Embarazada ~ 86

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Narra Peter:

No me podía creer que ya estuviéramos casados. Unidos, para siempre. Aunque la ceremonia hubiera sido civil, había sido tan linda como la religiosa, aunque mucho más familiar. Sabía bien que Lali había extrañado a su familia, a sus amigas del pueblo, pero también a nuestros amigos: Pablo, Agus, Mery y Candela.

Por una parte, me sentía culpable de que ahora no pudiéramos llevar una vida normal y común como antes. Pero tampoco había sido algo que yo hubiera deseado con ansías, me refería a lo de estar prisioneros en la casa de mi viejo sin poder salir por culpa de Juan Lanzani, el loco. Al menos, tenía el consuelo de que estábamos sanos y salvos adentro.

Después de la ceremonia y de cenar, nos fuimos a la cama. El día había sido hermoso y para recordar, y pese a todo lo que nos estaba ocurriendo, Lali y yo estábamos felices, como viviendo un cuento de verdad. Además, a punto de formar una familia, y con mis viejos, y su papá y su hermano apoyándonos.

— Ha sido el mejor cumpleaños de mi vida — sonrió.

Justo en ese momento nos habíamos metido en la cama. Y aunque yo tenía ganas de una cosa, ella no quería. También era entendible... Había dos personitas en su panza que la cansaban bastante, y hoy había sido un día en el que ninguno había parado de hacer cosas.

— Hoy también ha sido uno de los mejores días de mi vida — la dije sonriendo de oreja a oreja —. Volveremos a repetirlo, en la iglesia, cuando las aguas se calmen y hayan nacido los bebés.

— Gracias por preparar un regalo tan lindo, mi amor.

— De nada, vos te lo mereces todo. Por haber cambiado mi vida, porque, te repito por milésima vez, que ustedes tres cambiaron mi vida a mejor.

— Me da igual cuántas veces más me lo digas — sonrió —, amo escuchar que me digas eso. Que cambié tu vida a mejor.

— Doy gracias a Dios por no haberme cuidado ese día.

Ella volvió a sonreír y se acercó a mí. Comencé a besarla mientras ponía mis manos en su espalda y se la acariciaba dulcemente. Ella colocó una pierna encima de mí y me siguió el beso introduciendo su lengua en mi boca.

Después de un rato jugando con nuestras lenguas de forma apasionada, me retiré un poco para respirar levemente:

— ¿Querés hacerlo?

— Sabés lo mucho que me pesa la panza Peter, me siento pesada como para hacerlo ahora.

— No te preocupes — sonreí —, tan solo te aviso de algo. Me vas a deber muchas veces... Todo por culpa de esos dos enanos a los que ya amo.

— Va a ser difícil hacer eso los primeros meses Peter, los bebés lloran, y estos son dos. Cuando llore la nena va a llorar el nene, cuando uno tenga hambre, el instinto celoso los va a despertar y va a llorar el otro... Y así hasta que cumplan 3 años. A no ser que los dejemos con tu vieja y ella los cuide para que nos den intimidad.

Reí:

— Eso último que dijiste me parece muy buena idea, ¿sabés? Seguro que mi mamá está encantada de poder cuidar a los mellizos, son sus nietos también, tiene el derecho y el deber de ejercer bien de abuela. Y ya lo creo que lo va a hacer, apenas pudo hacerlo conmigo y va a aprovechar con nuestros hijitos.

— Me pone muy feliz eso.

La di un beso y la abracé fuerte:

— ¿Vamos a dormir?

— Sí — sonrió tiernamente y cerró los ojitos. Y al poco rato, ya estaba dormida.

-...-

Narrador:

Juan Lanzani estaba escondido en su vieja casa de campo en Brasil, de los que muy pocos tenían conocimiento. Tan solo salía para recoger la comida que le llevaban sus cómplices, uno de ellos, su secretario, quién había administrado el negocio del padre y ahora también administraba el del hijo.

Había salido del país el día 25 a las 5 de la madrugada, para volver en un momento muy importante, el nacimiento de los hijitos de Peter, el bastardo al que él siempre había odiado. El que realmente le había jodido la vida. Juan Lanzani siempre había sido un hombre muy importante, y si la prensa se enteraba de que Peter no era su hijo biológico, seguro que le dejarían en vergüenza. Y frente a toda la nación, incluyendo a sus trabajadores y a las fuerzas más importantes del país, que para empezar, eran amigos de él.

Aquel día, realizaría su venganza teniendo varios blancos en los que apuntar:

- El primero sería su hijo Juan Pedro, mejor dicho, el hijo de Claudia Vargas y Nicolás Vázquez. Ese bastardo, mocoso y consentido le había desgraciado la vida. Por no hablar de que era un desagradecido, y de que muchas veces le había tenido que sacar de problemas bastante serios, en aquella época en la que tan solo era un adolescente que no tenía las ideas claras.

- El segundo sería Lali, la muy puta que se había quedado embarazada de su hijo. En primer lugar, si la mataba a ella y no a Peter, Peter también sufriría, casi aún más que si le matara, pues tendría que seguir adelante con la dura ausencia de Lali.

- El tercero era Claudia, la mujer que le había engañado. Al principio la había amado, pero sabía que ella nunca lo había amado a él, y que por eso se acostó con otro, lo que nos lleva al cuarto blanco.

- Nicolás Vázquez, padre biológico de Peter, al que ya amenazó con matar hace tiempo.

- Y quinto y sexto, los bebés. Aunque, si el resto de los blancos se libraba de la muerte, lo mejor no sería matar a esos mocosos, sino secuestrarlos, o torturarlos, hasta que uno de los blancos anteriores se entregara para morir.

Lo tenía todo detallado y escrito. Ese era su plan, y no podía fallar por nada del mundo.

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