Embarazada ~ 79

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Narra Lali:

Mientras vamos en el auto, camino a casa de su verdadero viejo, escuchamos música. Rock, música rock. De esa que odiaba tanto y que con el tiempo me empezó a gustar. Peter amaba la música rock, le daba igual, todo lo que sonara a rock, lo amaba. Sí, definitivamente mis hijos saldrían re locos de tanto escuchar música rock en el auto con su papá.

Un poco después de salir de la zona de los grandes edificios que inundaban la ciudad, llegamos a otra zona con casitas, bueno, casonas en algunos casos, de dos plantas. Donde vivía la clase media, la media-alta y la alta. De todo un poco vamos, pero era un barrio rico, o al menos eso parecía debido a las casas que tenía. Peter aparcó junto a una casa con la fachada de color caldera, parecía la típica de las películas americanas. Me puso una mano sobre el muslo y lo miré:

— Acá es. Hemos llegado.

— Bien — abrí la puerta y bajé del auto. Después, Peter bajó también, cerró y dio la vuelta para llegar a mi lado y agarrarme de la mano.

— ¿Lista para algo en familia?

— Sí, lista para algo en familia — sonreí.

— Demasiado linda para la ocasión, aunque bueno, siempre estas demasiado linda, mi amor.

— Gracias, vos sos demasiado lindo, bueno, sos hermoso — sonreí y le di un beso en el cachete.

Peter caminó para delante y yo le seguí agarrada de su mano. Cruzamos la puerta de vallas blancas y dentamos dentro del terreno de la casa. Mmm... Un jardín que estaba muy buen cuidado. Por lo que Peter me había contado, su verdadero papá era una persona normal, que no le iba mal... Una persona de la clase media-alta.

Al fin llegamos a la puerta y tocamos al timbre. La mamá de Peter, Claudia, fue quién nos abrió:

— Chicos, llegaron. Pasen, por favor, pasen. Hace demasiado frío — se apartó de la puerta y entramos dentro de la casa. Uau... Era muy linda, y menos mal que los adornos del cumpleaños no habían llegado aún a la entrada. Porque habían comprado un montón de bolsas con confetíes, guirnaldas, globos...

— Hola mamá — Peter sonrió y la abrazó mientras yo cerraba la puerta.

— Felices 20 años mi amor, mi bebé se va haciendo grande... Todavía recuerdo lo chiquitito que eras cuando naciste. Eras tan lindo... Tan perfecto — dijo Claudia apunto de emocionarse.

Esas eran las escenas en las que me encontraba fuera de lugar, muy muy incómoda. Quería que me tragara la tierra en esas situaciones. Yo echaba de menos a mi familia, que estaba bastante lejos, y también extrañaba a mi mamá... Quién estaba aún más lejos. En algún lugar del cielo, si es que Dios existía. Yo confiaba que Dios si que existía, y que tan solo, los que morían se iban a "otra dimensión", que justamente era el cielo. Y que allí tendrían una mejor vida. Ojalá, esos pensamientos fueran reales.

Entonces, dejé mis pensamientos a un lado, y vi que Claudia y Peter me estaban mirando.

— ¿Todo bien señora? — la pregunté.

— Estupenda Lali, muchas gracias. ¿Cómo vas con el embarazo mi amor?

— Muy bien — sonreí.

— Me alegro. ¿Sabes? A partir de este momento, ya no hay riesgo de aborto, así que tengan por seguro, que esos dos bombones van a venir al mundo, y esperemos que sea en las mejores condiciones posibles.

— Sí, seguro que nacen perfectamente Clau.

— Claro mamá — apuntó Peter.

— Bueno, pasen adentro, en el salón hay sorpresas de cumpleaños — Claudia guiñó un ojo y se metió en la primera sala que había a la derecha.

Peter me miró:

— ¿Querés ver las sorpresas?

— Obvio — respondí sonriendo.

Juntos fuimos hasta el salón. Y sí, los chicos lo habían dejado todo perfecto: todo lo esperado. Era una fiesta de cumpleaños perfecta. La comida ya estaba en la mesa también preparada, ponches, bebidas alcohólicas preparadas caseramente. Todo estaba maravillosamente.

Enfrente nuestra estaban Pablo, Mery, Candela, Agustín, Nico (el verdadero papá de Peter, aunque no lo conocía aún en persona, me imaginaba que sería él), y el pequeño hermanito de Peter, Bautista. Entonces, la madre de Peter también entró en escena llevando una enorme tarta preciosamente decorada. Y todos empezaron a cantar la canción del cumpleaños, yo incluida:

¡¡¡Que los cumplas feliz.

Que los cumplas feliz

Que los cumplas Juan Pedro,

Que los cumplas feliz!!!

Después todos aplaudimos y Peter me abrazó feliz. Parecía un niño pequeño, con esa sonrisa de oreja a oreja en la cara. Estaba tan ilusionado... Sí, por un tiempo sería imposible quitarme esa cara tan bonita de la mente. Se me había quedado grabada su cara tan perfecta de felicidad en la mente. Le había encantado... Y todo gracias al trabajo de sus amigos, de sus padres, de su pequeño hermanito, y también, de mi ayuda.

— Gracias a todos — dijo sonriendo.

— De nada, te lo mereces. Han pasado mucho este año por culpa de ciertas personas estúpidas — dijo Candela.

— Bueno, ya se ha pasado todo lo malo. Ahora lo importante es su casamiento, y los bebés — dijo Agus sonriendo.

— Obvio — dije yo abrazando fuerte a Peter.

— Y ahora sí, ¡qué empiece la fiesta! — gritó Agus.

Sí, pero yo antes debía presentarme a mi suegro. Pero fue entonces, cuando vi que se acercaba a mí, junto al pequeño hermano de Peter:

— Uau Peter, ¡qué linda que es la mamá de tus hijitos! Encantada señorita Espósito, soy Nicolás Vázquez, el papá de Peter.

— Encantada — dije dándole un beso en el cachete, que él me devolvió a modo de saludo.

— Y yo soy Bautista. Encantado — el pequeño me tendió la mano y yo se la agarré.

— Hola enano. Espero que nos llevemos muy bien.

— Sí, claro que sí.

— Sí, pero está un poco celoso por lo de los bebés. Él quería disfrutar un poco más de un hermano mayor sin preocupaciones — dijo Nico riendo.

— Pero, vas a poder ayudarnos a cuidarlos Bauti.

— Bueno.

Ay, era re lindo. Un poquito parecido a Peter. Y Nicolás, era encantador. Seguramente mucho mejor que el verdadero papá de Peter, al que aún no conocía en persona, y esperaba no conocer.

Y la que pensaba que iba a ser una de las mejores noches del año, justo se empezó a torcer en ese momento... Y sí, desgraciadamente era verdad.

-...-

Narrador:

— Eugenia Suárez, han pagado su fianza.

Eugenia no entendía nada. Su familia estaba completamente arruinada, y eso que siempre había sido muy pobre. ¿Quién podía haber pagado su fianza?

— ¿Cómo? — preguntó pues, Eugenia, muy sorprendida.

Fue entonces cuando vio a un hombre con traje y gafas de sol, al que sí, conocía:

— Señor...

— Vamos, salí inútil. Tenés que ayudarme. Mi hijo no va a salirse con la suya ni mucho menos, y esa puta, va a pagar por esa primera vez, esos mocosos van a terminar en el orfanato en el que no terminó mi hijo.

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