Capítulo setenta y dos

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Justo cuando pensé que nada podría ser peor que las marcas en mi piel, el dolor corporal y soportar las miradas amenazantes del equipo de baloncesto, el director nos llamó a su oficina y recibimos el castigo de pasar toda la tarde limpiando la escuela. Al parecer, las cámaras de seguridad que habían instalado en los pasillos funcionaban bastante bien.

Los del equipo tampoco se habían librado después de que Brendon y Pete amenazaran con informar a sus padres, pues al director y a los miembros del comité estudiantil no les convenía arriesgarse a perder los generosos fondos que ambas familias donaban a la institución mensualmente.

A nosotros nos habían otorgado la tarea de limpiar el área norte y a ellos la sur, así que no tendríamos inconvenientes en tanto cada uno permaneciera de su lado. No estaba molesto, era un castigo más o menos justo, lo que me mantenía desconcertado era la sonrisa que me dedicó Ashton al cruzar el pasillo frente a mi. Y no sabía porque mi cabeza se empeñaba en darle tantas vueltas a algo tan insignificante, porque así lo era... ¿verdad?

El golpe de una esponja húmeda sobre mi nuca logró traerme de vuelta a la realidad. Era Gerard.

― Hey, ¿vas a quedarte ahí puliendo el mismo escalón toda la tarde o vas a ayudarme?

― Lo siento, ya voy ―tomé la cubeta y las franelas para continuar limpiando las butacas del gimnasio.

― Aún no nos has dicho porque fue la pelea.

― Oh ―intenté contener mis nervios―, en realidad yo tampoco. Scott y sus tonterías, ya sabes.

― Sí, tantos golpes con el balón debieron dañar su cerebro ―reímos―. Lo que me sorprendió fue ver a Ashton intervenir. Eso sí que no me lo esperaba.

― Yo tampoco, fue increíble.

Me sorprendí a mi mismo sonriendo, pero cambié mi expresión al notar que Gerard me miraba confuso. La cubeta se me cayó de las manos, derramando el agua sucia sobre el suelo.

― S-será mejor que vaya por un trapeador antes de que vengan a revisar esto. No tardo.

Abandoné el gimnasio apresurado. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Por qué pensaba tanto en un chico que se había encargado de hacerme la vida imposible desde que entré a la preparatoria? Era absurdo, hace unas semanas creía que él era un completo imbécil y ahora sonreía como tonto al recordar el único acto de consideración que tuvo conmigo y mis amigos.

Pasar frente al casillero de Tyler, ahora sin las líneas de marcador sobre el, me ayudó a recuperar la calma un momento. Sin embargo, en cuanto llegué al cuarto del conserje esa calma se esfumó. Ahí estaba Ashton, sudando, sin camiseta y con esa maldita sonrisa en su rostro. Carajo.

Me di la vuelta para irme, rezando porque no se diera cuenta de mi presencia. Por supuesto que el universo tenía otros planes.

― Hola, Josh ―me saludó y tuve que mirarlo.

― Hey ―lo saludé también―. Sólo venía por un trapeador.

― Aquí hay uno ―se estiró para alcanzar un trapeador del estante y me lo tendió con una sonrisa.

― Gracias ―lo tomé y casi se me resbala de las manos cuando tocamos nuestros dedos―. Y-ya, ya me tengo que ir.

― Está bien, nos vemos luego ―pasó a mi lado para salir y desapareció por él jardín.

Miraba a las personas pasar frente a mi, totalmente despreocupadas y sumidas en su propio mundo. El aire helado comenzaba a pintar las narices de los chiquillos de rojo, más no se preocupaban, pues estaban lo suficientemente entretenidos jugando en el pasamanos y balanceado sus cuerpos de un lado a otro en los columpios como para considerar un resfriado.

Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora