Capítulo treinta

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Tan pronto como desperté pude escuchar las voces de los chicos, pero no entendía lo que decían, estaba algo desorientado. Gerard fue el primero en percatarse de que había vuelto y le avisó a los demás, quienes guardan silencio al instante.

― Chicos, no van a creer lo que... ―comencé a decir, pero fui interrumpido por Gerard.

― Seguro que no, pero tranquilo, primero cuéntanos cómo te sientes.

― ¿Qué? ―lo miré, confundido― Bien, solo estoy algo mareado.

― Antes de quedarte dormido dijiste algo sobre tu madre, ¿recuerdas?

Me quedé un momento en silencio tratando de recordar, y cuando finalmente logré hacerlo, solté un pesado suspiro cerrando los ojos.

― ¿Quieres hablar de ello? ―preguntó Dallon en un tono suave y tranquilo, característico de él― Está bien si no quieres hacerlo, no te presiones.

― No... creo que quiero ―abrí los ojos y me quedé mirando al techo mientras jugaba con mis dedos entrelazados sobre mi abdomen―. Pase los primeros cinco años de mi vida con mi madre biológica. Vivíamos en un apartamento con otro hombre, creo que era su pareja, pero no estoy seguro de que fuera mi padre, aun así él era muy bueno con nosotros y yo lo quería mucho. Una noche desperté al escuchar el sonido de unas sirenas y minutos después unos oficiales entraron al apartamento y se lo llevaron, había andado en malos pasos. Unas semanas después mi madre y yo tuvimos que dejar el apartamento porque no teníamos dinero para seguir pagando la renta y nos mudamos a una casa pequeña al otro lado de la ciudad donde nos quedaríamos con uno de sus amigos. Él no me agradaba, aprovechaba cualquier error que ella cometiera para explotar y golpearla y cuando ella no estaba se desquitaba conmigo. Yo estaba muy asustado, un día no pude soportar más y le supliqué que nos fuéramos, ella se molestó mucho. Dijo que la única cosa que la mantenía atada era yo y que si no fuese por mi ella no tendría que depender de nadie ―sentía mi corazón acelerado y una enorme presión en el pecho. Las palabras salían de mi boca como pesadas cadenas oxidadas que hacían un estruendoso ruido y rasgaban las paredes de mi garganta provocándome un inmenso dolor―. Decidió dejarme en un edificio, prometió que las personas de ahí serían buenas y cuidarían de mí hasta que ella regresara, tiempo después descubrí que ese lugar en realidad era una casa hogar y fue entonces comprendí que ella jamás volvería por mí ―tomé un poco de aire―. Acepte mi nueva vida y cada día despertaba con la esperanza de ser adoptado por una buena familia. Por suerte no tuve que esperar demasiado y a los siete recibí la noticia de que una hermosa pareja quería llevarme a casa con ellos: el señor y la señora Dun. Yo... ―cerré los ojos dejando mis lágrimas salir y volví a abrirlos, sentándome en el sofá con la vista en el suelo y mis manos apretando mis rodillas― nunca quise molestarme con ella porque a pesar de lo que había hecho seguía siendo mi madre, supongo que simplemente era demasiado joven, estaba confundida y asustada, yo también lo estaría. Tal vez... tal vez de no haber sido por mi ella hubiese tenido una mejor vida, tal vez ahora la tenga.

Levanté la vista y hasta ese momento fue que pude observar los ojos rojos de los chicos tan lagrimosos como los míos. Ninguno dijo nada y en un instante Brendon ya se había abalanzado sobre mí para abrazarme con todas sus fuerzas.

Cerré mis ojos abrazándolo de vuelta y segundos después Dallon y Pete se nos unieron.

― Siento no haberles contado antes, ni si quiera recordaba la mayoría de las cosas que dije.

― No tienes nada de que disculparte, lo que dijiste requirió un enorme valor―dijo Dallon.

― Y, por favor, no vuelvas a siquiera pensar que eres un error.―habló Pete con la voz entrecortada― Tonto ―agregó y todos reímos antes de que Brendon hablara.

― Nada sería lo mismo sin ti, eres muy importante para nosotros, Joshie.

― Y ustedes lo son para mí ―sonreí, tomando a Gerard del brazo para atraerlo a nosotros.

Les conté a los chicos sobre todo lo que había sucedido en el sueño.

Ahora estábamos seguros de que Tyler y los otros chicos se encontraban en una clase de hospital o laboratorio y que estaban experimentando con ellos, aun así quedaban muchas preguntas abiertas como: ¿quién o quienes estaba detrás de todo esto? ¿Cuál era su propósito? ¿Habían elegido a los chicos por alguna razón en específico o fue al azar? ¿Existían más víctimas de las que conocíamos?, y la que más nos inquietaba, ¿quién sería el o la siguiente?

Revisamos los archivos varias veces, sin embargo, no pudimos encontrar nada sobre Timothy.

Pensamos en varias posibilidades: la primera, tal vez se trataba del caso más reciente y las autoridades lo habían ocultado rápido, para evitar que el asunto de las desapariciones provocara más inseguridad entre la gente del pueblo. La segunda, Timothy provenía de otro lugar, así que tendría sentido de que la policía local no tuviera su expediente o información. La tercera, nadie sabía sobre él porque nunca fue reportado como desaparecido.

Sabía que podría preguntarle a Timothy sobre él la próxima vez que tuviera uno de esos sueños, pero era probable que no supiera las respuestas de muchas cosas y no quería abrumarlo. Entonces Dallon intentaría conseguir más archivos de la oficina de su padre y yo contactaría al oficial Schmidt.

Había sido una larga tarde y estaba agotado emocionalmente, pero los chicos no querían dejarme solo.

― Vamos, Josh. Teníamos un trato y prometiste que saldríamos esta noche ―dijo Brendon.

― Lo sé, lo sé ―respondí, terminando de comer mis fideos. Pete solo se reía de mi patético intento por sostener los palillos chinos―, pero ahora solo quiero dormir.

― Acabas de dormir tres horas.

― Yo creo que deberías salir ―comentó Dallon―, necesitas despejarte.

― ¡Eso! ―exclamó Brendon― Gracias, bebé.

Me rendí con los palillos y tomé un tenedor.

― Sabes que no te dejara en paz a menos que le des lo que quiere ―canturreó Pete.

Rodé los ojos divertido y recargué la espalda en el sofá.

― Está bien.

― ¿Qué? ―preguntó Brendon sorprendido.

― Tú ganas ―sonreí―, ¿a dónde quieres ir?

Su rostro se iluminó y sus ojos resplandecieron con un brillo tan intenso como el de sus perfectos dientes, entonces supe que no debí haber preguntado.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora