agua se llevase sólo un poco de mi suciedad y mis tristezas.

Decidí encerrarme en el armario, el único lugar seguro en mi mundo, esperando despertar y darme cuenta de que todo había sido producto de una terrible pesadilla. Entonces escuché un ruido y una silueta apareció en mi habitación.

No sabía quién era, pero no quería ver a nadie, no podría. La persona empezó a revisar entre mi cama y luego fue al baño, yo cerré fuertemente mis ojos rezando por no ser encontrado, cuando de pronto hubo un silencio y la puerta se abrió de golpe.

― ¿Tyler?

Abracé mis piernas hasta el punto de encajar mis uñas en ellas, en un intento desesperado por protegerme.

― Ty ―intentó tocarme y un sollozo se escapó de mis labios. Estaba aterrado―. ¿Qué sucede, Ty? Soy yo, Josh.

― ¿Josh? ―levanté la cabeza y lo observé con mis ojos llorosos y llenos de miedo.

― Sí, aquí estoy ―volvió a tratar de tocarme, y yo me cubri―. Está bien, no voy a hacerte daño.

Ese ser que me lastimó no era Josh, no podía ser él, pero ¿qué posibilidad existía de que no lo fuese? Tenía su rostro, sus manos, su voz, tenía sus ojos, más no su mirada. Ese ser no poseía alma, estaba vacío, no era Josh, no mi Josh.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora