Embarazada ~ 94

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Narra Lali:

Esperaba ansiosa el regreso de Peter. Todo lo que había escuchado sobre Mariano Martínez era malo, y estaba muy preocupada por lo que pudiera hacerle a mi esposo y a mi suegro. Menos mal, que tenía a Claudia, quién desde que estábamos viviendo juntas en esta casa, se comportaba conmigo como si fuera mi mamá.

— Vos tranquila Lali, todo va a salir bien. Es tan solo un profesor, cualquier cosa que pase, por mínima que sea, llaman al guardia de seguridad y no pasa nada.

— Clau, no puedo no preocuparme.

— Pero tenés que estar tranquila, por los bebés, ¿si?

Asentí con la cabeza y me senté en el sillón. Pero cada vez que trataba de relajarme, la imagen de Peter pegándose con Mariano volvía a mi cabeza y otra vez me preocupaba. ¿Por qué mierda no había podido ir Nico solo? Peter estaba re caliente con Mariano, y claramente, se estaba buscando un problema. 

Claudia me miró:

— Lali, dejá de pensar en el tema... ¿Querés un té para relajarte un poquito?

— Bueno, pero, me voy a relajar del todo cuando Peter entre por la puerta. Mientras no voy a relajarme para nada.

— Lali, mi amor, estás embarazada, repito, tenés que relajarte un poquito si no querés lastimar a los bebés. Ni tampoco que nazcan antes de tiempo.

Suspiré:

— ¿Te puedo hacer una pregunta Claudia?

— Decime.

— ¿Cómo fue el parto de Peter? ¿Te dolió mucho?

Ella sonrió y se sentó a mi lado. Me tomó de las manos y me hizo mirarla:

— Te voy a contar todo, así tal vez te relajas un ratito, ¿si?

— Bueno — sonreí un poco.

— Fue muy largo, estuve casi 14 horas acostada en una camilla, con las piernas flexionadas y abiertas, con contracciones, y Peter no quería salir — dijo riendo —. Hasta que las contracciones comenzaron a ser mucho más fuertes, y entonces, Peter asomó la cabecita, y ya... Salió. Llorando como loco. No sabés... Pero era hermoso. Muy perfecto. Aunque bueno, como todos los bebés, salió muy chiquitito y arrugado.

Reí:

— Supongo que yo también nací chiquitita y arrugada. Todos los bebés, como bien dijiste, somos chiquititos, arrugados, algo deformes, y casi de color azul cuando nacemos. Somos asquerosos.

— Pero Lali, después de tanta espera, cuando nacen nos parecen hermosos. Por fin les vemos la carita y decimos que son cositas perfectas. Aunque sean arrugados y de color azul, aunque estén llenos de sangre también. En mi caso, fue muy duro. Mientras yo estaba pariendo en el hospital, Juan Lanzani, bueno... Juan, mi marido, estaba con putas... Y mientras yo sufriendo en el parto, llorando y gritando sin poder aguantar más. Estuve completamente sola. Vos, aunque tenés a tu familia un poco lejos, Peter, tu esposo, está junto a vos y te va a ayudar en todas las partes del parto. Nico y yo también vamos a estar junto a vos, tus amigos igual, tu papá y tus hermanos van a venir a verte, y a verlos a los bebés. Estás rodeada de amor, mi vida, y eso es tener mucha suerte.

Sonreí:

— Gracias por ayudarme con todo esto.

— De nada, nos llevamos mal cuando nos conocimos, pero he descubierto que sos una gran persona, la persona que ha salvado a mi hijo, y que ha conseguido que su familia se haya unido. Sos la mejor Lali.

— Muchas gracias Claudia.

— Un poco nerviosa, pero las personas no somos perfectas, por eso somos seres humanos, de lo contrario seríamos dioses.

— En eso tenés razón.

— Bueno, ¿querés té? ¿Leche chocolatada?

— Leche con azúcar, ¿podría ser?

— Obvio mi amor.

— Siempre me calmó la leche con azúcar. Cuando era chiquita y no podía dormir también.

— Ahora mismo te la preparo mi vida, vos descansá, te viene muy bien descansar — sonrió y salió de la sala en dirección a la cocina.

Volví a acostarme en el sillón y estiré las piernas. Justo en ese momento, volví a pensar en Peter y en todo lo que le podía estar ocurriendo. Cuando de repente noté una leve punzada en mi panza.

— Auch — me quejé en voz alta.

Claudia me escuchó y vino corriendo de inmediato de nuevo a la sala:

— ¿Lali que pasó?

— Noté una punzada en la panza.

— ¿Una punzada? — puso una mano sobre mi panza y me miró —. ¿Tan solo sentiste una?

Y fue cuando terminó de formular la pregunta, que sentí otra punzada en la panza, un poco más fuerte que la anterior:

— Me acaba de dar otra.

— Espera, quedate tranquila, y si te notás mojada, llamamos de inmediato al médico.

— ¿Qué me pasa?

— Espero que no te esté pasando lo que creo que te está pasando.

— ¿Estoy de parto?

— Creo que sí.

En ese momento, un líquido comenzó a correr por mi entrepierna y despacio salí del sillón para no manchar nada.

— Dios mío Lali, hay que llamar a la ambulancia, estás de parto. Llamo a la ambulancia, les digo a los guardias y nos vamos al hospital.

No podía ir sola, necesitaba a Peter a mi lado:

— ¿Y Peter?

— Lo voy a llamar mi amor, va a venir. Vos tranquila.

— Me duele la panza.

— Lo sé. Tenés que relajarte, tranquila, ¿si?

Claudia llamó a la ambulancia, y acto seguido llamó a Peter, mientras, yo descansaba acostada en el piso. Con punzadas cada vez más frecuentes.

— ¡Peter, me da igual lo que estés haciendo! Lali acaba de romper bolsa, está de parto y la ambulancia nos va a venir a buscar para llevarnos al hospital. Tienen que venir, ¡ya!

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