Capítulo setenta y nueve

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La noche fue un completo desastre. Tan pronto como los doctores de la clínica se enteraron que quería irme, hicieron todo por detenerme alegando que necesitaba atención especial.

Pete explotó y se negó a dejarme solo mientras llamaba a sus padres, pero aún así lo echaron a la fuerza. Entonces llegaron los abogados de la familia Wentz, luego los encargados legales del lugar, más tarde se nos unió el alguacil Weekes acompañado de Dallon, y finalmente Ryan y Gerard con el oficial Schmidt.

Estaba desesperado, no sabía lo que sucedía a mi alrededor, ni como iban las cosas, o que planeaban hacer conmigo. Me prohibieron el contacto con el mundo exterior. En más de una ocasión intenté escaparme, pero cada vez que me descubrían, me devolvían a la camilla con una tóxica dosis de calmantes. Era un infierno.

Ahora veía todo a mi alrededor en cámara lenta, imposibilitado físicamente para seguir luchando. Suplicar clemencia ya no era una opción, cada gritó, cada lágrima y cada gota de sangre extraída era como un trofeo para ellos.

Afuera de ese lugar las personas seguían con sus vidas cotidianas, tan normales y atareadas como siempre. Los padres se levantaban para preparar el desayuno y llevar a sus hijos al colegio, los deportistas salían a hacer sus rutinas matutinas, los fiesteros regresaban a sus casas tratando de no tropezar con sus propios pasos, y el anciano de mi calle regaba su jardín antes de salir a comprar pan recién horneado a la panadería local. Mientras tanto, aquí dentro, mis mejores amigos luchaban guerras que no les pertenecían, perdían un día más de clases arriesgando sus promedios, y gastaban energías preocupándose por mi.

¿Y cuál era la finalidad? Mi propósito era encontrar a Tyler y salvarlo, pero ahora que no estaba, no tenía más motivos para seguir.

Lo había perdido.

Cada pieza de mi corazón estaba roto, cada fragmento de mi alma, desgastado, y cada fibra de mi ser, pisoteada.

Mis amigos se tenían entre ellos, mi padre contaba con una nueva familia, y Tyler se encontraba en un lugar mejor. Estarían bien.

Retiré el catéter de suero que estaba en mi brazo.

Jamás me había permitido darme nada a mi mismo, pero haría mi última excepción.

Me libere de la máscara de oxígeno.

Allá afuera, el día de hoy ocuparían los encabezados de los periódicos alguna nota sobre las elecciones presidenciales, mañana, tal vez si mis amigos lograban crear el suficiente alboroto, la muerte de un chico desconocido.

Desconecte el electrocardiograma.

Mi último deseo era que se hiciese justicia y cerrasen el Hospital Middlewood para siempre, por las jóvenes víctimas que cayeron en sus trampas, por todas las otras que no llegué a conocer, por Tyler, por los chicos y por mi.

Sentí una gran presión en mi cabeza.

Di todo de mi mismo y más, hice hasta lo imposible, me arriesgue sin mirar atrás, y ahora no quedaba nada más.

La sangre comenzó a escurrir de mi nariz.

Y estaba bien, sólo yo sabía por todo lo que pasé y todo lo que sufrí, el dolor ya no significaba nada para mi.

Me dejaría ir,
y estaba bien.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora