Embarazada ~ 8

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Narra Lali:

Aquel viernes ni siquiera cené, no tenía ganas. No sabía lo que había pasado cuando Euge lo había llamado a Peter, y tampoco sabía de lo que habían hablado. Pero le pedí a Dios, que no hubiera sido sobre el embarazo la conversación. Se lo había pedido una y mil veces a Euge que no le dijera nada del embarazo a Peter, porque sabía que se iba a enojar. Peter quería que nadie de sus amigos supiera nada del embarazo, y yo por enojo, se lo conté justo a su mejor amiga. Pero entiendan, tenía que desahogarme, soy un ser humano, y tengo necesidades. Debo clamar mis instintos, aunque otros me lo prohiban.

Me acosté temprano, y comencé a pensar en todo lo que se me venía encima por culpa de esa noche con Peter, que yo ni siquiera quería tener. Me venían encima noches en vela, agobios, gastar montones de dinero en clínicas, vómitos, kilos de más, hinchazón, malestar, anular alimentos en mi dieta: lácteos, embutidos..., tomar pastillas para la prevención de enfermedades en el bebé, análisis de sangre mensuales... Y lo peor de todo, que al padre le tengas al lado, justo a varios metros de tu cuarto, y no puedas contar para nada con él, porque no quiere hacerse cargo del hijo que va a tener, porque la única solución que te da, es que abortes, que mates a tu bebé, a una criatura que ya ha empezado a formarse desde hace algunas semanas en tu vientre.

¿Cómo iba yo a matar a mi propia sangre? ¡No! Yo no era de ese tipo de personas. A mí me importaba la existencia de todo ser viviente, hasta de la más mísera hormiga, por las cuáles me mataba caminando de un lado al otro para no pisarlas... Entonces, ¿cómo iba a matar a una criaturita que me iba a decir mamá? ¿O mami? ¿O vieja cuando fuera grande? ¡No iba a hacerlo por mucho que el turro de su padre si quisiera!

Otra duda en mi cabeza... Mi familia. Mi padre, que me había dejado ir a la Universidad que estaba más lejos de casa, con la esperanza de que yo era una chica responsable y no iban a pesar cosas del tipo: quedarte embarazada de un pibe que solo le importa beber, las noches de fiesta y acostarse con chicas, ¡ah! Y se me olvidaba, la plata. Mis hermanos, siempre había sido la más responsable de mis hermanos hasta que aquella noche perdí los papeles y me dejé llevar por Juan Pedro Lanzani. Pensarían que me había vuelto loca, por no hablar de dónde terminaría cuando se enteraran de mi embarazo. Volvería al pueblo seguro, y allí, como el resto de las mujeres me dedicaría a la crianza de mi hijo, pero ante la oscura mirada del resto, porque iba a ser madre soltera. Y mi carrera de filología inglesa se iba a ir a la gran mierda. Seguiría viviendo de los ingresos de mi padre hasta que mi hijo cumpliera 10 u 11 años y pudiera valerse por él mismo. Y entonces, yo buscaría un trabajo "decente" en una de las fábricas de los alrededores, en las que me pagarían una miseria. Y no quiero continuar... Va a ser demasiado duro para mí mi futuro.

Mientras yo esté pasando calamidades, Lanzani estará disfrutando de su enorme empresa y viajando por todo el mundo. Pagara a chicas para ser feliz, o directamente las comprara porque tiene mucha plata. Tendrá algún que otro hijo perdido, como lo será el mío, tal vez viviendo en una buena casa, o viviendo en la miseria, o incluso, en la calle. Sintiéndose forzado a robar para poder comer. Y todo porque el rico de su padre nunca quiso hacerse cargo de él.

Simplemente, era fácil de entender. Solo le importaba el sexo, y no las consecuencias que este pudiera generar. 

-...-

Narra Peter:

Otra noche de fiesta. Al final, Agus me había convencido. Y además, yo tenía que llegar a los 500 encuentros antes del 24 de agosto, el día en que cumpliría los 20 años.

Cuando llegué a la fiesta, la cuál se iba a celebrar en un local alquilado en el centro de la ciudad, nadie había llegado, excepto Eugenia, mi mejor amiga, la cuál también, de vez en cuando, me retaba. Era un poco, una mezcla entre "mi vieja" y "mi mejor amiga", también "mi ángel de la guarda" de vez en cuando, porque me salvaba de muchas peleas con las chicas. Ella hablaba con ellas, y ellas no volvían a molestarme.

