Embarazada ~ 90

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Narra Peter:

¿Qué carajo iba a hacer ahora? Tenía muchísimo miedo a que nos pasara algo, a que también lastimaran a Lali, o a que me pudieran lastimar a mí delante de ella. De lo que sí que estaba seguro era de que ese auto nos estaba persiguiendo, y de que la persona que estaba adentro nos quería hacer mal.

— Lali, quiero volver a casa.

Ella me miró seriamente y negó con la cabeza:

— Para una vez que te pido algo... Quiero estar en la calle, quiero disfrutar de la calle, una vez desde hace casi dos meses. Peter, solo te he pedido esto. Es como, una luna de miel, tan solo salir a desayunar afuera.

Tragué saliva. La entendía perfectamente, pero no podía arriesgarme a estar con ella fuera de la casa.

— Lali, creo que nos están siguiendo, tenemos que volver a casa, por favor — la dije casi suplicando —, por favor mi amor.

— ¿Qué? — preguntó ella abriendo los ojos asombrada —, ¿cómo qué nos están siguiendo? ¿Qué decís Peter? ¿Estás idiota o te lo hacés?

Miré al auto negro disimuladamente y después volví a mirarla a ella:

— Lali, por favor, no quiero que les pase nada. Vamos a casa.

— Nunca vas a dejarme ser libre, ¿verdad Peter?

Negué con la cabeza y rápidamente la agarré de las manos, nervioso, preocupado... Deseando más que nada volver a casa de inmediato. Quería el bien de Lali, el de mis hijos, ¿pero por qué ella tenía que oponerse?... ¿Por qué?

— Lali, no quiero que te maten — dije casi llorando —, tenemos que volver a casa, por favor. Dejame que te cuide — puse la mano sobre su panza —, que los cuide. Por favor Lali...

Es entonces, cuando escuché que la puerta de un auto se abría. Miré en dirección a ese auto negro y un escalofrío recorrió mi cuerpo de abajo a arriba. Un hombre trajeado, con gafas de sol y zapatos caros era el que había salido del auto. Lo conocía, y muy bien. Lo había visto muchas veces, en casa, en cenas, en las reuniones de papá, bueno, del que yo creía que era mi papá. Era Bartolomé Ferrera, uno de los mejores amigos de Juan Lanzani. Y sí, caminaba, en dirección a nosotros.

Ahora ya si que no teníamos escapatoria. Y Bartolomé caminaba, cada vez más rápido.

— ¡Mierda Lali! — grité, desatando toda la furia contra ella, pero... Lo único que no quería en ese momento era hacerla mal, pero tal vez si nos hubiéramos dado prisa, todo esto no habría sucedido.

— Juan Pedro Lanzani, o debería decir... ¿Juan Pedro el Traidor? — sonrió ya casi a nuestro lado Bartolomé —. Sí, así es mucho más realista. ¿Cómo les va?

— Andate Bartolomé — lo avisé.

— Mejor no, Peter. Te advierto que hoy no estoy de humor. Con todo lo que tu viejo hizo por vos, y así se lo pagas. Contratando a una banda de policías para que lo persigan por todo el país. Que mala persona... Uau... Me parece increíble — rió maliciosamente —. ¿Sabes una cosa? Si no hubiera sido por mi gran amigo Juan, tu mamá y vos se hubieran muerto de hambre en la calle. De hambre y de frío.

Agarré a Lali del brazo y la pegué a mi lado. Tan solo quería protegerla de esa mierda.

— Andate.

— No, no me voy a ir. Vamos a jugar un ratito antes, ¿les parece?

— No quiero jugar, ninguno de los dos queremos jugar. Hay policías en la casa, podés ir preso.

Él volvió a reír de forma sarcástica:

— ¿Preso? ¿Yo? No sabés todos los contactos que yo tengo para no ir preso. Cosa que vos antes tenías, pero ya no. Perdiste todo, también la fortuna Peter. Adiós plata, adiós cosas caras... Creo que tu papá va a dejar de pagar la Universidad también, ¿por qué para qué pagarle una universidad tan cara a un desagradecido cómo vos? Nunca le agradeciste nada.

— Él nunca me trato como a un hijo. Siempre me infravaloró. Y eso tampoco es de ser buen padre, para que sepas.

— Es de ser peor hijo lo de no estar agradecido. Además, deán embarazada a una cualquiera cómo esta. Pero estás ciego... Tan solo la ves con los ojos del amor, mientras que ella solo quiere vuestra plata.

Noté perfectamente como Lali se ponía tensa:

— Perdone, pero a mi no me interesa para nada la plata de la familia Lanzani. Yo lo amo a Peter, fue del hombre del que me enamoré, aunque no fuera así cuando me dejó embarazada, pero todas las cosas que ha hecho por mí — tragó saliva —, todo el amor que me ha dado, esos han sido los motivos por los que ahora lo amo, como no amé nunca a nadie.

— ¿Acaso te di permiso para hablar, putita?

— ¡¡¡Eu!!! — lo empujé soltando así a Lali —. Podés decirme lo que quieras, pero a ella no la digas nada malo, soy capaz de matarte.

Apenas se movió con mi empujón. Era un hombre grande, y fuerte. Me agarró de los hombros y le miré a sus intensos ojos azules, realmente, nunca me había dado miedo, pero... Viéndolo de esa manera, ahora, sí que tenía miedo, y no solo por mí, sino también porque Lali estaba al lado... Pensando en que ese loco podía hacerme cualquier cosa.

— Cómo la defendés... ¿Eh? ¡Chicos! ¡Se la pueden llevar! — dijo mientras seguía sin soltarme.

¿Eh? ¿Cómo qué se la podían llevar? Mierda... ¿Qué carajo estaba pasando?

— ¡¡¡Lali se queda acá!!! — grité. La miré, y estaba temblando muerta de miedo —. Es una mujer, ¡¿saben ustedes acaso que hay que respetar a las mujeres?!

— Sí, lo sé — justo entonces, salieron del auto dos hombres de piel morena, mucho más grandes que Bartolomé —, pero, si vos no podés pagar el daño que le hiciste a Juan... Va a ser ella, tu Lali, quién lo va a pagar.

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