Embarazada ~ 2

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Narra Lali:

— ¿Fiesta? — pregunté, sorprendida. Creo que en mi vida, nunca había estado en una fiesta, bueno sí, en la fiesta que hizo Tini en el boliche cuando cumplió los 16. El resto de las las fiestas habían sido las fiestas de cumpleaños normales con mis amigas en las que había estado cuando era pequeña. Sacando eso, y excepto la fiesta de Tini, nunca más había estado en ninguna fiesta. Ni siquiera había estado en el viaje de egresados, tan solo me fui con dos amigas, Eva y Tini, a la playa, por 4 días. Siempre había sido una nena muy poco sociable. La muerte de mi mamá me había afectado demasiado, aún sin apenas haberla conocido. Era lo malo de crecer sin mamá, que yo me cerré demasiado, me convertí con el paso de los años en una niña muy tímida.

— Sí, fiesta. ¿No te gustaría venir?

— La verdad es que me encantaría... — dude mucho de mi respuesta. Odiaba las fiestas, odiaba relacionarme con personas desconocidas.

— Es esta noche, a las nueve. Te esperaré acá, y vendrás conmigo. Invitada especial de honor.

— ¿En serio? — pregunté. Aunque realmente pensaba: "¿Qué carajo le picó a este chico?". Invita a una completa desconocida a su fiesta, y además a una nena becada, a una nena que no es de la clase alta, a una nena petisa, que no tiene nada lindo. Además con la categoría de invitada especial de honor, ¿se pensaba acaso que era una Reina?

— Sí, en serio. De verdad me gustaría que vinieras — pareció decir él, bastante  convencido.

— De acuerdo. Iré bien vestida — apenas tenía dos vestidos de fiesta. A la Universidad había ido a estudiar, no a ir de fiesta. Mi subconsciente me lo recordaba una y mil veces.

— Perfecto. No me dijiste que vas a estudiar acá.

— Filología inglesa — dije, secamente.

— Uau... Yo economía. ¿Y por qué filología inglesa?

— Porque me gusta — respondí sin pensar.

— ¿Y por qué te gusta?

— Desde muy chiquita me apasionó la lectura. A los 11 años leí "Oliver Twist" de Charles Dickens. A los 13, comencé "Jane Eyre" de Charlotte Brönte, al mes había terminado el libro — mientras enumeraba todas mis lecturas de autores ingleses, pensé que me había pasado la pre-adolescencia y la adolescencia leyendo, mientras que otras empezaban a emborracharse, salir de fiesta y andar con chicos —. También he leído "Orgullo y prejuicio" de Jane Austen. Aunque mi autor favorito, por muchos y muchos años será Dickens, casi me he leído todas sus novelas.

— Amas por tanto la literatura inglesa.

Asentí con la cabeza. Lástima que Dickens hablara de lo pobres que eran en Inglaterra durante la revolución industrial del siglo XIX, y de que Jane Eyre hablara de una muchacha que se enamoraba a una edad joven, 18 o 19 años, de su estúpido jefe, de edad adulta, y que además tenía a su mujer loca encerrada en una de las torres de su enorme mansión en los campos de la Inglaterra victoriana.

— A mí me gustan otro tipo de libros. Aunque, cada uno tiene sus gustos.

— Obviamente.

Seguimos charlando hasta que nos abrieron la residencia y pudimos pasar ambos a dentro.

