Capítulo veinte

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Al despertar a la mañana siguiente me encontraba solo en la habitación. Mi cuerpo todavía dolía y las marcas seguían sobre mi piel, pero me sentía significativamente mejor que ayer.

Mi padre y yo habíamos hecho las pases y aclarado nuestros sentimientos, era como si me hubiera quitado un enorme peso de encima que llevaba cargando por años, y ahora estaba más relajado.

Una enfermera vino a checarme y me informó que mi padre ya había firmado mi salida, luego Brendon llegó con ropa limpia para que pudiera tomar una ducha y después de una hora salimos rumbo a mi casa.

Como Brendon todavía no tenía licencia de conducir, sus padres le contrataron un chofer personal que lo transportara a la escuela y a las reuniones de la compañía de la que sus padres eran socios. Siempre sabían dónde se encontraba, con quien y a qué hora, o eso era lo que ellos creían, porque de alguna forma él se las arreglaba para escabullirse y asistir a fiestas o salir con nosotros.

― Gracias por llevarme ―le dije mientras recargaba la cabeza en el respaldo. Ambos nos encontrábamos sentados en el asiento trasero.

― No es nada, me alegra que te sientas mejor ―imitó mi acción―. Siento no haber estado cerca para ayudarte y que te suspendieran tres días.

― No había forma de que supiéramos lo que iba a suceder, además ustedes y yo no compartimos el edificio, era casi imposible que se enteraran tan rápido. Ahora tengo un poco de tiempo para recuperarme y pensar que es lo que voy a hacer. Por cierto, ¿no irás hoy a la escuela? ―negó con la cabeza.

― Mi padre quiere que lo acompañe a una de sus aburridas juntas, ya sabes, tienen que conocer al siguiente a cargo ―soltó un suspiro―. Creo que Pete también estará ahí.

El padre de Pete era co fundador de la compañía, pero al contrario del señor y la señora Urie, este no esperaba que Pete siguiera el mismo camino y se dedicara al negocio de las construcciones, lo dejaba decidir por su cuenta.

Las personas solían envidiar a Brendon por la forma de vida que llevaba, llena de lujos y comodidades, viajes alrededor del mundo rodeado de gente rica y exitosa y fiestas sin control. Era guapo, divertido y rico, el paquete completo. Sin embargo, eso era sólo el exterior, lo que la gente quería ver, se había convertido en una especie de objeto de adoración, algo a lo que los demás sólo podían aspirar a ser, pero todos ellos estaban equivocados. Brendon no era un objeto, era una persona real con sentimientos y sueños propios, alguien que siempre se había avergonzado de tener lo que tenía y que nunca se consideró superior a nadie.

Era una gran persona y me sentía honrado de ser uno de los pocos que lo conocían realmente, aunque yo también llegué a envidiarlo en algún momento. Por eso no podía evitar sentir lastima por él, porque aunque tuviera todo el dinero del mundo y un futuro seguro, no tenía el control de su vida.

― Llegamos, señor ―informó el chofer al estacionarse frente a mi casa.

― Gracias de nuevo, llámame o mándame un mensaje si te aburres mucho ―dije saliendo del auto.

― Creo que te enviaré el primero apenas poner un pie en ese edificio ―respondió sonriendo―. Nos vemos, no te metas en más problemas.

Me quedé en la banqueta viendo el auto alejarse hasta perderle de vista y luego me dirigí a mi casa. Desde el jardín me llegó un olor a galletas recién horneadas, pero no podía provenir de mi casa porque estaba solo.

Saqué las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón y al abrir la puerta escuché un grito femenino.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora