Embarazada ~ 23

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Narra Lali:

— ¡Lali! ¡Lali! — la voz de Peter retumbaba en mi cabeza diciendo mi nombre una y otra vez.

No sabía aún dónde estaba. Ni me acordaba de lo que había pasado hace un rato.¿Qué hacía de vuelta Peter conmigo?

— ¿Qué pasa? — gruñí. Abrí de a poco los ojos pues la luz me molestaba mucho.

— ¿Qué qué pasa? — Peter me agarra de las manos y junta las 4 manos —. Te has desmayado por culpa de Agustín. Es un tarado...

Oh... Ahora lo recordaba todo. Peter se había peleado con Agustín y yo me había desmayado.

— ¿Y Agustín? — pregunté al abrir los ojos por completo y no encontrarle allí. Estábamos en mi cuarto, pero solo Peter y yo, y nuestro pequeño, como él lo llamaba "la Mierdecilla".

— Le he dicho que se vaya. Él acá no va a hacer nada porque yo no voy a dejarle. Así que para estorbar va a ser mejor que no esté.

Suspiré. En ese mismo instante no temía ganas de pelearme, ni con Peter ni con nadie.

— ¿Precisás algo? ¿Tenés hambre? ¿Sed? — me preguntaba mientras seguía agarrándome las manos.

— Un poco de agua. Hay vasos en el mueble de madera — me solté de una de sus manos y le señalé el mueble —, en la parte de abajo están los vasos.

— Bueno, ahora vengo — Peter soltó mis manos y se fue a preparar el vaso de agua. Mientras, yo me acomodé en la cama y me acaricié un poquito la panza. El bebé seguramente se habría estresado, y ya bastante tenía con la anemia y la mala alimentación. No quería ningún problema más.

Al ratito, Peter vino con un vaso de agua:

— Es Voss, de la que hay en el mini-bar — me acercó el vaso de agua. Pero yo casi se lo tiro a la cara:

— ¡¿VOS SABÉS LO QUE CUESTA ESA BOTELLA?! ¿POR QUÉ LA AGARRASTE ESTÚPIDO? — le grité fuerte.

— Sh — me dijo acariciándome con su dedo índice los labios —, yo la pago. Es agua purificadora, bebe tranquila.

Ah claro... El era el nene rico, no tenía problemas de plata y tenía el suficiente dinero para pagar Agua Voss. O Perrier, o diamantes, o ropa de Dior o Cartier, o todo eso junto. Menos ocuparse de mi hijo, se gastaba todo el dinero que podía.

Bebí lentamente del vaso, ese agua estaba algo más amarga del resto de aguas que antes había tomado, pero claro: ERA AGUA PURIFICADORA DE RICOS. Qué tonta eras Lali...

— He pensado una cosa, si querés podemos comer acá, hoy, los dos juntos — me sonrió pícaro —, tranquilo, yo pago. Y después, vamos a comprarle algo al bebé, ¿dale?

¿Qué le había picado a Peter? Hace unas horas era el tarado más tarado del mundo y ahora, de repente, se había convertido en... ¿Un padre decente? Esto era increíble...

— Di, ¿sí o no?

— Bueno... — tenía que hacerle caso a Eva, debía darle una oportunidad a Peter, no quedaba otra. 

— ¿Qué te apetece comer? — sacó la carta de comidas de la cafetería de la Universidad, si, también la servían en los dormitorios. Nunca me lo hubiera imaginado. Comer en mi propio cuarto, platos tan... Finamente elaborados.

Miré por encima,¡qué precios! Tan solo era barato el desayuno. El resto de comidas costaban una barbaridad de plata, que solo gente como, Juan Pedro Lanzani, podía pagarla.

— ¿Tortellini de trufa te apetece? Son exquisitos, te lo aseguro. ¿O pedimos el menú gourmet?

— No te gastes tanta plata — le avisé poniendo los ojos en blanco.

— Puedo gastármela, así que no me retes. Pedimos dos gourmet, así te alimentas bien. ¿Te estás tomando las pastillas?

— Esta mañana me tomé la primera.

— Bien — agarró el teléfono de la habitación y llamó a la cafetería pidiendo dos menús gourmet —. De acuerdo, 20 minutos lo traen... Okey. Agua y vino, vino francés por favor. Tan solo una botella, ella no puede tomar. Gracias y sean puntuales — ordenó y me miró sonriendo. Porque... Oh no, otra vez de vuelta me estaba empezando a gustar. Me cubrí con las manos la cara.

Él me volvió a agarrar las manos, sacándomelas así de la cara:

— ¿Qué te pasa?

— Nada.

— Te pasa algo, no te conozco mucho, pero eso es un símbolo universal de que si que te pasa algo.

— ¡Nada pasa! — le grité fuerte.

— Sh... Así se va a alterar... La Mierdecilla. Y ninguno de los dos quiere eso.

— A vos mi hijo no te importa.

— Estoy tratando de... ¿cambiar? Dame una oportunidad Lali, todo el mundo necesita su tiempo.

Suspiré, estaba a punto de pegarle una cachetada.

— Trata de cambiar alejado de mí, me estás agobiando. Ni respirar me dejas.

Me soltó las manos y agarró la silla del escritorio para sentarse en ella:

— Ya te he dejado. Te doy tu espacio.

— Mucho mejor así, gracias — le dediqué una sonrisa falsa.

— De todas formas, si quiero hacerme cargo del nene, y tengo derecho a hacerme cargo, vas a tener que acostumbrarte a tenerme cerca.

— Entonces espero que no cambies nunca y sigas pensando que la Mierdecilla te jodió la vida y te la va a seguir jodiendo hasta el fin de tus días.

De repente, su celular comenzó a sonar y puso su dedo índice sobre sus labios para mandarme callar. Reproché por lo bajo y él me sonrió mientras atendía la llamada:

— Euge... ¿Qué? ¿Cómo? ¡Espera! ¡Ahora mismo voy para allá!

¿Qué? ¿Qué carajo ha pasado?

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