— ¿Qué número de habitación tenés? — me preguntó él, mientras agarraba la llave que tenía entre mis manos. "Llave", que en realidad no era una llave, sino una especie de tarjeta que servía para abrir. Parecida a la de los hoteles, la verdad es que era una residencia muy moderna, en casa nunca se hubieran imaginado algo así —. Mmm, la 278, está en la segunda planta — después miró su tarjeta —. Yo tengo la 231, vamos a estar en la misma planta, solo que vos estas en el pasillo izquierdo, porque tu habitación es impar, y además doble, la compartirás con otra persona. Mi papá paga para no tener que compartirla con nadie — obviamente, desde que lo había visto por primera vez, Peter me había parecido ser un nene de papá, un nene bien, con su ropa y sus costumbres de nene bien. Claramente, un nene bien no iba a compartir la habitación con otra persona, tenía que estar cómodo, y hacer lo que le diera la gana en su propia habitación —. Te acompañaré a la tuya. Hay gente que viene incluso hasta la mañana antes de empezar las clases, así que tal vez no tengas compañero hasta que llegué. Bueno, compañera. ¿Preferís ascensor o escalera?

— Ascensor, no me gusta hacer ejercicio.

— En eso no pensamos igual tampoco, tenemos poco en común.

"Menos mal" pensé. Era un chico muy lindo, pero tan diferente a mí...

Llamé al botón para subir en el ascensor, subimos y llegamos a nuestra planta. Estaba todo bien decorado, la residencia parecía un auténtico hotel de 5 estrellas. Yo miraba todo asombrada.

— ¿Te gusta? — me preguntó Peter.

— Sencillamente me encanta, es todo muy lindo.

Él sonrió. Después me tomó de la mano y me llevó hasta mi habitación. Yo iba, casi corriendo, con mi valija, tomada de su mano. Al llegar allí, me señaló la habitación 278:

— Acá es.

— Gracias, ya entro yo sola. Descansá — abrí la puerta, metí la valija, y antes de que pudiera despedirme cerré la puerta. ¡Qué denso!

Narra Peter:

"Mariana es otra víctima perfecta" pensé mientras caminaba hasta mi habitación. Muy tiernita, muy inocente. Perfecta para poder follármela esa misma noche tan solo con emborracharla un poco. Dudaba que fuera buena en la cama, incluso que supiera besar bien, pero era un número más en el marcador. Las chicas de 1º iban a ser un número más en el cuenta-ganados. T O D A S. Borrachas todas se dejaban, me hacía un poco el buenito, las buscaba, y listas para la cama. Eso si, yo no era un violador ni mucho menos, ellas gustaban de mí, las gustaba mi sonrisa, mi lunar, mis palabras lindas, y ellas, a cambio, me daban un número más. Quedaban más de 5 meses para cumplir los 20, y aún faltaban muchos números en el cuenta-ganados para llegar a 500.

Al llegar a mi cuarto, la habitación 231, entré, cerré, dejé la valija a un lado y me tiré encima de la cama.

— ¡Qué gusto! — exclamé mientras me sacaba la remera y los zapatos para estar más cómodo. La noche anterior, había habido una chica, mucha joda y mucho alcohol. Lo típico de cada fiesta, la perfección que yo buscaba en cada una de las jodas que celebraba. Y Marianita iba a ser mi droga esta noche. Seguramente era virgen. "Mmm" saborearon mis pensamientos. En toda mi vida, había desvirgado ya a 198 chicas, y esta noche iban a ser 199. Saqué mi cuenta-ganado del bolsillo del pantalón y lo dejé a un lado de la mesita de noche.

Aquel aparatito me lo había encontrado una noche en el cuarto de mi abuelo. Yo era tan solo, un nene de 7 años, no tenía ni idea de para qué servía ese aparato. Simplemente lo agarré y me lo metí en el bolsillo. Y al tener mi primera vez, pensé definitivamente para que iba a utilizarlo, y cuál era su finalidad. Algo perfecto que debía ser alcanzado, sin importarme si lastimaba a las mujeres con las que me acostaba o no. Unas querían, las otras estaban borrachas, y aunque si hubieran estado conscientes no hubieran querido, en ese momento también querían. Tenía a las mujeres que yo quería a los pies, plata y un trabajo en el que no me iba a levantar de la cama en todo el día, y por la noche, joda de 10 de la noche a 10 de la mañana. ¿Se podía tener otra vida mejor que la de Juan Pedro Lanzani?

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