Embarazada ~ 45

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Narra Eugenia:

Nada más ver la última notificación de Instagram, volví a meterme. Un mensaje directo de Ana, la hermana mayor de Lali. Dios... Ese personaje era demasiado denso. Lo leí y vi que... ¿Quería darla un escarmiento a Lali? Umm... Eso estaría muy pero que muy bien. Seguro que la palabra "solucionarlo" significaba separarla de Peter, mandarla de nuevo a la mierda de pueblo de dónde había llegado.

Por eso, nada más leer el mensaje, agregué su número a la lista de contactos y la llamé al momento. Un poco tiempo después, ella atendió:

— ¿Si?

— ¿Sos Ana Espósito?

— Sí, soy yo. ¿Quién habla? — me preguntó.

— Soy María Eugenia Suárez — respondí dibujando una sonrisa diabólica en mi cara. Oh Dios, que gusto. Lastimar a Lali ayudándome de su propia hermana. Era un momento de gustoso placer.

— ¡Ah! — exclamó ella —. ¡Qué bueno que me hayas llamado tan rápido!

— Siento decirte, literalmente, que odio a tu hermana — me sinceré. Sí, necesitaba hacerlo —. Al principio me llevaba bastante bien con ella, la apoyé los primeros días, pero después vi que era tan tarada que dejé de acercarme tanto a ella.

Escuché como Ana suspiró al otro lado de la línea:

— Se volvió tarada cuando se quedó embarazada de él, mi hermana antes no era así. Era una chica fuerte, inteligente, soñadora, dulce y alegre. Y ahora no para de decir estupideces. El embarazo la está afectando demasiado.

— Re. La ayudé, y ni me lo agradeció — dije revoleando los ojos. Justo después de eso, comprendí que Lali no era una buena persona para Peter. Entre ellos iban a lastimarse y lo mejor iba a ser cortar esa relación para siempre.

-...-

Narra Peter:

Estaba solo en mi cuarto. Sí, no se lo iban a poder creer. Estaba mirando cuartos de diseño para bebés. Para mis bebés. Nunca me lo hubiera imaginado. Apunté los números de varias páginas y después me acosté en la cama.

De repente, mi celular comenzó a sonar encima de la mesilla. Atendí:

— Hola cielo.

Otra vez mi vieja... ¡DIOS QUÉ DENSA!

— Hola ma.

— ¿Cómo anda todo?

— Bien — mentí. El otro día me dieron ganas de arrancarla todos los pelos, pero era mi mamá, debía tenerla un respeto. Pero ella también la debía un respeto a Lali, que además estaba embarazada, joder.

— Me alegro. Está papá acá a mi lado, ¿querés hablar con él?

¿PARA QUÉ CARAJO QUERRÍA YO HABLAR CON MI VIEJO?

— ¿Puede y quiere él hablar conmigo?

— Claro. Así se cuentan cosas.

Oh, esto sí que no. Ni se me pasaba por la cabeza contarle a mi viejo lo del embarazo de Lali, así que rápidamente corté y tiré con cuidado el celular al piso.

Después, me levanté, abrí la puerta y me marché al cuarto de Lali cerrando con fuerza la puerta de mi cuarto. La llamada de mi vieja me había enojado en exceso. Era una cara dura, no entendía como podía decirme así de la nada que le contara a mi viejo lo del embarazo de Lali. Me hubiera gustado tenerla enfrente para reventarla contra la pared. Y sí, esta vez no hubiera pensado antes de actuar, habría actuado directamente.

Toqué en la puerta del cuarto de Lali y ella abrió. Tenía la cara completamente pálida:

— ¿Qué te pasa? — la pregunté de inmediato.

— He vomitado.

— Malditas nauseas. Pero bueno, acá está el señorito Lanzani para cuidarte de ahora en adelante.

Ella sonrió, me dejó pasar y cerró la puerta.

— Miré cuartos para los bebés, ¿sabes?

— ¿En serio?

Asentí con la cabeza y sonreí de oreja a oreja:

— ¿Te ha ido bien con el estudio?

— No mucho — se mordió el labio —, me pasé casi todo el rato vomitando. Pero es algo común, a la mayoría de embarazadas les pasa.

— Sí seguís vomitando mucho iremos al doctor.

— Es una tontería ir al doctor por eso.

Fruncí el ceño y me puse serio:

— Iremos de todas formas. Eres madre joven y primeriza. Tengo plata, tendrán que entenderte quieran o no.

Ella rió:

— ¿Y en qué colores miraste los cuartos de los bebés? ¿Cómo eran?

— Azules, con motivos de rugby.

Ella negó con la cabeza:

— Igual viene una nena, y no creo que cuando vaya creciendo le guste el color azul y las pelotas de rugby en su cuarto. Si es nena será todo rosa, como el cuarto de una princesita, lo que siempre quise — Lali sonrió y se sentó en la cama dejando un hueco para mí.

— Sí es nena, saldrá preciosa como vos, pero no quiero nenas.

— Yo quiero una nena y un nene. El nene para vos y la nena para mí.

No. Literalmente yo no me veía siendo el padre de una nena.

— No quiero nenas — hice puchero.

— No se sabe aún lo que va a venir Peter, tendremos que esperar al quinto mes, que es cuando se suele saber.

Uau... Faltaba muchísimo para saber el sexo.

— Yo de momento — dije riendo —, solo sé una cosa.

— ¿Qué cosa?

— Que van a ser los nenes más lindos del mundo porque tienen a los papás más lindos del mundo.

-...-

Narra Ana:

Bien. Eugenia parecía ser una buena persona. Estaba dispuesta a ayudarme. Llamé a mi viejo, el plan tenía que empezar puntual, justo este fin de semana, en el viaje de mi hermano y mi viejo a Buenos Aires para ir a ver a Lali. Tenía que estar en ese viaje yo también, sin duda. Lo había hablando ya con Chris y él estaba de acuerdo.

Papá atendió rápidamente:

— ¿Llamaras para pedir perdón?

¿PERDÓN? ¿YO A ÉL? Mi viejo estaba loco...

— Vos me echaste, perdona.

— Vos trataste mal a tu hermana, Ana. No estuvo nada de bien lo que hiciste. Fuiste muy cruel con ella.

— No es mi culpa que mi hermana sea una pólvora, yo con los hombres, siempre fui despacio, como debe de ser.

— Estas embarazada como ella, y no estas casada. Así que están en la misma igualdad de condiciones.

— Bueno papá, no me quiero pelear más con vos. Llamaba para preguntar si este fin de semana puedo ir con vosotros a Buenos Aires.

— ¿Para qué trates mal a tu hermana delante de mi? ¡NO! ¡NI HABLAR!

Definitivamente, Lali había pasado a ser la hija favorita de mi viejo.

— Papá, no voy a tratarla mal.

— Eso espero, le diré a Pato que te saque el pasaje. Pero ojo, cómo trates mal a tu hermana, te vas a enterar.

Bueno, eso ya lo veríamos.

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