Embarazada ~ 30

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Narra Lali:

Cuando llegué abajo, estaba Ana. ¡Oh Dios! Acababa de salir de un problema con el idiota de Lanzani y me metía en otro con mi hermana. Mi día había empezado con muy mala suerte:

— Voy a descubrir de quién es el bebé. Y ya tengo un sospechoso — mi hermana me señaló con el dedo nada más verme.

— ¿Lanzani? Si pensás que es él, es que no me conoces. Tiene un aparato con el que cuenta a las mujeres con las que tiene sexo. No soy un juguete, es un pibe lindo pero nunca lo haría con él, Ana.

Ella puso los ojos en blanco y suspiró:

— Te defiende, y mucho.

— Te dije que solo somos compañeros — la aclaré de mala gana —. Ahora por favor, seguro que tenés que hacer cosas en la fábrica del pueblo, así que será mejor que regreses.

Ella me sonrió maliciosamente:

— Antes debo pedirte algo.

¿Cómo?

— Si querés que no diga nada, me vas a tener que dar una buena cantidad. Yo también estoy embarazada, y tengo que mantener a mi hijo...

¡Mi hermana se había vuelto completamente loca! Me estaba pidiendo plata, y apenas tenía yo plata para sobrevivir acá. Tenía que malcomer en una cafetería sucia todos los días. Y ahora tenía también que pagar las consultas del ginecólogo. A no ser, que se lo pidiera a Peter. Y con lo enojada que estaba con él, no tenía ganas de pedirle nada a ese millonario arisco y bipolar.

— Ana, malvivo con la plata que me da papá.

— Tendrás que buscarte la vida si no querés que todo el pueblo se entere de tu embarazo. Y ya sabes lo que la pasó a Lilian, la violaron, no puede salir a la calle porque la gritan puta, zorra, facilita... Dudo que su hijo vaya alguna vez al colegio, pobrecito...

— Ana por favor... — la supliqué. No sabía porque me estaba haciendo esto. ¿Qué la había hecho yo?

— No hay por favor ahora Lali. Quiero mis 5000 pesos todos los meses, o sino, todo el mundo sabrá lo de tu bebé.

— ¡Pero si papá no me da más de 3000 pesos al mes tarada! — la grité muy enojada.

Ella me tapó la boca:

— Tenés hasta el 30 de abril. Después todos los meses me pagarás todos los 30 de cada mes. Ya sabes cuál es mi número de cuenta. Y en cuanto no me pagues, lo contaré. Cris trabaja en el periódico, la gente se enterara pronto. Ahora, chau hermana — me soltó, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Y yo me quedé sola, a punto de llorar. Ni siquiera tenía ganas de ir a clase. ¿Por qué todo el mundo quería hacerme mal?

Al final pensé, seguramente habría muchos chicos que no habían podido conseguir la beca de la que yo estaba disfrutando. Así que directamente fui a clase. Sería una muy mala persona si yo no fuera a clase, además en esta universidad tan buena.

La primera clase que tocaba, era lengua inglesa. Sí, era obligatorio el segundo idioma en la universidad. Se podía elegir entre inglés, italiano, francés o alemán. Y yo había elegido inglés, que era la lengua que más controlaba después del español.

Y de repente, cuando todos los alumnos esperábamos a la señorita Parker, una californiana mayor, y bastante simpática, un chico de unos 35 años entró por la puerta. Tenía los ojos claros, el pelo moreno, era alto y flaco, pero fuerte. Iba bien vestido... Y estaba... Muy bueno.

— Buenos días, soy el profesor Mariano Martínez. Sustituto de la señora Parker, la cuál ha tenido que tomarse unas vacaciones por recomendación del psicólogo — con un bonito caminar, llegó a la mesa y dejó todas sus cosas colocadas —. Seguiré el mismo temario y la misma evaluación que vuestra antigua profesora. Y si tienen alguna duda, después de la clase me quedaré para resolverla, sino usen el correo que voy a escribir después de clase.

Gina, una de las mejores en inglés, levantó la mano:

— Dígame señorita... — sí, la estaba preguntando por el nombre.

— Gina Ferrano. ¿Vamos a hacer la presentación de literatura inglesa que nos iba a evaluar la señorita Parker? Es que no venía en el manual, pero algunas chicas y yo la convencimos de que lo hiciera porque estamos estudiando filología, y creo que es un punto a favor para nuestros estudios.

— Si nos queda tiempo al final de trimestre, sí, señorita Ferrano. Bueno, ¿por dónde se quedaron? Solo uno por favor.

Yo levanté la mano al instante:

— Página 89 del libro verde profesor.

— Gracias señorita...

— Mariana Espósito.

— Señorita Espósito. Soy algo malo con los nombres al principio, pero seguramente al final de trimestre me acordaré de todos. Comience a leer usted misma señorita, por favor.

La clase fue bastante más amena que con la señorita Parker, y eso que la señorita Parker, para ser tan mayor, era bastante agradable. El señor Martínez era divertido y didáctico.

Por lo que después de clase, para que se fijara aún más en mí y que notara que tenía un gran interés por la asignatura, me quedé a hablar con él:

— ¿Señorita Espósito verdad?

Asentí con la cabeza y sonreí:

— Sí. Me ha encantado su clase.

— Me alegro. ¿Necesita algo? ¿Alguna duda?

— ¿Me podría usted recomendar algún libro en inglés que este bien?

— ¿Le gusta lo clásico, señorita Espósito?

— Bastante.

— Hamlet versión corta, por ejemplo. Lo venden en la librería de la Universidad, por lo que vi. Así que no tendrá ningún problema para encontrarlo.

— Muchas gracias, le diré que me parece.

— Si quiere, puede hacerme un resumen o algo en inglés, un análisis del libro... Podría mirar lo de aprobarla en caso de que se haya quedado en una nota cerca del aprobado.

Sonreí:

— Muchas gracias señor Martínez. Le haré un análisis.

— Perfecto, chau señorita.

— Chau profesor — y salí de clase. Era una persona muy amable.

-...-

Narra Peter:

Aquel día falté a clase. Dije en secretaria que me encontraba mal. Y era verdad, me encontraba mal. Me dolía todo el cuerpo, y en especial el corazón. Nunca me había sentido peor, y no era sólo por el bebé, también era por Lali.

Nunca se arreglarían las cosas entre nosotros. Y yo nunca podría hacerme cargo de mi hijo, porque ella lo alejaba de mi. Hubiera sido mejor que nunca hubiera tenido ganas de cambiar. Que siguiera siendo el chico que quería llegar a los 500 encuentros sexuales antes de los 20 años. Desde que me había empezado a preocupar por el bebé y por Lali, no había estado con ninguna chica, y tampoco en una fiesta.

Había cambiado, por el nene, por ella. Y ella en vez de entenderme, me había alejado aún más.

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