— Pitt, llegas pronto — me dijo al verme.

— Sí, y vos llegaste muy pronto — dije riendo y saludándola con dos besos.

— Estaba sola en casa, me arreglé rápido y decidí venir para acá.

— Ajá, por cierto, ya sabés, de lo de Lali ni una sola palabra — la avisé antes de que pudiera empezar a hablar del tema.

— ¿Tanto te avergüenzas de haberla dejado embarazada?

— Sí, ósea, no — rectifiqué —. No me avergüenzo, solo que me da igual. Me dan igual tanto ella como la basura que pueda salir de ahí.

— "La basura" esa, va a ser tu hijo.

— No Euge — dije negando con la cabeza intentando explicarle las cosas un poco mejor —, ella es libre de poder abortar, o de poder hacer lo que quiera con su hijo, pero que a mí no me meta. Y si la jode tener que cuidar al hijo sola, que aborte, y sino que lo de en adopción. Hay muchas alternativas.

— ¿Te drogaste o me estás jodiendo? — fue lo que Euge me preguntó. Estaba muy seria, nunca la había visto tan seria. Y conocía el carácter de Euge, tenía un carácter de mierda cuando se enojaba.

Yo simplemente no respondí.

— ¿Vos te pensás que es fácil dar a un hijo en adopción? La maternidad no es un juego. Mi madre fue madre joven, me tuvo con 21 años. La familia la rechazó, por eso no veo a mis abuelos desde hace tanto, pero, ¿sabés quién estuvo ahí para apoyarla mientras se ponía gorda como una foca? Mi papá. Pero sé perfectamente que si mi viejo no hubiera estado, mi mamá hubiera seguido adelante con el embarazo y me hubiera criado como hubiera podido. Conoces mi historia Peter, sabes que estuve de becada en el colegio por mis buenas notas, porque mi familia está viviendo en una chabola y casi muriéndose de hambre, por eso, yo aspiro a algo más. Trabajo en prácticas en la peluquería para ganar algo de plata y poder pagarme el departamento. Y estudio, estudio para poder montar mi negocio cuanto antes y sacarla a mi familia de la mierda en la que llevan metidos tantos años. Y vos preocupándote de un embarazo... con lo fácil que es quedarse con el hijo. Matarlo, bueno, sí, es fácil. Pero, ¿y el remordimiento de después? Por no hablar de la adopción. Primero, a saber si encuentras la familia adecuada antes de que nazca el pendejo, segundo, sino la encuentras, va directamente al orfanato, tercero, a saber cuanto tiempo se pasa allí el nene maltratado psicológicamente porque la familia lo ha abandonado...

— ¡BASTA! — la interrumpí tapándome la cara.

— ¿Ahora me decís basta no?

— No quiero saber nada de pendejos. Y decile a Agus, que mañana le hablo, me voy a la cama.

— Así enfrenta los problemas Peter Lanzani, si señor, es todo un hombre — dijo Euge con tono de sarcasmo mientras aplaudía.

— Prefiero no ser hombre antes que ser padre — la avisé. Me estaba poniendo furioso.

— Sabes que esto hubiera pasado mucho antes. ¿Cuántas veces no te has cuidado? Montones de veces... Muchísimas. Ya sabemos lo que la pasó a Paloma, y has vuelto a caer en la misma con Lali.

— ¡No es mi culpa que ella no sepa lo que son las pastillas anticonceptivas!

— ¡Tampoco es su culpa que la forzaras a hacer el amor con ella!

— ¡Cállate Eugenia! ¡Basta en serio! — entonces me di la vuelta y salí del local. No sabía que mierda la había metido la nenita esa en la cabeza. Yo no quería dejar mi vida por culpa de un pendejo de mierda que ya estaba jodiendo, y todavía no había salido de la panza de la mamá.

Cuando llegué al cuarto, me acerqué al tacho a tirar un papel que había en la puerta. Ahí estaba el test de mierda. Pero, no sé si por instinto, que lo agarré, lo limpié en el baño, y lo dejé en uno de los cajones de la mesita de noche. Tal vez, si lo dejaba ahí, el test me daba suerte o algo. 

Ahora, lo único que me preocupaba, era perdonarme con mi mejor amiga. Desde chiquitos nos conocíamos, y ahora, por culpa de terceros, nos habíamos peleado. Nunca nos habíamos peleado tan fuerte. Habíamos tenido pequeñas discusiones por tonterías. ¿Por qué la importaba tanto a Euge que me responsabilizara del pendejo?

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