Embarazada ~ 40

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Narra Peter:

Veía a Lali muy mareada. Estaba completamente blanca, pálida, a la luz de la farola. No sabía si llevármela a casa y ignorar la quedada con Eugenia. Quería, en ese momento, darla lo mejor. Y si lo mejor era volver a la residencia, volveríamos a la residencia y se acostaría. Y si yo tenía que dormir con ella esa noche para cuidarla, también lo haría. Cada día que pasaba, la quería un poco más, y los bebés... Dios, desde que me había dicho que íbamos a ser padres de dos bebés, ya me estaba imaginando sus caritas.

Al principio, la idea de tener dos bebés me había puesto muy nervioso. Éramos primerizos, y al menos yo, tenía muchas dudas. Pero, solo de saber que iban a tener una mamá tan preocupada, y un papá que estaba cambiando solo por quererlos más, les hacia dos personitas muy afortunadas. Y los querría con mi vida cuando nacieran, y a diferencia de mis viejos, no me iba a perder ni una sola parte importante de sus vidas: ni su nacimiento, ni su primera palabra, ni su primer diente, ni sus primeros pasos, ni su primer día de escuela, ni su primer partido de fútbol... Nada de nada. Ni Lali ni yo, siempre íbamos a estar junto a ellos dos.

Volví a mirar a Lali. Parecía estar peor todavía. Me acerqué y la acaricié la espalda:

— Si tenés ganas de vomitar, vomita — la avisé, tal vez no quería vomitar por respeto a mí.

— Quiero pero no puedo.

— Esto es cosa del embarazo — me rasqué la nuca —, ¿querés que llamemos a un doctor, linda?

Ella me miró negando:

— Tranquilo, es una cosa común del embarazo, les pasa a todas las mujeres que están esperando un bebé. No tenés que preocuparte, de verdad.

Suspiré. Aunque ella dijera que no, yo estaba preocupado. No estaba acostumbrado a ver a mujeres embarazadas, y ver a Lali así me desesperaba un poco:

— Bueno, al menos déjame llevarte a la residencia. Así descansamos los dos. Ya saldremos otro día. Hemos estado cenando además.

— Bueno — ella asintió con la cabeza y justo después, dio otra arcada. ¡Oh Dios! Estaba fatal.

La mandé un sms a Euge:

"Nos vamos, tomate mi copa si querés. Lali tiene náuseas y necesita descansar. Un beso, mañana te llamo."

Miré a Lali, quién seguía arrodillada, apoyando todo su peso sobre la farola:

— Voy a llamar al taxi.

— Prefiero caminar, sigo necesitando el aire fresco.

¿CAMINANDO? ¡SE TARDABAN DOS HORAS POR LO MENOS! Estábamos bastante lejos de la residencia universitaria... Pero bueno, eran caprichos de embarazada, antojos, y se los temía que cumplir.

— Bueno, vamos caminando — la ayudé a levantarse y la agarré del brazo para que se apoyara en mí.

-...-

Narra Euge:

¡No! No podía ser. Todo a la mierda. ¡LA MUY ZORRA ME HABÍA DESTRUIDO TODO EL PLAN! Peter me había mandado un mensaje diciendo que la taradita tenía náuseas. Sí, como todas la embarazadas. Pero a mí me habían jodido. Yo que reía todo el plan bien preparado, ordenado y esquematizado, ahora iba a tener que pensar en otra cosa. Fui al baño y vacié ambas copas. La pobre pastillita de la felicidad se iba por las tuberías directa a la alcantarilla.

Peter, cada vez estaba más ciego por ella. Y cada vez, iba a ser peor. La protegería más, la mimaría más... ¡LA AMARÍA MÁS! Y no volvería a quererme a mí. Pasaría a estar en segundo lugar, y toda su atención se dentaría en Lali y en esas dos mierdecillas.

¡QUÉ ADEMÁS ERAN DOS BEBÉS! A falta de uno, dos. Definitivamente, estaba perdida. Tenía que emborracharlo a Peter, era la única salida. Y Brenda, esta vez sí que sí. Tenía que regresar a mi primer plan, que Peter la pusiera los cuernos a Lali con Eugenia, y así la zorrita y los bebés desaparecerían de la vida de Peter... Para siempre.

-...-

Narra Lali:

Al final, una hora y tres cuartos después, llegamos a la residencia. Subimos en el ascensor. El aire me había hecho bien y ya no tenía tantas ganas de vomitar. Nada más llegar a mi cuarto, me senté en la cama y miré a Peter:

— Gracias por esta noche tan hermosa.

— De nada princesa, ¿querés que me quede?

¿Quedarse? ¿A dormir? ¿Conmigo? Sí, supongo que era así, pero me daba vergüenza que él se quedara acá a dormir, pero igual si le decía que no se ofendía:

— Me da igual — me encogí de hombros dudando mi respuesta indecisa.

— Me quedo entonces, voy a por mi pijama a mi cuarto, así mientras te doy intimidad para cambiarte — me dio un beso en la sien y se fue a su cuarto. Íbamos a dormir juntos, no me lo podía creer.

Me cambié rápidamente, me lavé los dientes y me metí en la cama. Y al poco rato, Peter volvió. Abrió la puerta (debía de haberse llevado mi tarjeta de cuarto), y entró:

— Estoy acá La.

Cerré los ojito, haciéndome la dormida.

— Bue, ¡qué rápido te dormís eh!

Sí, re.

Pero de repente, mi celular comenzó a sonar. Mierda... Escuché como Peter atendía:

— ¿Si? No, ella duerme. ¿Eh? Su novio. ¿El papá? Ah, el papá de Lali.

¡MIERDA, MI VIEJO!

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