Capítulo sesenta y dos

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Brendon y yo estábamos de vuelta en el pueblo la noche del domingo, como habíamos acordado. Después del incidente con el padre de mi amigo, todo mejoró notablemente pues Brendon y yo pudimos ir de paseo por cada rincón de la hermosa ciudad sin restricciones.

Tal vez su padre se hubiese sentido culpable por lo sucedido y era su forma de disculparse, o sólo quería deshacerse de nosotros, como haya sido, no pudimos haber estado más encantados con su desición de dejarnos ir por ahí.

Lo primero que hice al llegar fue darme una ducha y arreglarme para ver a Tyler. Tenía tantas anécdotas que contarle y un montón de besos por darle, porque si bien me había divertido como nunca, no dejé de pensar en él.

Tomé el regalo que le había comprado y lo metí en el bolsillo de mi sudadera antes de salir disparado a su edificio, sin siquiera haberme molestado en desempacar mis cosas. Parecía un buen día, el cielo estaba nublado, más no se esperaban lluvias, y el aire frío me causaba una agradable sensación al estar abrigado.

Nadie había atendido cuando llamé a la puerta principal, así que tuve que tomar las escaleras de servicio arriesgando mi vida al subir por esas escaleras oxidadas. Al llegar a la ventana de Tyler entré siendo cuidadoso de no hacer ruido para no despertarlo, en caso de que estuviese durmiendo.

― ¿Tyler? ―lo busqué entre las cobijas, pero no estaba. ¿A dónde había ido?

Me senté en la cama para descansar un momento, pues el camino me había dejado agotado, entonces escuché un sollozo proveniente del armario. Sorprendido, abrí las puertas, encontrando a Tyler.

Estaba sentado en una esquina con sus piernas a la altura de su pecho, abrazandose a si mismo.

― Ty ―intenté tocarlo, acción que sólo lo hizo llorar aún más―. ¿Qué sucede, Ty? Soy yo, Josh.

― ¿Josh? ―levantó su cabeza y me observó con sus ojos llorosos y llenos de miedo.

― Sí, aquí estoy ―volví a tratar de tocarlo y él se cubrió―. Está bien, no voy a hacerte daño.

Me miró a los ojos por un instante y luego extendió su brazo para retirar el gorro de lana que cubría mi cabeza.

― Josh ―volvió a pronunciar mi nombre y me abrazó con todas sus fuerzas.

― Sí, aquí estoy.

Permaneció aferrado a mi por minutos, horas tal vez, no tenía noción del tiempo. Me estaba asustando, no había dicho nada además de ni nombre desde que lo encontré, y eso me preocupaba.

― Precioso, debes decirme que sucede para poder ayudarte ―tomé su rostro entre mis manos con todo el cuidado del mundo―. ¿Confías en mi? ―asintió― Bien, ¿puedes hablar conmigo? ―negó. Esto sería difícil.

― ¿Tienes hambre?

Negó.

― ¿Comiste algo?

Negó.

― Te traeré algo después.

Había encontrado una forma de comunicarme con él, que no involucrara usar su voz, afortunadamente estaba funcionando.

― ¿Me extrañaste?

Asintió repetidas veces.

― Yo también ―sonreí―, mucho. Oh, casi lo olvido ―saqué el obsequio que le había traído. Estaba envuelto en una cajita blanca con forma de rectángulo y un lazo azul formando un moño―. Puedes abrirlo después ―se lo dejé en el suelo―. ¿Pasó algo mientras no estuve aquí? ¿Algo malo?

Asintió.

― ¿Te hicieron daño?

Asintió.

― ¿Puedes decirme quién fue?

Negó.

― ¿Tienes miedo?

Asintió.

― ¿De qué?

Levantó su mirada un segundo a mis ojos y la regresó al suelo.

Parecía inseguro de lo que estaba por hacer, aunque ya había hecho un gran esfuerzo por revelar algo.

Todo era demasiado extraño. Un montón de teorías se formaban en mi cabeza conforme mantenía su silencio, teorías que tenían que ver con bromas pesadas por parte de sus compañeros, insultos de desconocidos en las calles, miradas obscenas provenientes de los hombres de su madre y, no en el peor de los escenarios, el regreso de su violento padre.

Descubrió su mano fuera de su sudadera, lentamente.

Empezaba a pensar que de no haberme ido nada de esto estaría sucediendo y que Tyler estaría bien, porque yo hubiese estado a su lado para protegerlo. Pero luego estaba Brendon: si yo no hubiese viajado con él para darle ánimos cuando sucedió lo de su padre, quien sabe que ideas habrían pasado por su mente, probablemente estaría destrozado ahora mismo.

No podía seguir así. Debía encontrar al responsable del sufrimiento del hermoso chico frente a mi y hacerle pagar.

Me señaló.

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Slowtown | JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora