Embarazada ~ 3

13.3K 489 26
                                    

Narra Lali:

Abrí la valija y fui colocando toda mi ropa en el placard. Para tantos días, prácticamente me había traído mi cuarto entero a la Residencia. Y cómo no volvería a mi casa hasta las vacaciones de invierno, iba a necesitar absolutamente de todo. Después, llegó el turno de esconder la plata que mi padre había sacado del banco para que yo pudiera gastar acá. Porque la beca que me habían dado por mis brillantes calificaciones, solo cubría las clases, la matrícula universitaria y la residencia, nada más. Tenía que comer, tenía que pagarme las cosas del aseo (gel, champú... etc. En resumen, todas las cosas que las chicas necesitamos para asearnos que son muchas). También, debía pagarme la comida en la cafetería de la Universidad, alguna fiesta, en caso de que fuera... Esas cosas, que por supuesto, la beca no iba a cubrir. Por si fuera poco, debía estudiar como una loca este curso, ya que si mis notas bajaban, me sacarían la beca, y tendría que comenzar a trabajar como niñera para pagar la universidad más barata que hubiera en Argentina.

Tras finalizar de ordenar, cerré mi cuarto de la residencia y me fui a almorzar al restaurante más cercano. Al entrar y ver los precios, casi me mareé. La ciudad no era para mí, definitivamente. Era demasiado cara. Apenas tenía 100 pesos para sobrevivir a la semana, como pagar por un menú 200. No podía permitírmelo. Caminé otro poco más por la avenida hasta encontrar una simple cafetería y comprarme un sándwich, para llevarme algo a la boca aquel mediodía. Fui comiendo de regreso a la residencia, con vergüenza de la gente que me veía por la calle. En mi pequeño pueblo la mayoría de la gente me conocía. Sabía que mi familia era honrada y trabajadora, que nunca habíamos tenido mucho dinero, pero que mi padre se había matado a trabajar para que los tres pudiéramos ir a un buen colegio, tener un plato con comida en la mesa todos los días y llevar ropa. Y como no, comprarnos algún capricho si se nos antojaba. También irnos de vacaciones a algún lugar, aunque fuera por pocos días, tras ahorrar durante todo el año. Sí, como cualquier familia normal.

Al volver a la residencia me encerré de nuevo en la habitación, y lo primero que hice fue llamar a mi padre, necesitaba hablar con él, necesitaba su apoyo. La adaptación a la ciudad iba a ser muy dura, y necesitaba escuchar su voz:

— ¿Sí? — respondió a la llamada.

— Papá, necesito hablar con vos.

— ¿Ha pasado algo? — me preguntó con voz preocupada.

— No me gusta esto — dije sincera.

— ¿Te han tratado mal en ese lugar lleno de chetos?

— No, en absoluto. Pero me siento rara en la ciudad, es todo muy caro, nadie me mira por la calle, la residencia tiene un montón de avances. Ni siquiera se encender la bañera, hay una pegatina que dice que tiene jacuzzi.

— ¿Qué es eso? ¡Ni se te ocurra encenderlo! — me avisó mi padre.

— Tranquilo, cuando venga el encargado le preguntaré para que sirve.

— Si no estas cómoda, deciles que te cambien de cuarto.

— No papá, bastante que me están pagando la residencia. Vos no sabes lo que debe costar todo esto, debo estar muy agradecida.

— Bueno, ya sabes que cuando te sientas sola, tenés el celular para llamarme. Tu viejo siempre va a estar atendiendo tu llamada, sea la hora que sea.

Oh... Era tan tierno mi papá...

— Lo sé papá. Te amo.

— Come bien.

— Sí, tranquilo. Reparte muchos besos por ahí, te amo mucho mucho — repetí.

— Nosotros también te amamos mucho mucho. Besos bebé — entonces mi papá cortó la llamada.

EmbarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora